La reina del cementerio

Capitulo 24

 

  Ricchi llegó a la comisaria primero, el abogado cinco minutos después.
Era un hombre petiso, gordito. Tenía un traje de lujo y corbata de los colores de jungla.
Además tenia cachetes inflados y rojos.
- ¿Buenos días, usted es Richard? - el abogado le estiró la mano con dedos cortos y gordos.
- Buenos días.
- Antes que entremos, me gustaría hacerle un par de preguntas sobre el caso.
Ricchi asintió la cabeza y le contó que una doctora está detenida por sospecha de homicidio de dos policías. Ricchi tiene que hablar con ella. Es importante.
Abogado Weiland pensó un poco.
- Está bien. Voy a tomar el caso. Vamos. 
   Entraron a la comisaria.
Richi miró alrededor.
Un mostrador, una docena de escritorios, unas veinte personas en movimiento.
El abogado se sentía acá como pez en el agua.
   En media hora Richi y Weiland entraron a la habitación de encuentros.
Weiland lo invitó a Ricchi sentarse. También se sentó y sacó unas hojas del portafolio. Para tomar notas.
Entró la doctora Clemens bajo custodia.
Miró a ellos.
La cara del abogado se estiró del asombro. Una mujer tan hermosa no la tienes como clienta todos los días.
La doctora reconoció a Ricchi.
- Buenos días - dijo ella - ¿a que se debe tanto interés por mi persona?
- ¿Se acuerda de mí? - preguntó Ricchi.
- No mucho. Estuviste en el hospital hace poco.
- Así es - dijo el chico, - me gustaría hablarle sobre Ela Dickens.
- Era mi paciente - contestó la doctora fríamente - no la pudimos salvar. Pobre chica.
   Ricchi la miró a la doctora, pensando una estrategia. Parece que la doctora Clemens tiene sus razones para ocultar asuntos de Ela.
Ricchi suspiró.
- Escuche doctora. Ayer yo y Ela fuimos al hospital...
Al escuchar esto por la mirada de la doctora paso una leve sombra.
- Hablamos con señor Edson - continuó Ricchi.
- Si. Es el encargo de la morgue.
- Y el señor Edson le dio a Ela...
- Esperen un minuto - intervino el abogado - ¿por qué no hablamos de los policías que fallecieron?
   Ni Ricchi ni la doctora Clemens no lo miraron.
Ricchi decidió dejar de dar vueltas.
- Cuénteme la verdad doctora, Ela está conmigo. Pero necesita su ayuda.
La doctora bajó la mirada pensando.
- ¿Qué quieres saber?
- Todo.
   La mujer tocó el anillo con la piedra azul que tenía puesto y empezó a darlo vueltas en el dedo.
- Mira chico. Es una historia larga. No te conozco tanto para revelar todo el asunto.
- ¡Pero lo tengo que saber! - el chico estaba perdiendo la paciencia - Ela está en peligro!
   El abogado los miró sorprendido.
- Esperen, por favor. ¿Qué tiene que ver una tal Ela, con el asunto de los policías? Me parece que ustedes no me cuentan la verdad.
- Doctora, - dijo Ricchi - tenemos que ayudar a Ela. Si es que para usted ella es tan valiosa como para mí.
   La mujer lo miró a los ojos.
- Confío en ti.
   Doctora sonrió tristemente.
- Es una historia larga y empezó hace muchos años, cuando esta ciudad todavía era un pueblo.
   La cara del abogado se puso color tomate.
- ¿Le parece que tenemos tiempo para una historia larga? Mi tiempo es valioso.
- Le voy a pagar su tiempo - dijo Ricchi - continúe por favor - miró a la doctora.
- Entonces. En esta ciudad vivía una mujer... - otra sonrisa triste. Los recuerdos la ponían nerviosa.
- Era una buena persona. Era la curandera del pueblo. Pero un día no pudo salvar el hijo del alcalde. Pobre chico murió.
   Los ojos de la doctora se llenaron de lágrimas.
- y allí... a la mujer la declararon bruja. Y ejecutaron en una fogata.
   Ricchi escuchaba sin respirar.
El abogado ya estaba resignado.
- Pero antes que la quemaron, la mujer tomó un elixir...
   Doctora suspiró. Tenía un nudo en la garganta.
Ricchi le tocó la mano.
- Bueno - dijo la doctora volviéndose a la realidad. - ¿cómo está Ela ahora?
- Ayer fuimos a ver al señor Edson- continuo Ricchi - le dio elixir...
    La mujer sonrió.
- Pobre Ela. ¿Cómo aguanto el elixir? Seguro que sufría mucho. Nunca le dimos esta sustancia mientras estaba consiente. Pero es una chica muy valiente.
- No. Todo lo contrario. Le agradó. 
   Una leve sorpresa le pasó por la cara de mujer.
- Y además - continuó Ricchi - tenía aroma agradable, a rosas, me parece.
   La cara de la mujer se hizo piedra.
- Lo que no entiendo - dijo Ricchi – ¿por qué apenas salimos del hospital, Ela otra vez se desmayó. No tiene pulso. Está como antes...
   Los ojos de la doctora tiraron relámpagos.
- ¡POR QUE NO ES EL ELIXIR QUE LA REINA NECESITA! ¿Hace cuánto que está muerta?
- De...desde...ayer - dijo Ricchi asustado.
   El abogado temblaba entero.
La doctora apoyo las palmas en la mesa.
- ¡Si señorita Dickens no recibe elixir correcto, pronto su cuerpo se va a descomponer y la vamos a perder para siempre!
   La mujer se levantó de golpe, se inclinó sobre la mesa y agarró al abogado de la punta del saco.
- SÁCAME DE ACÁ! YA!

 




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