Ese amanecer fue más frío que el del resto del año. Por las ventanas de la habitación se veía caer la nieve que adornaba el paisaje como si de una neblina espesa se tratase. Las ventanas congeladas formaban lindos copos de nieve, mostrando una vez más que la naturaleza era el artista más curioso y creativo de la vida. El invierno por fin había llegado, pero eso no quitaba el que estuviera encerrada en una habitación con unas cadenas aferradas a mis piernas. El tobillo se hallaba todavía inflamado y dolía tanto que apenas había logrado pegar un ojo en toda la noche.
— Toc-toc—, dijo un joven que con una bandeja en la mano se adentró a la habitación.
Tenía el cabello entre gris y rubio y una mirada perturbadora. Sus ojos rasgados tenían un color tan oscuro que apenas se podía distinguir su pupila. Su piel era pálida y sus labios de un rozado tan claro que parecía puro maquillaje, aunque no creo que él fuera de esos. Traía un aire de cansancio, como si no hubiera dormido por siglos. Llevaba una camisa negra de mangas largas que dejaba al descubierto su cuello y parte del pecho, y unos jeans no tan ajustados también negros que le hacía verse peligrosamente sexi.
No le dije nada, solo me limité a mirarle mientras se acercaba a la cama y se sentaba en una esquina de esta. Dejó la bandeja a un lado para después centrar su vista en las cadenas antes de chasquear la lengua entre lo dientes como si no le agradara mi situación. Acercó una mano a mi pie lastimado y con dos dedos tocó mi inflamado tobillo. Obviamente me quejé al sentir una punzada de dolor, pero eso no lo detuvo, sino más bien que lo animó a tomar mi pie manipularlo a su antojo. Primero pensé que lo hacía para provocarme dolor, pero luego pude ver que solo trataba de comprobar que no estuviera roto.
—¿Duele mucho?—preguntó y yo asentí con una mueca de dolor en el rostro. El chico dejó mi pie sobre el colchón en el que me encontraba sentada y tomó la bandeja para colocarla en sus piernas—Come algo— pidió, acercando un pedazo de pan a mi boca.
Se suponía que no lo aceptara, pero no había comido nada más que un pedazo de sandía ayer por la tarde antes de adentrarme a la boca del lobo. Abrí la boca fallando a mí orgullo y el chico introdujo la pequeña bola de pan que no tardé mucho en masticar sintiendo el dulce sabor de la mantequilla que traía en su interior.
El resto del día fue tranquilo. El chico que me había alimentado en el desayuno me trajo fomento y analgésicos que me calmaron el dolor del tobillo. También me trajo ropa abrigada para protegerme del frío y fue el encargado de traer el almuerzo y la comida.
Ya por la noche, cuando estaba lista para dormir, alguien más entró al cuarto. La única luz presente era la de unas velas que adornaban el espejo y una de las mesas de noche, así que no pude ver bien el rostro del chico. Aunque si pude notar esos orbes grises y esa mirada devoradora que siempre parecía venir con él. Era el chico del bosque. Ese que me había forzado a beber el asquerosos líquido que salía de ese pequeño órgano del pobre animal.
—¿Qué haces aquí?— pregunté arrinconándome en el espaldar de la cama.
— Vine a ver cómo seguías y si Dasher no te había hecho nada que pudiera dejarte traumada—. Su voz ronca hacía eco en toda la habitación al igual que sus zapatos cada vez que daba un paso acercándose a mí.
Me sentí realmente pequeña, como un roedor que no puede escapar del animal salvaje. Venía completo de negro y sus labios rojos destacaban con esa piel tan pálida que poseía. Este chico parecía tallado por el mismo Satanás y decorado por Lilith. Se acercó a mí y de pie, miró a su débil presa como si estuviera orgulloso de tenerme ahí, tan débil, tan vulnerable; porque eso era para él: una víctima, el fruto de un secuestro exitoso. Nunca iba a lograr salir de aquí. Mirándolo fijamente me pregunté si Rose había logrado sobrevivir o si ya habían devorado su alma y su propia existencia. El viento del exterior chocaba con la ventana creando un sonido escalofriante digno de una película de terror. Afuera no se veía nada debido a la nieve que caía por montones congelando todo a su paso. Pero yo ya me hallaba congelada del terror. El chico frente a mí me miraba como estudiando mí rostro. Quería saber si tenía miedos, y la verdad si, tenía mucho miedo.
— ¿Por qué no hablas?—preguntó pero yo seguía en silencio—Es como hablar con la pared—. rodeó los ojos y se acercó más a la cama hasta llegar al borde y posar una rodilla sobre el colchón para quedar frente a mí— No me digas que tienes miedo—. Dijo con sarcasmo. Claro que tenía miedo y él lo sabía. Él sabía que lo que pasó en el bosque me había aterrado.
—¿Qué eres?— pregunté y este sonrió dejando a la vista una perfecta caja de dientes.
— No te hagas la tonta. Tú sabes bien lo que soy—, dijo acercándose más a mí hasta quedar a pocos centímetros de rozar nuestras narices— soy lo mismo que acabó con tus padres.
Esas palabras me llegaron al corazón provocando una dolorosa punzada. ¿Cómo él sabía eso? ¿ Acaso era el culpable? De todas formas esas habían sido sospechas que se habían dejado de lado al no tener evidencias. Nadie se había creído que esos monstruos hubieran acabado con la vida de mis padres. La palabra de una pequeña niña no era suficiente. Por años me habían tratado con psicólogos y expertos que el mismo alcalde había pagado después de que quedé huérfana. Todos se habían unido como una comunidad para ayudar a la pobre y traumada niña que había perdido a sus padres en un desafortunado accidente en el bosque a mitad de la noche. Yo si estaba segura. Ese día se había convertido en una pesadilla que venía a atormentarme todas las noches, pero como todos lo habían ignorado, había echo creer a mi mente que todo eso eran solo ideas mías y que ningún asesino había matado a mis padres. Pero hoy todo había cambiado.
— Eres un asesino—. Dije casi en un susurro.
— No solo eso,—respondió bajito cerca de mí rostro— soy ese ser en el que hace años dejaste de creer, pero que nunca a dejado de vigilarte por la noches Alba. Puede que tú hayas ignorado el hecho de que tus padres hallan sido asesinados por lo mismo que ellos acostumbraban a cazar, pero yo no he olvidado a todos los que ellos han asesinado—. Mi corazón comenzó a latir feroz al escuchar sus palabras— Esas personas eran de mi raza, y yo estoy aquí para vengar su muerte. Acabaré con cada uno de ellos de la misma forma que ellos acabaron con mi clan y tú estás en esa lista.