Ellos me hacían sentir en familia, no me conocían del todo y aun así me aceptaban tal y como soy, quizás por eso no me era difícil quererlos, después de todo ya éramos amigos.
—Este vino es delicioso ¿Dónde lo compraste Li?
—En uno de mis viajes a España, es de mis favoritos.
—Tiene un sabor dulce y no se siente el alcohol. — expresó Elizabeth mientras bebía de su copa.
—¿Qué dicen tus padres de que estes viviendo en esta ciudad? —le preguntó Bady mientras le servía más vino.
—Solo vivía con mi madre, mi papá se fue cuando yo era pequeña, tiempo después supe que había fallecido, no conviví mucho con él, así que mis recuerdos a su lado son muy pocos.
—Lo siento, no tenía idea.
—No se preocupe, fue hace muchos años. —expresó Elizabeth con una sonrisa.
—Se muy bien lo que es perder aun ser amado. —exclamó Bady con pesar.
—Mi mamá no estaba de acuerdo en que me mudara, pero ella volvió a casarse y nuestras vidas cambiaron mucho, yo sentía que no pertenecía a esa nueva familia, no es que su esposo fuera una mala persona, pero, sentía que debía irme y vivir mi vida yo sola, además saber que esta acompañada de un buen hombre me hace sentir más tranquila.
—Nos alegra que hayas venido a Nueva york y que te hayas quedado con el departamento, ser tus vecinos nos hace muy felices ¿verdad hijo?
—Si, estamos felices de haberte conocido. —externó Aris con una sonrisa.
—Estoy muy agradecida por el apoyo que me han brindado todos ustedes, han sido muy amables, sé que, si no los hubiese conocido, este cambio no sería tan fácil.
—¿Por qué no brindamos por nuestra amistad? —propuso el señor Ming con entusiasmo.
—Me parece buena idea. —dijo Aris acercando su copa esperando que su padre se la llenara.
—Tu tomaras jugo hijo.
—Papá…
—Que nuestra amistad crezca cada día y nos apoyemos los unos a los otros de corazón.
—¡Salud! —todos chocaron sus copas con alegría.
Esa noche hubo muchas platicas del corazón y risas abundantes, el ambiente se sentía muy familiar, el señor Ming y Bady tomaron mucho y estaban muy contentos por el vino, pusieron música y reían feliz mente.
—Parece que el vino les alegró la noche jaja. —dijo Aris mirándolos reírse a carcajadas.
—Eso parece, jaja, hace mucho calor… —expresó Elizabeth abanicándose la cara.
—¿Quieres ir a la terraza? Es muy fresco de noche.
—Me encanta la idea.
Elizabeth y Aris dejaron a Bady y al señor Ming y se dirigieron a la terraza.
—Tu casa es muy acogedora, es linda. —le dijo Elizabeth en forma de alago.
—Gracias, es cómoda.
—¡Wuoo! ¡Tu azotea es increíble!
—¿Te gusta? Mi papá la decoró, le quedo genial ¿verdad?
—¡Es increíble! me encantan las flores, le dan un toque tropical.
—Esas eran las flores favoritas de mi mamá, mi padre las cuida mucho.
—Lamento que ya no estes con tu mamá, estoy segura de que era maravillosa.
—Era hermosa, amable, su cabello era suabe y largo, castaño y brillante, aun recuerdo cada detalle de ella, me aseguro de no olvidarla. —expresó Aris con nostalgia.
—Me hubiese encantado conocerla, seguramente se parecía a ti.
—Si…eso dice mi papá, le hubieras caído bien. —dijo Aris sonriente.
—Por supuesto que sí, jajaja.
—jajaja, eres muy humilde.
—Te traje algo, te lo daré antes de que se me olvide. —Elizabeth sacó algo de su bolsillo y tomó la mano de Aris y le puso algo en la palma.
—¿Qué es? —preguntó entusiasmado.
—Es una pulsera, espero que te guste, quería agradecerte por haberme ayudado aquella vez, si no me hubieses encontrado, seguro que me sentiría frustrada por no saber enfrentar esto sola, además…lo que dijiste hace rato también me conmovió.
—Yo… ¡yo no mentía! Es verdad que quiero protegerte, vivir esto con ustedes, aunque aveces no sea fácil. —le dijo Aris mirándola apasionadamente.
—No dejaré que nada malo les pase, lo prometo, cuidaré bien de ustedes, de ti.
—Gracias… —Elizabeth y Aris se abrazaron y cerraron los ojos, las emociones eran muy fuertes, había promedio estar el uno para el otro y cuidarse como una familia, de pronto, Aris dejó de sentir el suelo y se aferró a ella más fuerte.
—¿Qué es esto que me esta pasando? Ya no siento el suelo, ella me hace sentir como un hombre, no importa que tan frágil o débil parezca, deseo protegerla a como de lugar, es inevitable, estoy enganchado, deseo ser invencible solo para cuidar de ella. —se decía Aris en su mente.
—¿Aris? —exclamó Elizabeth temblorosa.
—¿Qué pasa? —le preguntó Aris sintiéndose en las nubes.
—No vas a creerlo, abre los ojos lentamente.
—¿Qué sucede?
—Estamos flotando… —dijo Elizabeth asustada.
—¿También lo sientes?
—¡Literalmente estamos flotando! —exclamó llena de pánico.
—Santo cielo…no puede ser… ¡agárrate fuerte! ¡no tengas miedo! —exclamó Aris conteniendo su pavor.
—¿Estas temblando?
—No, solo tengo algo de frio, creo que no fue buena idea mirar abajo, ya me dio vértigo. —manifestó Aris con el corazón acelerado.
—¿Cómo vamos a bajar? No se como hice esto, pero estamos suspendidos en el aire. —expresó Elizabeth incrédula.
—Elizabeth… ¡puedes volar! Jajaja ¡estamos volando! Es una locura jaja.
—¿No tienes miedo? —le preguntó ella mirándolo fijamente.
—Un poco, pero es increíble ¿tu tienes miedo?
De repente, Elizabeth y Aris cayeron al suelo de golpe.
—¡Ay!
—¡Pff! Jajajaja.
—¿Qué paso? Jajaja estábamos bien arriba jaja. —exclamó Aris entre risas.
—¿Estas bien? —le preguntó Elizabeth riendo.
El señor Ming y Bady escucharon el golpe y corrieron a la azotea para ver que sucedía.
—¿Qué fue ese ruido? ¿están bien? —les preguntó Bady, pero ellos no dejaban de reírse.
Editado: 02.08.2024