Cap 31
Antes de salir de la comisaria el abogado hizo un intento de sacar a la doctora de allí por la causa de la enfermedad. Pero no le permitieron. Lo único que logró era conseguir que lo avisan del estado de salud de la mujer si le pasa algo.
- Bueno - dijo abogado cuando ellos ya estaban en la calle - yo cumplí mi parte.
Jerome estaba distraído mirando a la gente que caminaba por las veredas. Tenían una vida normal. Estaban vivos. Disfrutaban estar vivos.
- Está bien - dijo Jerome al abogado - le voy a hacer el cheque.
Dos minutos después el abogado se fue contento con el papel valioso en el bolsillo. Antes de irse les prometió avisar cualquier novedad sobre estado de la doctora.
Jerome y Ricchi subieron al auto.
El hombre parecía distraído. Estaba pensando algo.
- ¿Sabes chico? Todo lo que paso me hizo reflexionar sobre nuestra existencia. Nuestra vida debe tener un propósito muy importante. Lo único que no sabemos cuál. Tenemos algunas ideas. Sobrevivencia, reproducción, y todo así. Pero lo que realmente no entiendo es – Jerome hizo una pausa - ¿si sabemos que somos mortales, por que tenemos tanto miedo a la muerte?
Ricchi miraba por la ventaba del auto.
- Es complicado de entender señor Dickens. ¿Y a mí quien me explica que me enamore de una chica que muere y resucita tres veces por semana? Tiene poderes especiales y va a reinar un reino de los muertos. Ni en los libros yo vi esto. Parece una ficción del género paranormal.
- Hay que buscar explicaciones. Hay que seguir adelante. Ahora llama al ayudante de la doctora.
Ricchi suspiró y sacó el celular.
- Espera - dijo el hombre - antes que nos metamos otra vez en este infierno de misterios, cuéntame un poco, ¿cómo estaba mi hija en esos días?
Ricchi sonrió.
- ¿Que le puedo decir? Es una chica maravillosa. Hermosa. Muy valiente. Pasamos un buen rato juntos. Nos amamos mucho.
Padre de Ela suspiró.
- Pensar que mi hija encontró su amor después de su muerte. Bueno, vamos a actuar. Llama al ayudante de la doctora.
Ricchi marcó el número.
"¿Hola?" - escuchó la voz de hombre, que a Ricchi le pareció algo conocida.
- Buenas tardes, quiero hablar con James Brash, me pidió comunicarse con usted señora Virginia Clemens, la doctora.
- Disculpe pero no conozco a nadie con este nombre.
- ¿y a Elizabeth Trenton la conoce?
El hombre en otro lado del teléfono hizo una pausa.
- ¿Cómo esta ella?
- Está grave - dijo Ricchi.
Otra pausa.
- Lo escucho – dijo el hombre.
- Tenemos que encontrarnos - contestó Ricchi.
- Está bien. Te espero en calle Monroe y Grant en treinta minutos. ¿Vas a llegar?
- Si.
Ricchi cortó la llamada. Miró a Jerome.
- Vamos.
A la hora acordada ellos ya estaban en lugar. Era un cruce de calles bajo un puente.
Un hombre con mucho cuidado se acercó al auto. Los miró con sospecha.
Ricchi lo reconoció al instante. James Brash, el ayudante de la doctora era el chofer de la ambulancia a quien el chico tenía que enfrentar para salvar a Ela. Allí es cuando murió la enfermera de las balas de la policía. La cara del hombre todavía tenía huellas de la pelea con Ricchi. Los moretones color magenta cubrían la cara casi por completo. Un ojo estaba hinchado.
El hombre también lo reconoció a Ricchi. Estaba sorprendido.
El chico y padre de Ela salieron del auto.
- Parece que ahora estamos en la misma trinchera – dijo Ricchi al Brash.
El hombre lo miró con el odio.
- ¡No lo creo! ¡La vez pasada no nos llevábamos bien!
- Sin embargo las cosas cambiaron. Le tenemos que contar todo lo que pasó.
Un rato después el ayudante de la doctora ya estaba convencido de ayudarlos.
Primer paso sería aplicar el elixir a Ela. Después esperar las noticias de la doctora.
Decidieron encontrarse en el hotel. James Brash va llevar el elixir y el suero. Ricchi le dio la dirección del hotel.
Antes de despedirse Jerome lo miró fijo a Brash.
- ¿Te puedo hacer una pregunta? – dijo padre de Ela.
- Si – dijo el ayudante de la doctora tocando el moretón en el ojo.
- ¿Tú también eres uno de ellos? ¿De los resucitados?
- No. Soy un hombre común.
- ¿Entonces porque es tan fiel a la doctora y hace todo éste sacrificio por ella? – intervino Ricchi.
El hombre lo miró pensando si puede revelar el secreto.
- La doctora Clemens me ayudó mucho en un momento muy duro de mi vida.
Jerome y Ricchi lo miraban esperando que continúe.
- Ella resucitó a mi hijo.
***
Ya en el auto yendo al hotel Jerome sacó el celular y marcó el número. Después de esperar un rato, cortó la llamada. Estaba preocupado.
- ¿Qué pasa? – preguntó Ricchi.
- Mi mujer no contesta el teléfono.
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Editado: 27.09.2019