En la noche Alexandra no podía dormir, daba vueltas y vueltas en la cama sin conciliar el sueño, la imagen de Piero Barone se le había grabado en la mente de una manera que no quería… ¿Qué demonios le pasaba con él?
¡Quiero un vaso con agua! – Exclamó levantándose y bajando a la cocina buscó un vaso y se sirvió… aunque cuando vio la leche se acordó que leche tibia es buena para conciliar el sueño así que se dispuso a calentarla un poco –
¡Alexandra! – Escuchó que la llamaron por detrás y ¡ahí estaba! –
¡Barone! ¿Qué rayos haces aquí en mi casa a esta hora? – Le preguntó muy asustada al verlo… estaba con una camiseta blanca y pantalón de dormir, ¡Podía apreciar sus músculos a través de la camiseta!… y ahí recordó que ella llevaba puesto un diminuto camisón de seda –
¡No podía dormir! Quería verte… - Contestó Piero acercándose lentamente a ella –
¿Tú también…? ¡Digo! Sal ahora mismo de mi casa – Le ordenaba toda alterada, su pulso se aceleró cuando él la atrapó entre sus brazos y la puerta del refrigerador –
¡Oblígame! – La retó Piero agarrando su pierna derecha y levantándosela hasta su propia cintura quedando en una pose muy comprometedora, Alexandra podía sentir lo que pasaría si continuaba así… ella lo estaba permitiendo… ¿Por qué no podía parar? –
¡Quiero que te vayas! – Decía con la voz temblorosa cerrando los ojos al sentir el aliento de Piero sobre su rostro –
¿De verdad quieres que me vaya? ¿Entonces por qué estás temblando sujetada a mí? – Diciendo eso deslizó sus labios por todo el rostro de Alexandra que ya no podía ni hablar… todas esas sensaciones eran nuevas para ella… ¡Quería saber más! Y cuando ella ofrecía su boca para que Piero la besara…
¡Qué rayos fue eso! – Se despertó Alexandra sobresaltada completamente aterrada… estaba sudando –
¿Qué rayos hago teniendo esta clase de sueños… ¡Y con él!? – Decía toda asustada levantándose y corriendo a la ducha dejó caer el agua fría… ¡Muy fría! Estaba totalmente desconcertada, ¿Por qué soñaba tan descarado con su asistente? –
¡Idiota! Te voy a cobrar muy caro por andar metiéndote en mis sueños – Decía entre dientes Alexandra tratando de calmarse, fue tan real, lo podía sentir pegado a ella… sus labios, su voz, su aliento, sus manos que la acariciaban… ¡No le puede estar pasando lo que ella sospecha! Pero indudablemente Piero no era el único que sentía una poderosa atracción… ese deseo ahora era mutuo –
Así pasó el domingo, nada tranquilo por cierto, tanto Piero como Alexandra parecían llevar una penitencia a sus hombros… el lunes por la mañana, las cosas estarían bastante interesantes.
¡Buenos días jefa!...
¡No me hables! – Le dijo muy enojada entrando a su oficina y cerrando de un portazo –
¿Ahora qué hice? – Se preguntó inocentemente Piero ignorando todas las bajas pasiones que ya despertaba en su jefa –
¡Mejor ni le busques! Cuando viene con ese humor es mejor dejarla sola… - Le decía una secretaria que iba pasando en ese momento –
¡Pero aquí el ofendido debería ser yo! Por cómo me trata y yo muriéndome de amor, hasta soñando escenas indecentes con ella… ¡pero cómo me gusta! – Murmuró Piero cruzando los brazos, su jefa no era de carácter fácil… ¡Pero era lo que más le gustaba de ella! ¿Pueden creerlo? –
En todo el día Alexandra evitó lo más posible a Piero, le daba órdenes a través de otros, pero… llegó el momento de verse las caras por un encargo que había olvidado y era urgente.
¿Me llamó jefa? – Preguntó Piero entrando todo servicial a la oficina de Alexandra que ni se molestó en mirarlo –
¡Sí! necesito que vayas a comprar todo lo de esta lista que me falta… - Exclamó dándole una hoja doblada por la mitad sin mirarlo aún –
¡Déjeme ver! Dulces, sorpresas, globos… ¡Oh! Es para el cumpleaños de Kary…
¡Sí! es para el cumpleaños de mi hija… ¿Algún problema? – Le dijo muy seria y atemorizante –