La Reina: El inicio de la leyenda

Yūgen

Jhuriel

Volver al palacio Real se siente diferente.

He pasado años de mi vida en las mismas paredes, con los mismos compañeros, un par de cambios en la rutina, sin embargo, a tres semanas en un palacio diferente, con personas ajenas y desconocidas y junto a una Duquesa curiosa y astuta que se esconde bajo interminables capas exteriores, ahora ese mismo palacio concurrí por años, se siente… lejano.

Saludo a uno de mis compañeros que encuentro en el camino hacia el despacho del Rey.

Debería estar con Sharon, vigilando su seguridad, que para ello he sido nombrado por segunda vez debido al atentado de los Rebeldes hace una semana en Ormant, aun cuando ella manifiesta toda esa batalla de rabia contra mí, no niego que me divierte irritarla al estar cerca, por trabajo y también por un gusto… personal.

Cuando soy más consciente, me encuentro viéndola de reojo cuando camina por los pasillos, porque nunca permanece en un solo sitio, siempre se encuentra en constante movimiento, en los jardines, con las doncellas, con los caballeros, ríe con ellos, la pasa bien. Incluso me he encontrado sonriendo a mí mismo cuando la veo ir hacia la biblioteca y ser el receptor de su ceño fruncido y sus ojos entrecerrados cuando me ve siguiéndola y luego verla cerrar la puerta y perderla de vista.

Ella es voraz, yo también puedo serlo o seguir su pequeño juego. Sharon pierde los estribos, yo disfruto verla perder el control. La irrito y ella me enfrenta, no de una manera grotesca, en ese se han convertido la última semana y ahora… solo deseo verla de nuevo. A estas horas seguro se encuentra en los jardines como la curiosa u obsesa por la naturaleza que es.

Su rostro astuto y aguerrido, sus ojos fervientes, su sonrisa engreída, su perfil afilado, su semblante seguro y altivo y sus labios… gruesos y tentadores, apetecibles cuando habla o los presiona entre sí o hace un gesto sorprendido cuando esta con sus amigos.

Pero antes de esa apariencia, estuvo su escudo y el que creí era ella en realidad.

No es la joven arrogante, de sonrisa perspicaz y despectiva, no es el semblante duro y orgulloso. De la peor manera, me di cuenta de ello, lo supe aquella noche, donde rodeada de rosales, me mostró su lado más vulnerable, el que encubre con su forma y aspecto persuasivo.

»—El problema radica cuando piensa que la espina solo existe para lastimar, pero no es así. Si sabe cómo llegar, si sabe cómo rebuscar más allá de la apariencia y el aspecto feroz que muestra podrá llegar a la entereza que muestra.»

Sharon Fliescher sin duda es un enigma con aires falsos que muestra para protegerse.

Hablaba de ella misma y me lo confesó, confiando que sería la última vez que nos veríamos. Ella me dio la oportunidad de escoger. Mi tormento contra ella fue repulsivo desde esa primera noche. Me arrepentí en instantes al ver en apenas un segundo, su mirada vulnerable, no quise creerlo, no quise tomar ese minúsculo pedazo, pero no se quedó ahí, día tras día y mientras transcurrían, descubría otra parte de todo el armamento que Sharon significa.

Fue entonces cuando mi remordimiento caló profundo como hace años unas palabras no lo hacían, no desde las últimas palabras de mi madre.

Ella no lo merece. Fui un cobarde y repulsivo.

Es Milickan, no Sharon.

Sharon dejó de asistir al evento de las damas en Ormant desde hace un año, pero hace una semana, estuvo ahí para cumplir su promesa.

La vi y sentí los nervios recorrer cada tramo de mi cuerpo en ese instante en el que nuestros ojos se encontraron y colisionaron en la distancia, quedó la esencia en mi piel incluso cuando ella apartó la mirada, perdida en su propio instante, en su valor.

No se definir con exactitud todo lo que pasó en mi mente, en mi cuerpo en ese instante que la vi junto al Rey en Ormant, segura y severa. No retrocedió siquiera cuando Milickan hizo una sutil amenaza. Me dio la oportunidad de escoger a mí, a un simple caballero, un lacayo.

Nunca, en mis años de servicio, alguien ha hecho siquiera un mínimo, un intento por hacer valer mi opinión, porque los caballeros no tenemos opción, obedecemos y seguimos el mandato impuesto, para eso fuimos entrenados.

Sin embargo, en contra de mi pronostico, existe Sharon, quien ha sido la primera en tomarme en cuenta sin importar los roces existentes en nuestro lazo inseguro del cual solo quiero tirar para estabilizarnos, pero Sharon no es de las que permanece en sosiego y me devuelve le tirón, de manera que nuestra contienda no cesa.

Con mi decisión de permanecer, solo la hice estallar, pero cuando Milickan hizo la pregunta, cuando vi en sus ojos el mensaje silencioso en el que me pedía aceptar, me confundí, con una sola acción, una expresión, Sharon Fliescher hizo tambalear mi soporte y no pude.

No porque Milickan también me pidiera rechazar su propuesta, sino por ella, ya que empezaba a acostumbrarme a recoger y descifrar sus partes, uniéndolas de a poco.

El ataque de los Rebeldes solo una excusa mendiga que Sharon ya ha descubierto.

Sharon cuenta con su propia seguridad y su guardia, mis servicios no son indispensables y ella ha tomado parte de la excusa. Es astuta y sabe que hay una intención detrás, mucho más fuerte de lo yo creía.

Pensé que se trataba de un capricho de Milickan, pero Sharon no le teme, incluso lo enfrenta a pesar de solo querer huir y el Rey también lo sabe, la presiona de alguna manera, la lleva a sus límites y Sharon no lo permite. Una guerra silenciosa que se disputa entre ambos.

—Adelante —se escucha la voz del Rey al otro lado después de que he tocado la puerta de su despacho.

—Alteza, me manda a llamar —lo saludo con una reverencia.

He acudido a su llamado, una excusa también para evitar a Sharon. Estoy actuando como un puto cobarde, pero ya después tendré una conversación conmigo mismo.




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