La reina del cementerio

Capitulo 37

 

Atrás de Herbert entraron cuatro policías armados.

Herbert les hizo seña ubicarse en los puntos estratégicos de la sala.

Después miró a todos que estaban acá antes, uno por uno.

- ¿Te llamas Richard, verdad? - dijo Herbert al chico.

Ricchi lo estaba mirando sin contestar.

Herbert suspiró.

- Está bien, después me ocupo de ti.

Miró a Denner.

- Buen trabajo sargento. Nos avisó a tiempo.

Sargento sonrió orgulloso.

Herbert miró al padre de Ela.

- Hola, Jerome. Yo sabía que no me vas a creer en lo que te dije sobre una banda de locos. Te conozco bastante bien, amigo.

Jerome estaba mirando sorprendido.

- Primero de todo te quería decir que te creí. Y me aparté de éste asunto.

- ¿En serio? - dijo Herbert sarcásticamente - ¿y entonces por qué te encuentro acá?

Jerome suspiró.

- En principio yo quería apretar a este enfermero - señaló a Brash - para averiguar donde ellos escindieron a mi mujer. Y después...tenía una leve esperanza que este maldito elixir funciona.

Herbert empezó reírse.

- ¡Mi viejo amigo! Te vas a sorprender de lo que te voy a decir sobre elixir. Pero primero hacemos esto.

Herbert se acercó a Jerome y con un movimiento rápido le sacó el arma de la mano. Se dio vuelta y tiró la pistola a uno de sus subordinados.

- Bueno. Lo que te puedo decir es que elixir...

- ¿Primero decime si encontraste a mujer? – dijo Jerome enojado.

- Si. No te preocupes. Ella ya está en tu casa.

- ¿Que?

- ¿Tu pensaste que la secuestraron los siervos de la doctora? No. Tu mujer me llamó del hotel apenas ustedes se fueron. Ella sabía que no puede contar contigo. Pero conmigo sí.

La cara de Jerome se puso roja. Parecía que va a explotar.

- ¡Hija de perra!

- Déjala Jerome. Pobre mujer no sabía cómo sacar de encima a tu hija muerta.

- ¿Que? ¿Pero por qué?

- Después pregúntale porque ella tiene tanto miedo a los muertos. Yo ahora no tengo tiempo. Si no, voy a perder a la doctora. Y a ella la necesito más que a todos ustedes juntos. Pero bueno. Volvemos a nuestros asuntos.

Ricchi sentía las piernas flojas. Y se sentó en el piso.

Con una breve mirada Herbert lo registró y siguió con su discurso. Parecía estar de buen humor.

- Como te decía Jerome - continuo Herbert - el elixir realmente funciona. Pregúntale al senior Brash. ¿Verdad? - dijo Herbert a Brash.

El enfermero lo miró con cara de lobo y solo apretó fuete la bolsa donde tenía elixir.

Herbert sonrió.

- Por eso ahora la vamos a resucitar a la doctora – dijo con cara de victorioso.

Jerome lo quemaba a su ex amigo con la mirada.

- ¿Entonces me mentiste Herbert? ¿Tu sabias lo de elixir?

- Por supuesto.

- ¿Pero cómo?

- Es una larga historia pero te doy algunos puntos claves. ¿Te acuerdas la famosa leyenda de Elizabeth Trenton?

Jerome no contestó.

- En tus ojos veo que si, - continuó Herbert, - bueno. No fue una leyenda. Fue una historia verdadera. Hace doscientos años en esta ciudad ejecutaron a una bruja. Pero ella resucitó. Y más adelante empezó a resucitar a otros llenando nuestra cuidad de esas criaturas horribles.

- ¿Pero tú que tienes que ver con todo esto? - dijo Jerome.

Herbert sonrió.

- A la bruja Trenton la quemó... mi bisabuelo. Era venganza por la muerte de su hijo. Y ahora soy la cuarta generación que lucha contra esta banda de zombis o como los quieres llamar. Pero lo más interesante que la bruja se escapó y la estábamos buscando todo este tiempo. Cada tanto encontrábamos algunos de sus ayudantes y los matábamos. Esta lucha Jerome dura ya casi doscientos años. Mucho tiempo, ¿no? Y hoy es el día para ganarla. Por fin en mis manos está la famosa bruja. Que surte que me contaste de esa doctora. Yo pensaba que ella solo es una de los ayudantes.

Richi estaba escuchando y no lo podía creer. ¡En qué guerra lo metieron! ¿Por qué él no fue a otra cuidad que no sea Beltrama?

- Herbert - dijo padre de Ela con la voz cansada. - ¿Qué tiene que ver en todo esto mi hija?

- Oh, Jerome. Eso es la frutilla de la torta. Ella también fue resucitada por la doctora. Me di cuenta después que nos contó este chico (señalo a Ricchi) en el día del funeral. Y allí en el cementerio me di cuenta que tu hija recién estaba viva. O sea, resucitada. Pero ya basta. Deja que me ocupe de la doctora.

Herbert se dio vuelta y dijo a sus subordinados.

- Pongan la bruja en la mesa.

Los policías estaban en shock. Parece que también escucharon toda esa historia por primera vez.

"Seguro que Herbert los tenía con el verso de grupo de locos, no resucitadores" – pensó Ricchi. "Y no les contó nada de su verdadero propósito."

Dos policías se fueron al nicho y sacaron el cuerpo de la doctora. La acomodaron en una de las mesas y dejaron tapada con la sabana.

Herbert cruzó los brazos.

- Ahora es su turno – dijo a Brash.

 

 




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