BAILEY
Era increíble la forma en que las circunstancias podían cambiar de escenario en lo que se sentía como una fracción de segundo. Como el ser humano era capaz de pasar de la angustia a la felicidad en tan poco tiempo y como el caos podía transformarse en paz y hacer creer que el caos nunca existió. Estaba experimentado en ese momento una sensación igual, una sensación de paz inexplicable que tenía mucho que ver con la niña de ojos feroces que me devolvía la mirada como si yo fuese la persona más preciosa y capaz del universo, como si yo fuese ese ejemplo a seguir que no podía ser ignorado.
Julietta entró en la habitación en ese momento, había estado con los soldados dando ordenes mucho luego del caos y había delegado las misiones a los comandantes que tenía, en ese momento lucía más fresca, la sangre no pintaba su rostro, aunque seguía con su vestimenta de guerra.
—Aquí está, la princesa de la casa —abrió sus brazos y su sonrisa se ensanchó con absoluta felicidad —. Mi Dios, si eres un retrato mío en toda la extensión de la palabra —buscó mi mirada y la de Valorie y no pude evitar reírme —. ¿Visto eso, mi corazón? Los genes McCaney hicieron acto de presencia.
Yvaine lució igual de emocionada, se levantó del sofá y corrió a los brazos de la mujer que aguardaba por ella.
—¡Abuela!
—Oh, cielo, todavía ni canas tengo, ¿que tal mamá Julietta? —se rio nerviosamente y besó sus mejillas, apretándola contra ella —. Dios, no puedo esperar hasta que Even te vea, enloquecerá.
Negué con la cabeza y me dejé caer en el sillón donde había estado mi hija, me acaricié el vientre sintiendo el agotamiento pero no pudiendo estar más feliz de ver la interacción entre mi hija y mi madre, un escenario que ni en mis sueños más locos logré ver.
—¿Cómo…cómo es que estás aquí, mamá? —preguntó Yvaine maravillada —. Hay estatuas tuyas en AC, mi maestro dijo que eres la mejor guerrera de todas, por cierto tengo todos tus diarios, ¿no te importa verdad?
Mi madre negó despacio, sin soltar a Yvaine se sentó a mi lado y sentó a su nieta en sus piernas.
—Para nada, estoy orgullosa de que sigas mis pasos, serás incluso más impresionante de lo que fui —aseguró —, y en cuanto a lo demás, es una larga historia, pero debes saber que no iré a ningún lado ya. Tu familia estará completa, para protegerte.
Peinó el cabello de Yvaine y era imposible no ver la ilusión en sus ojos al ver el color que compartían.
—Es preciosa —dijo, mirándome con orgullo —, lo haz hecho tan bien sin mí, no me cabe el orgullo en el pecho.
Sabía lo doloroso que le resultaba ver todo lo que se había perdido, pero no iba a permitirle que se deprimiera, teníamos una oportunidad de hacerlo mejor. Lo haríamos.
—Pero ahora lo haré mejor teniéndote —apreté su mano encima del sofá y el sentimiento reconfortante se extendió.
La puerta se abrió de par en par en ese momento y los hombres de la dinastía irrumpieron por la puerta llenando el lugar.
—Todo bajo control —Atlas hizo una reverencia hacia mi madre.
Julietta besó la mejilla de Yvaine y la posó a mi lado, mi niña se giró para observarme y dejó sus delicadas manos encima de mi vientre, sonreí. Mi madre se acercó a Atlas y vi como le quitaba el traje de soldado de forma figurada cuando lo atrajo hacia él y lo abrazó.
—No hubiese hecho nada de esto, sin ti Atlas, gracias. El idiota de tu padre debe estar orgulloso del hijo que tiene, si no lo ve, haré que lo vea cuando le de algunos puñetazos.
Atlas se rio levemente y se dejó mimar por el abrazo de mi madre, que se alejó para dedicarle una larga mirada a los demás hombres. Ladeó su rostro cuando cayó sobre Atón.
—Tú debes ser Atón —sin esperar a que hablara fue y lo abrazó —. Yo elegí tu nombre, agradéceme. Tu padre tenía unas opciones extrañas.
Atón era más reservado, pero la miraba con respeto, le devolvió el abrazo, para luego correr hasta Valorie y fundirse en un abrazo que podría terminar convirtiéndolos en uno solo, desvié la mirada para darles privacidad para encontrar a mi madre ahora delante de Clarence.
—Clarence Hervé —nombró despacio —, gracias —susurró —, es un placer al fin conocer el hombre que tiene el corazón de mi hija, te la pondré fácil, la parte difícil se la dejaré a Even.
Julietta siempre hablaba desde la esperanza cuando nombraba a Even, sin importar los años, los días y las horas, nunca se había rendido con él.
—Estoy preparado para lo que venga por ella, mi reina, me alegra saber que está viva y sana, es un alivio inexplicable —contestó despacio, me sorprendía ver una actitud tan dócil en alguien de carácter tan fuerte como Clarence. Pero era lo que Julietta demanda sin hacer mucha cosa —, mi padre, él estaría feliz de saberlo.
—Lo hará en su debido momento —aseguró Julietta, apretó su hombro y luego lo abrazó, terminó susurrándole algo que no escuché y luego se separó —. Debemos tener cuidado por ahora, no es momento de que Julia se entere que su plan hace tantos años no funcionó.
Dejó a Clarence para fijarse en el hombre que se había quedado apoyado de la pared, con los tobillos cruzados, mientras se miraba las manos luciendo perdido. Era un constante impactante, Donatello era como un dios del caos, lucia salvaje y capaz de aniquilar a cualquiera sin detenerse a pensar mucho; pero justo en ese momento parecía un niño perdido esperando a que su madre dijera algo que lo sacara de su miseria.
—Ven aquí, hijo mío —sollozó Julietta, caminó lentamente y la vi tomar aire, esperando que Donatello se dignara a mirarla. Este reaccionó de repente y la aplastó contra su pecho sin nada de sutileza, enterrando el rostro en su cabello, mi madre no era una mujer pequeña, al menos no delante de mí, pero Donatello le pasaba por mucho, mi hermano acarició el cabello de mi madre lentamente y se embarcaron en una conversación en voz baja que buscaba ser privada, en el leve movimiento de hombros de ambos sabía que estaban llorando.
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Editado: 10.11.2024