La Reina: El inicio de la leyenda

Capítulo 15

—¿Qué le pasa a madre? Estuvo distante durante el desayuno —Leonardo gira su cuello hacia mí.

Padre me acompaña a un corto recorrido por los jardines. Camina a mi lado en su esplendorosa postura erguida y firme. Usualmente después de las ocho de la mañana se despide de madre y de mí y luego se marcha a su trabajo, sin embargo, cuando Elodi ha subido a su habitación y yo he tomado dirección a los jardines, me ha seguido. No cuestiono sus razones.

Lo detallo. Lleva su vestimenta habitual, pulcra y hecha a la medida, sujeta en los lugares que el señor manda.

No se puede comparar a la elegancia y galantería con la que Leonardo Fliescher porta sus trajes y sin duda mi padre es un hombre digno y grato a la vista. Una belleza que ha heredado a su única descendiente, desde el color de ojos hasta el color de nuestro cabello.

Físicamente soy parecida a él.

—Tu madre se encuentra agotada, Sharon, aunque no suene verídico, sufre desgaste —me mira por un segundo, luego hacia el frente—. No quiere ver al doctor y sabes lo obstinada que puede llegar a ser —le da una leve palmada a mi hombro.

Nuestros zapatos chocan con el pavimento artificial que adorna las divisiones de los jardines. La brisa fresca azota, el aroma que desprenden las flores viaja a través a traves del aire y se sienten con más intensidad a medida avanzamos.

—¿Solo es un agotamiento? —le pregunto. Ambos alzamos una ceja.

Elodi rara vez suele estar distante y en silencio como lo estuvo durante el desayuno. Me he acostumbrado a escuchar su voz con ánimo, sus quejas y alguno que otro reclamo que dice sobre mí, siempre es quien opaca el mutismo en la mesa.

La última vez que tuve una relación distante con mis padres fue hace un año, donde el tiempo no era aliado de nuestra familia. Un secreto que sigue oculto de las voces exteriores que son capaz de explayarse como el humo a través del viento. El único recuerdo en confidencia que guarda mi familia bajo las cadenas del silencio y la lealtad.

—¿Hay una razón más de su agotamiento? —inquiere mi padre y hago una mueca ofendida.

—Esta vez no de mi parte —respondo. Padre asiente como respuesta, pero muestra una corta sonrisa de labios cerrados.

—¿Cómo ha ido la reunión con las damas? Elodi comento algo de ello ayer por la noche. Me ha sorprendido tal decisión de tu parte —bufo y sacudo mi cabeza en negativa.

—Hay situaciones que no necesitan llevar un plan detallado, padre. En cuanto a la reunión, fue un acto… espontaneo, las encontré en el local. Ha ido de maravilla, no hay quejas que me involucren —Leonardo suspira, se da cuenta de inmediato que nada de lo que digo es verdad, pero tampoco hace algún comentario.

—Hay cosas que no cambian —murmura para sí.

—Se llaman cadenas y hay un ciclo que debe romperlas —comento.

—Tienes una visión diferente, Sharon. Hay una evolución de aquí a veinte años atrás. Las situaciones eran más… complejas y era difícil ir en contra de la sociedad. Se lo que tratas de decirme, hija —Suspiro y afirmo. Nos detenemos frente a un parterre de rosas.

—Siempre hay un acto que puede generar la diferencia, sin embargo, continuamos un patrón que lleva siglos imponiéndose. Y es por ello por lo que cuando se hace algo que no esté dentro de los parámetros, siempre será visto como una blasfemia o un acto en contra del régimen. A ello se le interpone el orgullo —padre me escucha, en calma y sin prisa. Lleva sus manos detrás de su espalda, pero no me atrevo a verlo directo.

—Es cuestión de tiempo, de nuestra línea, nuestra historia, Sharon y con ello ese orgullo se refuerza. Tu trabajas y te esfuerzas en tus obras, creces y avanzas con el paso del tiempo, aprendes y te enorgulleces de ellos. Cuando comprendes los sacrificios de las generaciones pasadas, lo das todo por recuperarlo.

—Ambos tenemos visiones diferentes, padre —levanto mis ojos a los suyos—. Es por ello por lo que nos cuesta entendernos. Pero no vamos a tocar ese tema, es un buen día como para retroceder —le sonrío y tomo su mano—, cuéntame, padre, como van los negocios.

—Me gustaría poder compartir contigo cada una de las experiencias dentro de las juntas que se llevan a cabo en nuestra asamblea, pero ambos sabemos nuestros lugares en la Elite social. Sin embargo, debes saber que cosas buenas se avecinan para nuestra familia.

Siento una punzada de decepción ante las palabras de mi propio padre. La desconfianza y misoginia de generaciones anteriores aún se transmiten y son puestas en práctica, sin derecho ni otorgo a una alteración o variación de estas.

Se de las cuentas, de los libros, de las exportaciones, se mucho más de lo que él cree. Me duele que su pensamiento y su postura se mantenga firmes ante lo que dictan.

—Claro, el seguimiento de una ley que dice en pocas palabras que no debe ser asunto de una mujer los negocios de familias. La estupefacción me deleita, siendo un hombre tan seguro como tú, te riges a un mandato creado por generaciones atrás y que sigue la misma línea que muchos hombres allá fuera. No pierdes con escuchar la palabra de tu esposa o de tu hija —suelto su mano y trago. Mi pecho duele.

—¿Qué mensaje quieres decirme con ello? ¿Me estas ordenando, Sharon? —sisea en tono bajo.

—Solo es una sugerencia padre y, aunque lo hiciera, jamás seguirías mi palabra. El orgullo, no nos permite ceder.

Toco su brazo y lo invito a continuar el camino.

Con mi padre mantenemos una charla sencilla y en calma, en la cual no tocamos el pasado, el que es el propulsor de discusiones. Hablamos en el recorrido, nos atrapa por varios minutos que despeja el trago amargo y no da lugar al silencio, hasta que llegamos a una banca ubicada frente a una fuente de mármol blanco.

Mientras la brisa me acaricia las mejillas y eriza mi piel, recuerdo a traves de ella, la sensación igual o más fuerte que me traspasa en la piel, en el corazón, en la mente a traves de sueños. Lo siento en todo el cuerpo en realidad y ello solo lo causa una persona: Jhuriel. Está en todas partes, en su mirada, en su tacto mediante los pétalos de una flor y su cercanía. Una sensación familiar que ha estado en pausa comienza a despertar.




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