A una semana del baile, los ciudadanos de Mirza seguían festejando mi regreso.
"Mi príncipe, su padre solicita su presencia en la sala del trono", me indico al jefe de sirvientes. Tarde alrededor de quince minutos para llegar a la sala.
"Padre, ¿solicitaba mi presencia?", pregunté.
"Sí, tu madre y yo debemos regresar a la capital dentro de unos días. Por esa razón, la ciudad regresará a tu cuidado. El médico en jefe estará a tus órdenes", respondió mi padre.
"No se preocupe, cuidaré de la ciudad", aseguré.
"Confío en ti, hijo. Además, se me informó que el barco que mandé a construir hace dos años está casi terminado. Me gustaría que vayas al puerto y lo inspecciones", añadió mi padre.
"Hace dos meses pude observar la construcción del navío. Organizaré a mis hombres e iré al astillero militar", respondí. Después de despedirme de mi padre, llamé a mi guardia personal y partimos hacia el puerto militar. En el camino, decidí pasar por la zona de cuarentena. Los guardias custodiaban la entrada al puerto. Al vernos llegar, los guardias nos abrieron la puerta y nos guiaron a la zona de investigación.
"Bienvenido, mi príncipe", dijo el médico en jefe tras reverenciarme.
"¿Cuál es la situación aquí?", pregunté.
"Buenas noticias, mi príncipe. La última mezcla de plantas parece estar haciendo efecto. Necesitaré una semana más para observar los resultados", respondió el médico en jefe.
"Mientras pueda detener la infección, tendrá todo el tiempo que necesite. Pero usted será responsable si algo sale mal", le advertí.
"Entiendo, mi príncipe. No debe preocuparse", aseguró el médico en jefe.
"Ahora quisiera ver la condición en la que se encuentran los enfermos", pedí.
"Por aquí, mi príncipe. Pero debo suplicarle que se coloque este pañuelo sobre su boca y nariz. Es un método que utilizamos para evitar la infección, fue idea de mi querido hijo para ser más preciso", indicó el médico en jefe mientras se colocaba un pañuelo. Seguí al médico al interior de un edificio. En el interior, los médicos atendían a los enfermos.
"Este edificio se encargaba de recibir a cualquier nuevo residente o visitante. Con la llegada de la escrófula, terminamos utilizando el edificio como primer punto de cuarentena. Con la llegada de más enfermos, comenzamos a emplear el almacén", me informó el médico mientras ingresábamos al área de los almacenes. Dentro de cada almacén se encontraban más de doscientas o trescientas camillas. "Por aquí, mi príncipe". El médico nos llevó ahora a otro edificio, el cual se encontraba menos habitado. "Este edificio es empleado para controlar a las personas que estuvieron en contacto con algún infectado. Los que permanecen aquí aún no han presentado síntomas, pero tuvimos que trasladar a muchos al área de infectados".
"¿Han recibido algún informe de Sarabia?"
"Enviamos a algunos médicos, pero por desgracia, el bey de Sarabia los corrió"
"¿El bey dio alguna razón para correrlos?"
"El bey alegó que la situación estaba controlada y que no necesitaban la ayuda del imperio"
"¿Qué sabes de los demás reinos?"
"Varios reinos se encuentran libres de la infección o mantienen la infección controlada en los puertos, pero los reinos que más han sufrido por la infección, ya han enviado solicitudes de ayuda y nuestro emperador ha respondido enviando a los médicos más capaces"
"Es bueno saber que mi padre mantiene la paz entre los reinos"
"Su majestad también ha comenzado a redactar una serie de reclamaciones para castigar al califato por esta enfermedad"
"Esperemos que eso no provoque una guerra con el califato, debemos regresar, aún tengo que inspeccionar el astillero militar"
"Como guste, por aquí mi príncipe" el jefe de médicos me acompañó hasta la entrada del puerto, tras subir a mi caballo me dirigí rápidamente al puerto militar
"Bienvenido, mi príncipe. Lo estábamos esperando", dijeron algunos marineros.
"Quiero ver el Fortuna"
"Por aquí, mi príncipe", dijo uno de los marineros y nos llevó hasta el interior del astillero. En el interior, el enorme navío se encontraba casi terminado. Las velas ya estaban colocadas. Para mi sorpresa, las velas no poseían solo el símbolo de la armada, también poseían el símbolo de la familia imperial.
"Su majestad se enteró de que usted había nombrado este barco, así que decidió convertirlo en el buque insignia de la armada. Solo esperamos que pueda flotar"
"Y lo hará. Tengo fe en ello", dijo el almirante en cuanto ingresó al astillero. El almirante estaba a punto de reverenciarme cuando un nuevo marinero ingresó corriendo.
"Almirante, tenemos problemas". Sin muchas indicaciones, salimos corriendo detrás del marinero. Él nos llevó hasta el embarcadero y nos señaló un barco que se acercaba. "La bandera indica que proviene del califato. Nuestros hombres han intentado detenerlo sin éxito". En ese momento, uno de los cañones colocado en la torre del puerto disparó para dar una advertencia. Después de unos momentos, el barco no pareció tener intenciones de detenerse.
"¡A los barcos, rápido! Si es necesario, ¡húndanlo!", di la orden casi de inmediato. Seguí al almirante hasta un galeón. Una vez dentro, el galeón zarpó en dirección al barco. Los navíos prepararon sus cañones y esperaron mi orden para disparar. "Esperen", tras la orden, los marineros se separaron de los cañones y me observaron. Cuando el galeón pasó cerca, pude observar lo que temía: la tripulación se encontraba, muerta o inconsciente. "Cubran su rostro y aborden ese barco". Los marineros siguieron mis órdenes y rápidamente abordaron el barco. No tardaron mucho tiempo en traerme la información.
"Mi príncipe, la tripulación que encontramos en la cubierta está inconsciente, pero encontramos cuerpos en el almacén".
"Suban en aquel barco a los que están inconscientes, luego quemen ese barco Macenio". En menos de treinta minutos, los marineros subieron a la tripulación a uno de los barcos. Mientras nos alejábamos, uno de nuestros barcos disparó al barco Macenio, provocando que este estallara por la pólvora para cañones colocada en la cubierta. El barco con los tripulantes Macenios se separó del grupo y se dirigió al área de cuarentena.