Al día siguiente Maribel estaba peor que nunca, llegó a la empresa destilando más veneno de lo habitual, empujaba a todo el que se le atravesara en el camino… y sin atender a las palabras de la secretaria de Alexandra entró sin previo aviso a su oficina, abrió la puerta de un golpe asustándola y poniéndola nerviosa al pensar porque estaba como alma que llevaba el diablo.
¿Por qué no estabas en tu casa anoche? Llamé y me dijeron que no estabas – Le gritó a Alexandra tirando algunas cosas que tenía en el escritorio al suelo –
¿Qué…?
¿Dónde estabas? ¿Estuviste con él verdad? – Le gritaba con tanto coraje que hasta lloraba de pura furia y… celos –
¡Sal de mi oficina…!
¡Contesta! ¿Te quedaste con él anoche? ¿Dormiste con él? – Volvió a preguntarle rodeando el escritorio y quedando frente a ella –
¡No tengo por qué contestarte…! – Respondió Alexandra tratando de controlar sus nervios, aunque no le tenía miedo… le asustaba lo que pudiera hacerle a las niñas –
¡Dímelo!...
¡Bueno sí… me quedé con Piero anoche! ¿Contenta? – Al escuchar eso de inmediato le dio una cachetada a Alexandra y sólo una lágrima cayó por su mejilla, no quería devolverle la cachetada y hacer una escena vergonzosa en su oficina –
¡Vete de mi oficina! – Le dijo Alexandra tratando de controlarse… no quería llorar, no quería golpearla… pero si de algo estaba segura era que no iba a dejar a Piero sólo porque ella así lo quería… menos después de la noche que compartieron, ahí se dio cuenta que lo necesitaba más de lo que pensaba… mucho más, él y sus hijas son ahora su vida –
¡Te vas a arrepentir Alexandra De Fara! Te juro que te vas a arrepentir…
¡No me amenaces! Sé que me robas, atrévete a quitarme a las niñas y yo misma te denuncio con las pruebas que Piero encontró… más testimonios de mi nana que te han visto robar en mi propia casa - Alexandra hablaba con mucho valor, esa seguridad le quitó un poco el control a Maribel que creía tener a Alexandra atrapada, pero ahora la atrapada era ella –
¡No sólo con esas mocosas puedo vengarme! – Dijo la muy cínica saliendo tan rápido y más enojada de como entró, incluso peor, ya que había comprobado que Alexandra y Piero estaban juntos y que sus amenazas no la asustaban porque ella tenía como amenazarla también –
¡Espero que no haga nada! – Suspiró Alexandra dejándose caer en su silla y cubriendo su rostro, el inmenso amor que sentía por Piero le dio el valor de enfrentarla pero aún le asustaba y mucho lo que esa mujer pudiera hacer –
¡Reina tengo que decirte algo! – Entró muy agitado el señor Rey a la oficina de Alexandra y asustándola un poco –
¡Cristian estuvo aquí! – Dijo ella mecánicamente sin quitar las manos de su rostro –
¿Ya sabes entonces que volvió? ¡Y según yo venía a alertarte! – Exclamó algo desanimado y sentándose –
¡Sí! ayer vino a querer “conquistarme” ¿Puede creerlo? vino haciéndose el inocente y demás… ¡cómo quería golpearlo en ese momento! qué bueno que Piero lo puso en su lugar…
¿Piero? ¿El bajito? – Interrumpió el señor Rey con cara burlona –
¡Sí… el bajito! Y no le diga así – Se rió Alexandra mirándolo a los ojos, al menos él siempre la hacía reír a pesar de todo –
¡Sabía que te gustaba! ¿Y por qué tu mejilla está tan enrojecida? ¡Y no me digas que es el rubor porque no te creo! – Preguntó algo asustado –
Recuerdo de Maribel, se enojó como loca cuando le dije que estaba con Piero…
¿Con el bajito? ¿Dónde? ¡Alexandra De Fara! – Le decía el señor Rey todo regañón pero al mismo tiempo muy contento y divertido –
¡Lo sabe bien! Y yo que pensé jamás poder amar de nuevo… o querer entregarme completa así como con él – Suspiraba Alexandra recordando la maravillosa noche –
¡Pues me alegro mucho! Y más en la cara de mi inútil hijo… ¡Así que sepa de una vez por todas que no es Adonis y aprenda a ser buena persona y a tratar mejor a las mujeres! – El señor Rey sonaba muy satisfecho –