La Reina: El inicio de la leyenda

Apaixonar

Jhuriel

El pasillo del segundo piso se encuentra a oscuras, las sombras de los árboles se reflejan en la alfombra gracias a la luz de la luna que entra de las ventanas y forman figuras casi siniestras, pero los años me han hecho inmune al frio, al miedo de las leyendas, incluso a los sonidos que he escuchado y me han quitado el sueño.  

Hay dos caballeros haciendo guardia junto a mí.

Mis ojos se desvían a la puerta de una habitación en concreto. Observo de reojo a mis compañeros a quienes les falta poco para acabar el turno.

La tentación de romper mi juramento e irrumpir en la habitación se afianza a mi voluntad, sin embargo, no nos arriesgaría, mucho menos a Sharon. A pesar de que desde hace un par de noches he querido sostenerla en mis brazos, abrazarla, hacerle saber que ahora también estoy con ella, sentir su aroma que antes quería creer que me fastidiaba con el fin de negarle a mi mente que su esencia revolvía la masa confusa que en ese entonces eran mis sentimientos.

Deseo ser quien la sostenga en su lucha, sobre todo porque Sharon a pesar de toda la fortaleza que parezca que tiene consigo, nunca es mucho darle apoyo, o darle un brazo en el cual se pueda refugiar hasta que salga de esa oscuridad que le impone.

La impotencia se apodera de nuevo en mis entrañas, sabiendo que no puedo jugar el papel de héroe, salvarla de su propia familia, de las cadenas impuestas hacia ella desde hace años.

El lamento y la culpa sobre haberla juzgado desde un inicio me invadía mientras relataba todo el daño y las acciones que hicieron sobre ella, su vida. Como siquiera pude llegar a pensarlo. Una blasfemia después de todo el recorrido lleno de obstáculos y baches. Sharon, es el ejemplo digno del temple a la verdadera voluntad a pesar de tener todo para rendirse, nunca lo hace.

No puedo ver a sus padres o a Milickan de la misma manera. No cuando son responsables del agobio que han causado a su vida. Saber que mi misión desde un principio era utilizar el acontecimiento del asesinato fallido para beneficio del propio Milickan, me hace arder.

Ni siquiera nosotros como caballeros recibimos tales escarmientos.

La guardia del padre de Sharon se retira exactamente a las once con la confianza de que Sharon estará aún más protegida por mí, porque portar un arma dorada y venir del palacio del Rey trae sus beneficios. Agradezco el espacio cuando se despiden con un simple asentimiento que por educación correspondo.

En el pasillo no se escucha ningún movimiento. El personal que aun ronda a estas horas permanece en la planta baja por lo que es un problema menos del cual preocuparme.

Avanzo hacia su puerta, los pasos de mis botas apagados debido a la alfombra bajo mis pies, el debate interno sobre girar el pomo y entrar. Sería una falla a su privacidad, pero el anhelo por verla, por hablar es mayor. La lucha se libera dentro de mí.

Sin embargo, aquella queda apagada en el instante que escucho pequeño quejidos y lamentos al otro lado. Sharon se durmió hace un par de horas o de lo contrario hubiese escuchado aquellos sonidos mucho antes.

La angustia se traspasa a través de la puerta. Empujo mi disputa y no lo pienso tanto cuando giro el pomo de su puerta y entro, no sin antes asegurarme que nadie ronde cerca por precaución.

Veo su cuerpo envuelto en sabanas oscuras, la cortina de la ventana se encuentra corrida por lo que la luz da de lleno en su figura. No me detengo a observar su cuerpo cubierto por un camisón blanco de mangas largas como un obseso. Rápidamente mi atención se desvía a sus movimientos frenéticos, sus cejas fruncidas y el sudor que cubre su rostro y baja a su cuello.

Los quejidos se vuelven más sonoros dentro. Salgo del letargo de distracción y avanzo con firmeza. La veo tragar con dificultad por lo que no vacilo cuando la tomo por los hombros y muevo su cuerpo de manera delicada en un intento por alejar lo que sea que perturbe sus sueños, más aquellos movimientos no sirven de nada.

Con mis manos temblorosas tomo su rostro al mismo tiempo que susurro su nombre un par de veces. Abre esos ojos azul intensos instantes después, la preocupación evidente se refleja en sus delicadas facciones y su cuerpo se levanta en angustia.

No dudo en cubrir su cuerpo con mis brazos. Su respiración al igual que los latidos de su corazón puedo sentirlos a la perfección junto al leve temblor en su cuerpo.

—¿Jhuriel? —musita mi nombre, reconociendo mi presencia. Sus delicados dedos reconocen mi cuerpo cuando tantea el espacio.

—Soy yo, Sharon. Ha sido una pesadilla. Está bien, ya ha pasado —Sus delgados brazos envuelven mi torso, su cara se esconde en mi cuello y la sostengo mientras su cuerpo y mente trabajan por buscar el equilibrio.

Segundos después su respiración se estabiliza y su cuerpo se relaja de manera leve. Reduzco la presión y dejo un beso sobre su frente aun con pequeñas perlas de sudor.

La sigo resguardando en mis brazos. Sharon no se mueve, pero se que respira porque lo siento en mi cuello, llenándome de su calidez. Parecen instantes, segundos a pesar de que han pasado ya un par de minutos en el que no nos alejamos porque con Sharon el tiempo nunca es suficiente. Considero alejarme para cerciorar que no se ha dormido.

Lentamente aparta su rostro de mi cuello sin soltar su agarre en mi torso. Sus labios están entreabiertos, sus cejas alzadas y sus ojos muestran asombro al mismo tiempo que reflejan cierta tranquilidad.

Sus ojos me reconocen, brillan por la angustia, la tranquilidad. A la luz de la luna, aun distingo el brillo cristalino y hermoso. Retengo el suspiro al ver su belleza entre medio de tanto.

Hay unos mechones que se pegan a su rostro, así que alejo mi mano de su cintura y aparto el cabello oscuro. Trago con fuerza al saber la posición tan comprometedora en la que nos encontramos, nuestros torsos casi tocándose de no ser porque aún mantengo la distancia entre nosotros, pero realmente no importa cuando lo único que necesito es sentirla, sentir su calor, escuchar su voz y saber que esta mejor después del terrible día que le ha acontecido.




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