CLARENCE HERVÉ DOMINIC
El hermano gemelo de la mujer que amo es un grano en el culo.
Un grano grande y molestoso, me sonríe de forma mezquina desde el otro lado de la habitación y el deseo de darle un puñetazo que le rompa los dientes crece. El pensamiento nunca se va, se ha convertido en la fantasía mas ferviente que he deseado nunca, pero no creo que Bailey reaccione muy bien al hecho de que le reconstruya la cara a golpes a su querido hermano. Se cree la gran mierda, se pavonea como si fuese mejor que yo y va como si la vida fuese una competencia y quisiese restregarme de que nunca seré como él ante Bailey.
Maldito, la conocí primero que él —bueno, realmente no fue el caso—, pero la conozco mejor que él. No me importa que hayan compartido saco por nueve meses en la barriga de Julietta McCaney.
Compartir espacio con Donatello Vandery ha sido la cosa más molestosa e irritante de mi existencia, es un exhibicionista de primera y cree que todo el mundo quiere verle la horrible polla que le cuelga de entre las piernas. No sé como la mujer de aspecto aburrido lo soporta, supongo que son tal para cual.
Veo como se desafían con la mirada mientras ella ajusta la corbata entorno a su cuello y él la molesta en voz baja, haciendo que ella ruede los ojos y que le rodeé el cuello con fuerza, cortándole el aire. Sí, adorables. No todo el mundo puede decir que atrapó a la persona que estaba destinado a matarlo entre sus garras.
Pero si alguien pudiese embaucar en sus telas de arañas molestosas, y atrapar a la asesina con misión de matar al príncipe, ese era él.
—¿Terminaste de repasarme? —me ladra, levanta la mirada de la mujer frente a él para enarcarme la ceja derecha —. ¿Viste algo que te gusta?
—Repasaba cuantos golpes serían necesarios para dejarte sin tu sonrisa come mierda.
Donatello sonríe de forma abierta.
—Me gustaría verte intentarlo.
—Me encantaría intentarlo —aseguro, respirando con fuerza.
Bien, estoy molesto. Donatello prohibió mis visitas en Bethlem, no confía en mi y cree que es mejor para el proceso de sanación de Bailey sino me ve, también cree que iré a sacarla. Es obvio que soy enemigo número uno de las lágrimas de mi mujer, verla llorar crea un vacío en mi pecho que me desespera y todo lo que quiero es encontrar la puta solución que pare sus lágrimas. Odio verla sufrir, querré evitarlo a toda costa siempre.
Pero lo que más me molesta es que hoy es su cumpleaños y no podré estar con ella. Quisiera estamparle la cabeza en el cristal mas cercano, pero eso no me hará ganar puntos con Bailey. Así que seré un niño bueno y me quedaré tranquilo, mientras él se asegura que mi pequeña dolcezza se encuentre bien.
Mientras tanto, seguiré buscando pistas de algo que necesito encontrar. Sea vivo o muerto. No creo estar preparado para ninguno de los casos.
En ese momento el teléfono de Donatello suena y él se lo lleva a la oreja con una sonrisita de estúpido en la cara. Enarco la ceja viendo como Belladona sigue sin inmutarse. Es la tercera vez que veo el mismo escenario, ¿habla con otra mujer delante de la mujer a la que se folla? Son bien extraños, no dudaría de que hicieran eso del poliamor, pero viendo lo posesivos que son ambos me hace dudarlo. Mi ceja de hunde más ante el misterio y la incertidumbre crece cuando escucho un "hasta luego, princesa" de parte del gemelo malvado.
Mis sospechas crecen, mi pie derecho se mueve con nerviosismo debajo del otro, Donatello me da una última mirada antes de alejarse.
—Nos veremos mañana —dice.
Asiento, pero no, no va a verme mañana. Tengo un rastro que seguir. Espero que su figura desaparezca y que los guardias caminen detrás de él antes de tomar mi camino yo también. Belladona me repasa por última vez antes de salir al campo y unirse al entrenamiento de los nuevos soldados reclutados.
Recorro uno de los largos pasillos y tomo las escaleras hasta las habitaciones en la mansión en donde Bailey estaba junto a Donatello meses antes, tengo una propiedad a quince minutos en helicóptero de distancia, siempre me gustó mi espacio y prefería que existiera un descanso en las interacciones de Donatello y yo. Liechtendachs no está muy lejos, la reconstrucción de la ciudad no ha parado desde el momento en que el gemelo loco la envió abajo con algunas bombas. No sabía como pensaba reconstruir todo un puto país en pocos meses, pero lo estaba logrando, siendo que todo el impacto solo lo recibió la ciudad.
Tomo la perilla de la puerta de la habitación que perteneció a Bailey y me cuelo dentro. Su olor me azota al instante y un dolor en el pecho se asienta, dejándome confuso. He estado odiando nuestra situación por años, pero ahora se siente como si empeorara y cada vez estuviéramos más lejos.
Lo odiaba.
Inspecciono cada rincón y toco cada accesorio perteneciente a Bailey queriendo encontrar lo que sea, aunque sea una mínima pista de lo que había estado buscando desde diciembre cuando descubrí que solo existían los restos de una de las gemelas que concebimos. Me detengo en la cómoda y tomo el cepillo, pasando mis dedos por las hebras de cabello negro entre los dientes del accesorio. Es cuando lo veo, algunos cabellos naranjas enredados entre el negro, deslizo algunas hebras viendo los largas que son y algo parecido a una energía poderosa se apodera de mí, logrando que mis manos tiemblen.
Saco mi teléfono y marco el número de Aton, quien contesta al segundo timbre.
—Necesito que entres al teléfono de Donatello y averigües quien le llamó, alrededor de las 11:35 de la mañana. Una dirección, un nombre, lo que sea.
—Veré que puedo hacer —dice, a lo que cuelgo sin despegar mis ojos de la hebra de cabello que despierta una gigantesca esperanza dentro de mí.
Los sentimientos se me mezclan en el pecho haciéndome sentir sofocado, nunca fui bueno gestionando mis emociones y verme sin Bailey me ha hecho sentir como un barco a punto de naufragar en cualquier momento. Siempre tuve miedo de contarle la verdad, sabía que iba a sentirse traicionada cuando se enterara que sabía sobre su verdadera identidad, pero no era sencillo decirle a la mujer que amas que es dueña de un imperio que pesa mil toneladas y que sabe a sangre y muerte. Si hasta sus padres murieron intentando protegerlo y protegerlos a ellos.
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Editado: 10.11.2024