Las cosas se habían salido de control, una explosión se había escuchado a lo lejos, la columna de humo podía apreciarse y el estruendo causó terror en los civiles.
—Vamos Carlos, voy a subirte a mi espalda, no de broma podrás correr. —le dijo Andreu lleno de adrenalina.
—Pero soy muy pesado… —exclamó Carlos aterrado.
—¡No digas estupideces! ¿te quieres quedar aquí o qué?
—¿Qué está pasando? —se preguntaba Aris confundido.
—¡Elizabeth! ¿puedes correr? —le preguntó Sam y ella asintió con la cabeza.
—¡Vámonos!
De pronto, otra explosión aturdió sus oídos.
—¡Ahhh! —gritó Mikea aterrada.
—Tranquila, no te va a pasar nada. —le dijo Aris mientras agarraba su mano.
—¿Qué hacemos? ¿A dónde demonios vamos? —exclamó Andreu sudando pues Carlos si estaba pesado.
—¡Por aquí! ¡no se queden atrás! —Sam trataba de no perder a ninguno de vista y los iba guiando a un lugar seguro.
Había un caos en la ciudad, la gente gritaba desesperada y Aris y Elizabeth se miraron fijamente.
Para su sorpresa, las explosiones seguían atormentando a los civiles y a una distancia considerable, un auto explotó aventándolos con brusquedad por el impacto.
—¡cuidado!
Por otro lado…
—¿Qué demonios esta pasando? —se preguntó Ansel desconcertado ¿alguien estaba tratando de hacer su trabajo?
De pronto, alguien le hizo una llamada.
—¿Quién habla?
—Considéralo como un pequeño empujón, queremos apresurar la cacería, Anfernee no quiere esperar más.
—¿Tu eres el responsable de este desastre?
—Es una carnada para que el pajarraco aparezca, después me das las gracias, más te vale asesinarla antes del amanecer. — el hombre detrás del telefono colgó la llamada dejando a Ansel estupefacto.
—Es un demente, le importa un comino dañar a terceros…
Ansel aceleró su motocicleta y desde lo alto de un edifico, se escuchó un megáfono a todo volumen.
—¡Queremos que salga el cuervo! ¡reventaremos los tímpanos de todos hasta que la heroína aparezca!
—¿Qué diablos es todo esto? Se supone que querían discreción, si no encuentro a esa mujer, seguirán con sus actos terroristas y todo se saldrá de control, debo darme prisa, maldición… —Ansel comenzó a desesperarse, los gritos le traían muy malos recuerdos.
—¡Queremos a la reina cuervo o quemaremos la ciudad!
—Elizabeth… —Aris miró a su amiga y ella tenía el rostro sombrío, estaba muy asustada.
—Están llamando a la chica de la máscara… —se dijo Sam así mismo y apretó los puños.
—¿Qué quieren de ella? ¿Por qué no aparece? Entre más se retrasa más daño le hacen a la gente… —exclamó Mikea temblando de miedo.
La siguiente bomba fue detonada y las personas comenzaron a rogar por ayuda.
—¡Auxilio! ¡ay gente atrapada! Por favor….
—No puede ser….
—Quédense aquí, iré ayudar, debe haber una forma de ser de utilidad en estos momentos. —exclamó Sam mientras se ponía de pie.
—¡Sam!
Sam corrió abriéndose paso entre la gente que corría por sus vidas, no le importaba que las llamas pudieran quemar su piel.
—Haya también necesitan ayuda, parece que hay heridos. —declaró Ben he inspirados por Sam se tragaron su miedo y fueron a ayudar a las personas.
—Mikea tú quédate con Carlos. —le dijo Andreu y los dejaron en un lugar seguro.
Aris y Elizabeth iban juntos y él la tomó del brazo al verle esa mirad decisiva.
—No me digas que vas a dar la cara…
—Tengo que hacerlo…¿no escuchaste? Quemarán la ciudad si no me ven.
—Lo sé, pero…
—No te preocupes, tenemos los trajes del señor Ming, son casi indestructibles ¿recuerdas? —Elizabeth le sonrió aterrada, estaba temblando.
—Entonces yo voy contigo, no te dejaré, vamos juntos.
—Necesito que seas mi cerebro, mis ojos y mis oídos, utilicemos la tecnología de Jaime y monitorea todo a mi alrededor, estoy segura de que quieren quitarme la vida.
—Seré tu sombra, no dejaré que te hagan daño. —le dijo Aris mirándola fijamente.
—Salgamos de aquí.
—Si.
Una vez que se alejaron del ojo público, Elizabeth y Aris se pusieron sus trajes.
—¿Estás lista?
—Si, vamos a terminar con esto.
De entre las llamas y las columnas de humo salió la reina cuervo, erguida y decidida a salvar a los civiles deteniendo a esos terroristas.
—Aquí me tienen.
De en medio de la oscuridad, salió un hombre alto y de cuerpo atlético con un traje negro que le cubría todo el cuerpo, parecía un dragón o una cobra negra.
—Así que tu eres la reina de la que tanto hablan.
—¿Tu eres el responsable de este desastre? —le preguntó Elizabeth furiosa.
—Hoy en día te haz vuelto codiciada en el mercado, hay muchos asesinos que quieren tu cabeza.
—Entonces es un si…