Pasaron dos meses, Cristian estaba en la cárcel y Maribel seguía desaparecida, al menos no había dado señales de vida ni había molestado en ese tiempo, Alexandra despidió al administrador de empresas que maquillaba los balances para cubrir los robos de Maribel y en su lugar quedó… ¡Adivinen! Sí… Piero Barone, él es el nuevo, talentoso y guapísimo administrador y al mismo tiempo… prometido de Alexandra De Fara.
Mami… - Escuchó Alexandra una vocecita muy familiar cerca de ella –
¿Qué pasa Kary? ¡Es sábado… déjame levantarme tarde! – Balbuceaba Alexandra aún con los ojos cerrados sin moverse –
¡Mami… tienes que levantarte! – Insistía Kary nuevamente –
¿Por qué? – Preguntó Alexandra abriendo los ojos y vio a Kary apoyada en la cama con sus manitas sosteniendo su mandíbula… la miraba con una gran sonrisa –
¡Papi te tiene una sorpresa! – Le dijo Kary tomándola de la mano y obligándola a levantarse –
¿Qué sorpresa? – La curiosidad se había activado en ella –
¡Es sorpresa! No te diré… papi dijo que no dijera nada… vamos…
¡Espera Kary! Debo arreglarme… mira no más, ando en pijama… - Decía Alexandra queriendo retroceder pero Kary no la soltó –
¡Papi dijo que dirías eso! Y me dijo que te contestara que así eres igualmente hermosa y que bajaras al jardín justo como te levantaste – Alexandra se quedó más admirada con la inteligencia de su hija, sólo sonrió, se acomodó un poco el cabello que se hizo a un lado dejando su nuca descubierta y bajó con Kary al jardín –
Mientras bajaba notó que habían más rosas rojas de lo normal… ¡Más bien la casa estaba inundada de rosas rojas!
¿Qué son todas estas rosas? – Preguntó Alexandra con los ojos abiertos de par en par… ¡Habían más rosas que marcaban un sendero hasta el jardín! –
¿Te gustan? ¡Son tus favoritas! Papi y yo las acomodamos – Respondió Kary muy feliz –
¿A qué hora hicieron esto?...
¡Cuando dormías! El sábado no madrugas y me levanté muy temprano para ayudar a papi…
¿Madrugaron un sábado por mí? – Exclamó Alexandra con lágrimas en los ojos y mucho más lloró cuando salió al jardín y vio más rosas que rodeaban a Piero, tenía en sus brazos a Dulce y ambos la miraban con una enorme sonrisa –
¿Qué significa esto? – Preguntó Alexandra acercándose a ellos y tomando de la mano a Piero –
¡Tu sorpresa! – Contestó él inclinándose para besarla, quedando la bebé en medio de ellos –
¿Sorpresa? Pero… no es mi cumpleaños… no es navidad, no es…
¡Sí! no celebramos nada eso, para eso ya habrá tiempo después – La interrumpió Piero besando su mano –
¿Entonces?...
¡Sólo quería darte algo que te gustaba mucho! Las rosas rojas son tus favoritas…
¡Gracias! – Decía Alexandra acariciando el rostro de Piero y mirándolo con ternura… ¿Este hombre era de verdad? –
Y agradécele a Dulce también, ella tiene algo que quiere darte – Dijo Piero sonriendo y mirando a Dulce que tenía en sus pequeñas manitas una bolsita rosa –
¿Qué quiere regalarme mi hermosa bebé? – Exclamó Alexandra besando a Dulce y tomando en sus manos la bolsita se dispuso a descubrir de qué se trataba… y sus ojos se llenaron de lágrimas al encontrar una pequeña cajita… igual a las que guardan en su interior… –
¡Un anillo! – Exclamó Alexandra abriendo la caja que tenía en su interior un hermoso anillo que brillaba a la luz del sol –
¡Alexandra! Mi hermosa Alexandra De Fara… ¿Quieres casarte conmigo? – Preguntó Piero lo que ella esperaba con todo su corazón, lo miró a los ojos y mordió sus labios por varios segundos… ¿Esto de verdad estaba pasando? –
¡Yo he estado a punto de casarme y…! las cosas no salieron bien…
¡No tengas miedo Alexandra! Yo te amo y jamás te dejaría plantada… eres mi vida y necesito tenerte en ella para siempre… así que… ¿Aceptas ser mi esposa? – Dijo Piero tratando de tranquilizarla, era comprensible su temor pero él no le haría lo que le hizo Cristian… ¡eso jamás! –