A la mañana siguiente del banquete, mientras todos dormían sus borracheras, el sobrio Liam estudiaba concienzudamente unos mapas proporcionados por Cormac en la biblioteca de Marakar.
—Es posible que haya buenos yacimientos en esta área —señaló Cormac un macizo de montañas al sureste de Marakar, pero nunca han sido investigados ni explotados. ¿Tienes conocimiento sobre minería?
—No —admitió Liam—, ¿tú?
—Solo lo que he leído en libros.
—Encontraremos gente especializada —aseveró Liam—. El problema principal será encontrar los lugares exactos de dónde extraer los minerales. Trabajar por ensayo y error podría llevarnos una eternidad.
—Tal vez puedas pedir ayuda a Riga —ofreció Cormac—. Los Adivinadores suelen ser capaces de percibir fuentes de metales y cristales.
—Eso ayudaría —asintió Liam—. Hablaré con ella.
Alguien golpeó la puerta de la oficina de Cormac en la biblioteca. Liam enrolló rápidamente el mapa y lo ocultó.
—Esos malditos nobles no me dejan ni a sol ni a sombra —se quejó Liam.
—Es el precio de aparecer de la nada como príncipe consorte en una corte real —comentó Cormac—. ¿Quieres que me deshaga de ellos?
—Gracias, me harías un gran favor. No tengo ganas de escuchar sus idioteces desde tan temprano en la mañana —respondió Liam.
Cormac abrió la puerta solo lo suficiente para sacar la cabeza. Luego la abrió del todo y dejó pasar a quién había venido, sin intentar detenerlo. Liam frunció el ceño, pero al ver que el recién llegado era Lug, se relajó.
—Buenos días, Liam —lo saludó Lug—. Tenemos que hablar —sentenció—, en privado —miró de soslayo a Cormac.
Cormac solo asintió en silencio y se retiró de su oficina, cerrando la puerta tras de sí.
—Te ves bien esta mañana —le señaló Liam una silla a Lug para que se sentara, haciendo lo propio del otro lado del escritorio de Cormac.
—Gracias, tú también —respondió Lug.
—Anoche en la fiesta parecías un tanto… —Liam buscó una palabra adecuada que no ofendiera a Lug— preocupado —dijo al fin—, como si algo no estuviera bien contigo. Pero esta mañana estás radiante.
—Te estás volviendo cada vez más perceptivo, Liam. Me alegro —sonrió Lug—. Sí, hasta ayer estuve mucho más que preocupado —admitió—. El traspaso de mi conciencia del Tiamerin a mi cuerpo no fue totalmente exitosa. Perdí todas mis habilidades en el proceso.
—Ah, eso explica tu viaje a caballo hasta aquí —comprendió Liam—. Me llamó la atención que no te hubieras teletransportado con Dana. Augusto también notó el detalle.
—Pero anoche, después de que me perdonaste, volví a percibir los patrones mentales. Estuve toda la noche probando mis habilidades. Todas han regresado. Gracias, Liam.
—Me alegro mucho por ti —respondió Liam—, pero no creo que mi perdón haya tenido nada que ver. Torel experimentó también una gran mejoría de sus habilidades al pisar el continente. Lo mismo debe haberte pasado a ti.
—No lo creo. Tu amistad es muy importante para mí, Liam. El hecho de que tú y yo estemos bien otra vez es lo que restauró mi poder.
—Me halaga que elijas pensar eso —dijo Liam—. Nuestra amistad es importante para mí también. ¿Es esto una despedida? ¿Has decidido volver al Círculo?
—Nos vamos esta tarde —asintió Lug—. Augusto, Bruno, Dana y yo.
Liam suspiró y bajó la mirada con pesadumbre. Había esperado que Lug se quedara un poco más…
—Es por eso por lo que he venido a hablarte —siguió Lug.
—No voy a ir con ustedes, mi vida está aquí ahora —lo atajó Liam, pensando que Lug había venido a intentar convencerlo de volver con ellos.
—Oh, ya lo sé —respondió Lug—. Lo he asumido desde hace tiempo. No es eso de lo que he venido a hablarte.
—Ya veo —asintió Liam—, has venido a hablarme sobre mi plan.
—Sí —admitió Lug.
—Viniste a coartarme, a decirme que no puedo introducir conocimientos foráneos avanzados en un mundo atrasado. Es solo un ferrocarril, Lug. No es como si estuviera introduciendo internet y teléfonos móviles en el siglo dieciocho. La revolución industrial está en ciernes. El motor a vapor es…
—Liam —lo cortó Lug con las manos en alto—, tu plan de construir un ferrocarril me parece inspirado, provechoso y más que adecuado para los tiempos que se avecinan en Ingra.
—¿Pero…? —adivinó Liam una objeción.
—Hay un elemento que no has considerado —respondió Lug despacio.
—Los sylvanos —dedujo Liam.
—Sí. Aunque no lo parezca, cinco mil sylvanos pueden traer grandes alteraciones al tejido social de Ingra.
—Me ofende que me creas tan ingenuo como para no haberlo considerado —dijo Liam—. Por supuesto que traerán grandes alteraciones. Todo este fantástico plan de integración pacífica no es tan simple como parece. La idea de Sabrina es genial, pero en la práctica, no sabemos cómo será la relación entre los sylvanos y los campesinos de Marakar, no sabemos como reaccionarán unos y otros. Y el mayor problema que veo no es Marakar. El problema es que tanto Sabrina como Felisa piensan que los conflictos que puedan llegar a surgir tendrán que ver con violencia de los humanos hacia los sylvanos. Nadie piensa que la raza que fue subyugada y exiliada de su propio mundo pueda albergar sentimientos de venganza hacia los usurpadores humanos.
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Editado: 19.02.2021