Después de servir el desayuno y el almuerzo, Betty se empezó a sentir ansiosa. Había acordado con Ranald que sacarían a Laonis por la noche. El enviaría a uno de sus hombres para ayudarla pero ella no tenía ni idea de quién sería.
El castillo estaba eufórico.
Los murmullos emocionados sobre la recuperación de su señora iban de boca en boca entre los habitantes. Su señora era motivo de orgullo. Era dura de vencer y a pesar de la gravedad de sus heridas y los continuo accidentes no sucumbía.
Aunque tantos "accidentes" comenzó a lanzar especulaciones entre algunos. No era común algo así. Podía alguien ser demasiado patoso como para caer en accidentes pero los de Laonis no eran situaciones comunes. Entre los que murmuraban aquello, comenzaron a temer que Su señora se encontrará bajo peligro de muerte. Quién querría deshacerse de ella?
-Conozco a alguien que le encantaría quitarla de en medio. -respingo Hilda.
Dory la miró con alarma.
-Esa muchachita holgazana tiene razones de sobra para tomar su lugar.-continuó Hilda.
-De que hablas?-murmuró Dory sobre excitada.-A nadie le gustaría saber que nuestra señora podría morir a manos de alguno de nosotros. Nadie querría algo así!
-Bah! Ya quisieras tu creerte eso, Dory! Yo se lo que te digo-la señaló con su dedo regordete- Pero esa holgazana no me da buena espina. Quiere meterse en la cama del señor! Si es que no lo hizo ya!
-Shh! Calla!-gimió Dory escandalizada
-No creo que el señor sea capaz de traicionar a su mujer. El la ama.
-Y esa muchacha lo ama a el! No quisiera que el señor cayera en manos de esa descerebrada y lastimaran aún más a nuestra señora pero tengo ojos, Dory! Yo se lo que he visto y lo que he visto es que esa bruja detesta a nuestra señora...!
-Pero que dices?-Lioslaith entró en las cocinas y escuchó los cuchicheos de ambas mujeres. -De quién hablas Hilda?
Dory se retorció las manos nerviosa e intentó callar con la mirada a Hilda pero está mujer parecía no tener miedo o estaba demasiado segura de sus sospechas.
-Hablo de la muchacha que vino con los señores cuando se mudaron a Gylen Castle, señora. Esa Betty.
Lioslaith entrecerró los ojos con enojo.
-Crees que ella está intentando matar a Laonis.-no era pregunta.
-Sí, señora. Estoy casi segura. El castillo era tranquilo antes de que ella apareciera. Nadie aquí tiene nada en contra de los señores pero esa muchacha no parece feliz siendo una simple criada. Creo que quiere algo más.
-Tienes razón.-la afirmación dejo con la boca abierta a Dory e hizo sonreír con satisfacción a Hilda.-Betty fue la amante de mi hijo desde antes de que conociera a Laonis.
-Aja! Te lo dije!-exclamó Hilda dándole un palmazo en la frente a una estupefacta Dory.
-Supongo que el matrimonio de mi hijo con Laonis no le agradó y siempre quiso ser la señora de Macdougall. Pero aún así, me cuesta creer que ella esté detrás de todo esto.
-Tendría que ser muy inteligente para tramar todo esto.-confirmó Dory ganándose una mirada airada de Hilda.
-Esa muchachita esconde más maldad que cualquiera de nosotros juntos. Es una loba en piel de cordero. Tiene una máscara de inocencia pero el corazón retorcido de maldad!
Lioslaith y Dory se miraron asombradas por las palabras de la mujer.
-Yo trató con ella todos los días, mi señora.-continuó Hilda. - Yo se de lo que hablo. Ella mira con envidia la posición de la señora y mira con lujuria al señor. Yo lo he visto!
-Te creo.-la tranquilizó Lioslaith.-Pero antes de culparla necesitamos pruebas. No podemos señalarla así sin pruebas.
Hilda asintió. Dory parpadeó y Lioslaith suspiró.
Realmente esperaba que Betty tuviera las manos limpias y no fuera culpable de los acontecimientos que le habían pasado a Laonis. Pero si ese fuera el caso, Lioslaith sabía muy bien que lado apoyaría.
Betty se dirigió a las cocinas con una canasta de verduras en las manos. Tenía las manos congeladas porque antes había Sido enviada al lago a lavar unos manteles que usarían en las mesas.
Cómo la recuperación de Laonis iba viento en popa, Alexander había pedido una cena especial para festejarlo.
Bastante molesta, congelada y hambrienta, Betty iba en dirección a las cocinas a calentarse y comer pero al notar a las tres mujeres ahí dentro se paró en seco. Lioslaith, Dory e Hilda la miraron con atención un momento antes de que la primera saliera seguida de la segunda dejando a Hilda en las cocinas.
Betty bajó la canasta de verduras y se dirigió a la alacena de dónde saco un pedazo de pan y un poco de queso. Sentía la mirada de Hilda en la nuca y se incomodó pero aún así, comió y después se puso a limpiar las verduras del canasto.
Hilda caminó hacia el caldero donde hervía el estofado que serviría en la cena. Revolvió un poco el interior sin dejar de prestar atención a los movimientos de Betty. No sé fiaba de la muchacha y después de exponer sus sospechas el aborrecimiento que sentía hacia ella creció.
Betty soltó un suspiro exasperado. La tensión en el ambiente era palpable. Y el hecho de sentirse medio paranoica lo empeoró. Y si se habían enterado de sus planes? Alguien los había escuchado? Quién la delató?
Bueno, quién no lo haría? Ella no era del agrado de nadie aquí. Parecía que todos la miraban con recelo. Apenas hablaba con nadie porque nadie parecía interesado en charlar con ella. Sintió la rabia volver a ella como un escalofrío. Si alguien la había delatado, poco podía hacer. Quién la defendería? Nadie movería un dedo por ella.
-El...el...el...-ambas mujeres se giraron hacia el hombre que tartamudeaba en la puerta. Estaba envuelto en un tartan y su aspecto era desaliñado pero su rostro despejado reflejaba seguridad. Cargaba un saco en su espalda.-El señor me envió a dejar esto.-dijo al fin.
Hilda asintió con la cabeza esperando que fueran las papas que hacía mil años había mandado pedir.