La reina del cementerio

Capitulo 30

 

Jerome miró a Virginia Clemens. La reconoció. Era la doctora que atendió a Ela antes que la chica muriera.

- Buenas tardes señora Clemens.

- Hola señor Dickens. Me alegro de verlo.

- Me gustaría decir lo mismo, pero primero quiero escuchar alguna explicación sobre el estado de mi hija.

- Claro. Le puedo contar todo.

Antes que la doctora llegó a decir algo más, el abogado se metió en el medio.

- Lamento mucho la situación, señora Clemens, -dijo el cachetón - pero no podemos sacarla de la cárcel bajo fianza.

- Lo presentía - dijo la mujer con la voz débil - esto no va a ser tan fácil.

Su mirada se puso triste.

- Pensar que yo estoy luchando hace casi doscientos años. Y ahora cuando parece posible vencer, me ganaron la mano.

Ricchi la miró con lastima. Una mujer tan linda, pero tan infeliz.

- Le quería preguntar por Ela - dijo el chico. - ¿cómo la podemos salvar?

Los ojos de la doctora se quedaron brillantes.

- Si. Ya que no puedo salir de acá, podemos pedir ayuda.

Jerome rascó la barba.

- Primero quiero escuchar una explicación.

La doctora suspiró.

-Está bien.

- Traten de no tardar mucho - dijo el abogado - tenemos poco tiempo.

-Está bien - contestó la doctora - voy a ser breve. Señor Dickens . Exactamente ciento noventa y siete años atrás yo vivía en esta ciudad. Y acá me intentaron de ejecutar en la fogata como una bruja. Me salvé de milagro. Y ese milagro era elixir que pude generar.

- ¿Cómo no la quemó el fuego?

- Elixir es una sustancia muy fría que está en la sangre. Te protege del calor extremo y conserva tu cuerpo. Y no solo esto. Permite revivir la gente recién fallecida. Así resucitamos a su hija.

- ¿Pero para qué?

La doctora miró a la mesa y empezó a dibujar los círculos con el dedo. Estaba nerviosa.

- A su hija la estábamos observando desde chiquita. Ella tiene poderes especiales.

- ¿Cuales?

- Sentir las almas. Y hablar con ellas.

- ¿Pero para que necesita todo esto?

- Cuando yo me resucité, más adelante empecé a resucitar más gente. No quería estar sola. Y también quería vengarme. Así formé un pueblo. Nosotros nos llamamos los "Crimson". Durante muchos años teníamos que escondernos. No podíamos resistir a la masacre que nos hacían. Pero ahora llegó el momento de salir del escondite y vivir una vida normal. Su hija, señor Dickens nos puede proteger. Tiene un arma él más poderoso que he visto.

Los dos hombres y el chico se quedaron asombrados.

De atrás se escuchó el grito de la mujer policía.

- El tiempo de visita se terminó.

- ¡Necesitamos más tiempo! - se levantó el abogado diciendo a la mujer policía. - usted tiene que avisar anticipadamente a cinco minutos al terminar la sesión.

Ricchi la miró a la doctora preocupado.

- Por favor, díganos ¿cómo podemos salvar a Ela?

- Te doy número de teléfono de mi ayudante. Llámale. Él te ayudará conseguir elixir.

Ricchi sacó el celular.

- Estoy anotando.

- Se llama James Brash – dijo la doctora.

Ricchi empezó a anotar en los contactos, pero el celular ya tenía este nombre. Claro. Era celular de la enfermera que murió protegiendo a Ela.

- Para que él les crea, díganle mi verdadero nombre - Elizabeth Trenton. Y también adviértanlo que Edson, el cuidador de la morgue nos traicionó.

Al Jerome y al abogado se estiraron las caras.

- ¡La famosa leyenda de Elizabeth Trenton!

La mujer sonrió. De repente se acordó de algo más.

- Tengo una idea - dijo ella. - ya me falta poco. Entre hoy y mañana voy a morir. Sáquenme de la morgue y pongan elixir.

- Está bien - dijo Ricchi que entendía la situación mejor que otros dos hombres.

- No tarden, hay que salvar a la reina.

- ¿Por qué le dice "reina"?

Doctora sonrió.

- Porque va a reinar.

Jerome le tocó la mano a la doctora en un gesto de consuelo.

De repente se sorprendió.

- Pero usted no está fría como mi hija. ¿Todo lo que nos contó era mentira?

La mujer lo miró sonriendo. Se acercó la mano a su cara.

Recién ahora Ricchi notó la diferencia del color. La cara de la doctora era muy pálida con manchas azules. Y la mano era de color piel normal.

- No les estoy mintiendo.

De repente estiro la piel de una mano con la otra, arranco la piel con las uñas y la saco de la muñeca como un guante.

Los dos hombres y el chico se quedaron asombrados. La piel abajo del guante improvisado también era color azul.

La mujer puso la mano en el cachete de Ricchi. El chico sintió los dedos helados. La mujer lo miró con cariño.

- Te enamoraste de una chica muerta. Pero también te enamoraste de una reina. Pronto veras su gloria.

- El tiempo de la visita se terminó - gritó la mujer policía.

La doctora se fue custodiada por la policía. Después salieron los hombres y el chico. Lo último que vio Ricchi antes de salir, era el guante de piel tirado en la mesa.

 

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