Miércoles 29 de julio del 1998. En el reino Dorado, en una casa cerca de los tallos espinosos que rodeaban el reino. El rey Edgar estaba sentado en la silla del comedor, mientras que la reina Lonnie, volvía de la cocina junto con sus padres.
—Tienes que repostar hija.
—Estoy bien papá, el bebe no va a salir aún.
—Bueno hija, solo te lo digo.
—Sí hija, tu padre tiene razón. Ah y majestad, no se olvide del día de los frutos, es muy importante para las futuras generaciones.
—Mamá, papá, dejad de atosigarlo por favor.
—Una semana Lonnie, ha pasado una semana y esa bruja no sale del castillo—dijo levantándose yendo hacía la ventana.
—Es que el castillo es muy acogedor—dijo la madre. Edgar se empezaba a cabrear y Lonnie lo notó.
—Mamá, papá ¿por qué no vais a hacer ese pastel tan delicioso de zanahoria? Os sale muy bien.
—Claro, vamos a hacer un pastel de lo más delicioso, no os vayáis, no tardaremos mucho—dijo la madre mientras cerraba la puerta de la cocina.
—No nos podemos ir aunque quisiéramos—susurró.
—Cariño.
—Llevamos aquí una semana Lonnie, no es que no quiera estar con tus padres, pero necesitamos recuperar nuestro reino.
—Lo sé y te entiendo, además, se lo cansinos que pueden llegar a ser mis padres, pero son buenas personas.
—De eso no hay duda, han criado a la mujer más hermosa y cariñosa que he conocido—dirigió la mirada hacia ella. —Y nuestro hijo va a tener la suerte de tener una madre como tú—dijo poniendo su mano encima de su embarazo.
—Y un padre tan amable y paciente como tu—dijo poniendo su mano encima de la suya. —Ya verás como todo se va a arreglar.
Por la ventana se podía ver el cielo negro por las nubes que tapaban el sol, eso ayudaba que la gente tuviera más miedo de salir a la calle. Se podía ver las calles vacías y tristes, encerrados por los tallos con rosas que encerraban a todo el pueblo, nadie entraba ni salía.
En el castillo, la reina de las sombras estaba en su trono, con el espejo en mano. No veía a nadie, todavía no había hablado con sus padres en toda esta semana aún teniendo el espejo en su poder.
—Majestad, vuelven a estar en la puerta—dijo su mayordomo.
—Déjalos, como cada día, se cansaran—dijo levantándose de su trono, llevaba la capa corta y roja de siempre, se puso el espejo enganchado en el lazo violeta. —Me voy a verla, y vosotros—le hablo a sus guardias de metal. —Vigilad las ventanas, son capaces de saltar por ahí.
—Como desee majestad—Dijeron los guardias de metal. Se escuchaba detrás de la puerta, a sus amigos, intentando llamar la atención para que saliese.
—¿Hasta cuándo vamos a seguir asi?—preguntó Brenda.
—Llevamos una semana haciendo lo mismo, la gente ya nos está mirando mal.
—Pues que se aguanten, si no quieren vivir por siempre así, ¡Liaria!
—Ya están otra vez esos tres, asi no hay quien duerma—dijo un anciano cerrando las ventanas de su casa.
—¿Y si idealizamos un plan? Liaria es del reino oscuro, seguro que se nos ocurre algo para hacerla salir—dijo Brenda.
—Me parece buena idea, pero a mi casa no vamos más—dijo Lark. —Todavía recuerdo lo que pasó antes de ayer.
Flashback:
Claudio, Brenda y Lark estaban en la casa de los tíos de este último, en un rincón del comedor, hablando sobre el problema que estaban sufriendo.
—Entonces ¿cómo lo hacemos?—preguntó Claudio apoyado en la mesa.
—Hola, ¿puedo unirme? Seguro que si—dijo su primo. —Hola Brenda—dijo intentando seducirla. Era el mismo chico que encontró cuando estaba buscando a la mujer de cabellos negros y largos. —¿Qué hay?
—Juanito, estamos intentando resolver un problema, asi que no nos molestes.
—¡Mamá! Lark no me deja estar con sus amigos.
—¡Lark! ¡Cómo no dejes a tu primo hacer lo que quiere! ¡Esta noche te quedas sin cenar!
Fin del flashback.
—Si… tuvimos que estar con él una maldita hora…tu primo es insoportable…
—Siempre lo ha sido. No es ninguna novedad.
—¿Y en la tuya Brenda?—preguntó Claudio.
—¿En la mía? Ni hablar, mis padres están ahí y…
—Y ¿qué? Tus padres son muy majos, al menos más que mis tíos.
—¿Y en tu casa Claudio? No vives con nadie, nadie nos molestará—dijo Brenda con una sonrisa.
—Como queráis, a mi no me importa—dijo Claudio. Miro una última vez las puertas del castillo, las cuales seguían con espinas por todas partes.
Liaria bajó a los calabozos donde tenía a dos prisioneros, a su hermano adoptivo, Teo, de 22 años y a la chica, la cual acusaron de asesinato de la mujer de cabellos negros y largos.
—No sabía que eras una cambiante—dijo la reina entrando en la celda de esta última. —Nos has engañado a todos, incluyéndome a mí. —La chica rubia de ojos negros estaba sentada en la punta de la celda, con las piernas recogidas y la cabeza hacia abajo, levantó la cabeza lentamente.
—No es una cosa que diga cuando conozco a alguien.
—Eres una cambiante, ¿por qué estás viviendo en el reino Dorado?
—Y tú eres la princesa Dama ¿verdad? ¿Por qué estabas viviendo aquí?
—Soy la Dama de las sombras. Y vine aquí por un propósito.
—Matar al rey. Por eso envenenaste la tarta de manzana ¿Cómo lo has conseguido?
—Tengo un protector, me ha estado ayudando todos estos años.
—Ya veo—se levantó. —¿A qué se debe el placer de su visita, majestad?
—Estas a punto de cambiar ¿verdad? No lo puedes negar, estudie a los cambiantes, cuando se sienten débiles y cansados son propensos a cambiar de cuerpo.
—No se te escapa una ¿eh?—Se apoyó en la pared. La chica empezó a marearse y cayó al suelo apoyándose con las manos, en su espalda se veía que su piel se rompía como un chicle que se despegaba y dentro había otro cuerpo, esta vez el cabello era castaño y corto. —¿D-donde estoy? ¡Ah! ¡Un cuerpo!—La chica se levantó
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nada es lo que parece, historia de reinos, orgullos y mentiras
Editado: 18.10.2020