—Ah, Sabrina, Orel, bienvenidos —los saludó Felisa desde la punta de la enorme mesa ovalada en el salón principal del palacio blanco—. Por favor, tomen sus lugares. Ahora que estamos todos, podemos comenzar.
Sabrina y Orel se sentaron junto a Bruno y Augusto.
No estamos todos, pensó Sabrina. Dana seguía sin aparecer a las reuniones. Desde la muerte de Lug y el cruce hacia Sorventus, Dana se había recluido en una de las cámaras de privación, negándose a hablar con nadie. Apenas había aceptado que Kalinda sanara sus manos quemadas. La comida y las velas que le eran llevadas diariamente aparecían en la puerta de la cámara casi sin tocar. La situación preocupaba a todos, pero especialmente a Augusto, que, a pesar de los constantes rechazos de ella, seguía intentando sacarla de su angustiosa depresión.
—¿Cómo van las cosas en el campamento? —preguntó Felisa.
—Los sylvanos son muy resilientes. No ha habido conflictos hasta el momento y han aceptado la organización que he propuesto sin mayores protestas —comenzó Sabrina—, pero hay murmuraciones sobre su futuro y se preguntan por qué la Reina de Obsidiana no les ha ido a hablar al respecto en los últimos días.
—Iré a hablarles cuando tenga algo nuevo que decirles, cuando tenga una propuesta sobre los siguientes pasos —dijo Felisa, un tanto molesta ante las implicaciones de las palabras de Sabrina.
—Por supuesto —hizo una inclinación de cabeza Sabrina—, ellos entienden que estás ocupándote del asunto y que por eso no tienes tiempo para dirigirte a ellos directamente.
—Tal vez sería buena idea que la reina se apersonara en el campamento y les dijera algunas palabras de aliento —propuso Orel.
—¿Palabras falsas de consuelo? —inquirió Felisa—. No, no los trataré como niños, no lo son.
—¿Cuánto tiempo pueden sostenerse las cosas en el presente estado? —preguntó Meliter.
—Mientras estén ocupados, construyendo y trabajando, se mantendrán calmados, pero después de eso será más difícil —respondió Sabrina.
—¿De cuánto tiempo estamos hablando?
—Un mes, tal vez dos. No más de eso.
—Podemos estirarlo más si es necesario —intervino Iriad.
—¿Cómo? —se interesó Sabrina.
—Esta isla es rica en energías naturales. En poco tiempo, los sylvanos comenzarán a recuperar los poderes que perdieron en Arundel. Cuando suceda, la rutina del campamento cambiará drásticamente.
Sabrina permaneció en silencio. Sabía cómo manejar un grupo con las estrategias de campamento militar que Bernard le había hecho estudiar hasta el cansancio, pero una comunidad con poderes mágicos… eso era algo totalmente diferente, algo para lo que no estaba preparada.
—Supongo que cuando eso suceda, los sylvanos necesitarán una guía diferente a la de las pautas para una mera supervivencia física —comentó Felisa.
—Sí —confirmó Iriad—. Volver a cultivar y manejar la magia después de tanto tiempo de vivir sin ella será un proceso delicado, arduo y largo.
—¿Tú puedes ayudarlos? —inquirió la reina.
—Eso espero, pero necesitaré ayuda —respondió Iriad.
—Te asignaré a Meliter y a Torel —decidió Felisa—. Si necesitas más gente, dame una lista de nombres y los consideraré.
—Gracias —asintió Iriad.
—Supongo que mi función cesará pronto, entonces —dijo Sabrina, un tanto decepcionada.
—No veo por qué no puedes trabajar junto al equipo de Iriad —dijo Felisa.
—No te preocupes —intervino Valamir—. Si lo que quieres es organizar y liderar, pronto tendrás esa responsabilidad multiplicada en Marakar.
—Trajiste noticias del continente, ¿no es así? —se entusiasmó Sabrina—. ¿Sabes algo de Liam?
Valamir se revolvió inquieto. Sabía que las noticias que tenía para dar no serían del agrado de la princesa.
—¡Habla, Valamir! —exigió Sabrina.
—Ariosto está muerto —anunció Valamir con el rostro serio.
Sabrina se quedó helada.
—Entonces… ¿Quién…? —preguntó despacio la princesa.
—Zoltan se ha autoproclamado regente de Marakar —respondió Valamir—, lo que le da los recursos necesarios y la libertad para avanzar sin obstáculos en la preparación de la guerra que está fraguando.
—¿Y Liam?
—Lo siento, no sé nada de él ni de Cormac.
—¿Está en Marakar? ¿Cayó en manos de Zoltan? —lo bombardeó a preguntas Sabrina.
—No lo sé —meneó la cabeza Valamir.
—Iré a empacar mis cosas —se puso de pie Sabrina—. Me llevarás al continente.
—Sabrina… —levantó las manos Valamir, tratando de apaciguarla—. Este no es el mejor momento para…
—¿Mejor momento? —lo cortó ella con vehemencia—. ¿De qué me estás hablando? Es claro que debo regresar a Marakar y desbancar a ese usurpador de Zoltan. Y ya que ninguno de ustedes puede decirme lo que ha sido de Liam, lo buscaré yo misma —decidió.
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Editado: 19.02.2021