Aquella sala se encontraba aquel hombre parado mirando todos los cuadros que adornaban la estancia, aquella magnitud de poder que emanaba aquellos rostros. Eran siglos y siglos de la descencia de Los Belmonte Villegas, desde el primer fundador hasta la difunta hermana de la actual reina, pero había algo de aquel último cuadro que le llamaba mucho la atención como si lo estuviera observando fijamente a donde él se moviera. Era una total locura, pero un escalofrío recorrió su espina dorsal al pensar que en verdad lo estuviera observando
—Estas divagando —, murmuró para si mismo negando con la cabeza
Pero nuevamente cuando alzo la vista pudo ver la penetrante mirada posado en él. No le gustaba esa sensación, era como si supiera que él fue quien...
No pudo terminar sus pensamientos cuando una ráfaga de aire abrió las ventanas azotandolas contra la pared provocando que del susto diera un respingo, al visualizar que solo era el viento llevo su mano hasta su corazón que latía aceleradamente ante el susto
—¿Algo que le preocupe ministro? —escucho la voz imponente de la reina
—Majestad —hizo una inclinación
Anastasia camino hasta las escaleras que le daban acceso al gran trono de madera, una vez sentada lo miro
—Aún no me ha contestado ministro, ¿Algo que le esté preocupando?
—En efecto su majestad —se acercó lentamente hacia el trono guardando una distancia prudencial —. Me preocupa la economía de Lingrich
—¿De que habla? Si el reino de Apolonia ha dado atribuciones —le afirmó —, y se a unido a nosotros para que no haya ninguna escasez de ningún tipo
—Es que ese es el problema su majestad, no se pudo unir los dos reinos —le hizo saber —, y lo poco que se ha invertido no alcanza a cubrir las necesidades básica de nuestro pueblo
—No le entiendo ministro —el enojo fue claro en el hermoso y sincelado rostro de Anastasia —. Se había dicho que el reino de Apolonia sería parte de Lingrich y que su economía ayudaría al reino
—El reino de Apolonia no está de acuerdo que desaparezca solo por un... capricho del monarca
—¡Capricho! —gritó levantándose de su trono —. Mi boda con el rey no fue ningún capricho. Todo se ha hecho visualizando un mejor reino para ambos
—Eso nosotros lo sabemos bien su majestad —se inclino levemente en una reverencia —, pero ellos quieren que no desaparezca el reino de Apolonia y están poniendo condiciones para aceptar el tratado
—¿Condiciones? —soltó una risa carente de humor —, Condiciones a un mandato real
—El reino de Apolonia siempre ha tomado en cuenta la decisiónes y sugerencias del pueblo —le aclaró —, el asunto lo están tomando como una traición
Ella solo negó mientras daba vueltas al lado de su trono. Era una locura todo, no podía haber sido en valde su unión tenía que hacer que la gente de Apolonia confiara en ella
—¿Que condiciones están poniendo? —le pregunto una vez que analizo la situación claramente —. ¿Que están pidiendo a cambio de ayudarnos?
—Primero que Apolonia no desaparezca, y están pidiendo un heredero para la corona
—¿Que? —negó —, hasta en eso están exigiendo
—Quieren que siga la sucesión de la familia real y que mejor que un heredero
Ella con todo el enojo iba a contestarle pero en eso las puertas se abrieron dejando ver la imponente figura del rey
—El heredero ya viene en camino —soltó de golpe asombrando al ministro —, pero ante sus exigencias voy a poner una solo condición
—No creo que estemos en posición de...
—Y me estoy basando en las leyes de Apolonia —lo interrumpió mirándolo duramente —. En el reino sólo un varón puede obtener el título de rey, ninguna princesa subirá al trono así que si mi primogénito es varón tomará el título pero por el contrario de que sea una princesa el día que se case su primer hijo varón tomará el puesto
—¿Por mientras quien tomará los cargos de Apolonia?
—Yo seguiré acargo como rey
—Le recomiendo dejar un regente por cualquier inconveniente
Sandro se acercó amenazador hasta él y el ministro trago saliva de los nervios
—¿Por qué tanta prisa? Pareciera que sabe algo que desconocemos, dígame ¿A caso cree que moriré pronto?
—No, su majestad. Eso no es lo que quise decir, yo...
—No te preocupes déjame todo escrito y sellado no quedará solo en palabras vanales —se alejo señalando la puerta con su cabeza —. Ya puedes retirarte
—Si, su majestades —hizo una inclinación —, hasta pronto
Los dos miraron comí salía de la sala con evidente nerviosismo marcados en sus hombros, cuestión que preocupo a Anastasia por eso no evito cuestionarle
—¿Por qué hiciste eso? Ahora correrá peligro nuestro bebé
—Tranquila, era la mejor solución ante nuestro problema —le aclaró estrechandola entre sus brazos —, te dije que los cuidaría de ahora en adelante
—¿Y como lo harás? No estarás pegado a mis costillas ¿O si? —le pregunto con diversión mientras lo miraba —. Sandro, ¿Eso harás?
—Claro que no, aunque nada me gustaría más que eso —beso su cabeza —, pero tengo que atender asuntos de estado y me tomará mucho tiempo. Para ello he conseguido a alguien que estará al pendiente de ti y de nuestro bebé. Adelante
Anastasia de alejó de su contacto para mirar con claridad a la persona que entraba por aquellas pesadas puertas, era una mujer joven un poco menor que su hijo Nicolas, con cabellera rubia y al estar unos pasos cerca de ella pudo ver que su piel era blanca como la nueve. Toda una flor en su primero rocío, pura e inocente
—Ella es Lena, ella va a ser una de tus doncellas —Sandro la miró —, quiero que sea quien sirva tus alimentos y cuide en todo tu embarazo. No quiero que se separe de ti en ningún momento
—Pero Sandro, ya tengo muchas sirvientas —le aclaró aun que una se le vino a la mente rápidamente ante aquella traición —. No creo que sea necesario
—Créeme que lo es —la tomo por los hombros —. Por favor Anastasia quiero estar seguro cuando me ausente que estarán a salvo de cualquier cosa