En cuanto las nubes muerdan los árboles altos
El viento desgarrará la poca calidez que albergo.
Será la hora definitiva del cirio del delirio
Cuando se transmuten en vidrio los dulces lirios.
Se escuchan esas nueces rotas por la ventisca y el suelo,
Son cascabeles de pocos decibeles: hoy obra Cibeles.
Percibo en cada hoja su sinfonía de rocío,
El delicioso petricor que no disfruto causa picor.
Este día sólo injuria, ladra y se retuerce.
No importa, puedo seguir escribiendo si escuece
El corazón cristalizado en el ojo de la tormenta,
Si se parte, si me destroza agónico, no me importa:
Puedo seguir sintiendo el petricor
En mi alérgica nariz, en mis rojos ojos, en mis frías manos.
Lo etéreo en la piedra es parte de mí,
La mutación lógica de las lágrimas celestes
Al chocar con el suelo hiriente.
La sangre se hiela y se eleva a otra categoría:
Es sangre revuelta e infeliz,
Sangre divina, perfumada de sabor,
Es la transparente sangre de petricor.