Nueve años antes
La sangre de mi madre brotaba de su cuello manchando mi vestido blanco, ese que me había regalado por mi cumpleaños, aunque estaba escondido debajo de un abrigo de piel y una bufanda rosa. Ese día habíamos ido a la feria del pueblo donde celebraban el inicio de la Navidad. Era algo que siempre hacíamos en mi cumpleaños. Veníamos de regreso por el sendero que nos llevaría hacia nuestra cabaña en el bosque. Todo era diversión y felicidad. Era hija única, algo que me hacía la prioridad de mis papás.
Al llegar a la entrada pudimos notar que alguien había esparcido pintura roja por todo el jardín, manchando las flores que papá y yo habíamos sembrado hacía semanas y ahora estaban cubiertas por la nieve. Los perros yacían en el suelo sin moverse,¿Qué había pasado?, No lo sé . Recuerdo ver la frustración en el rostro de mamá y papá.
— Quédense aquí—. Pidió mi padre antes de entrar a la casa. Mamá me abrazaba por detrás y jugaba con las trenzas que ya tenían algunos mechones sueltos.
El tiempo pasó y papá no salía. Al ver que demoraba mamá me guío por un camino que nos llevó hasta una casita donde mi padre guardaba todo su equipo de pesca.
—No te muevas de aquí hasta que yo venga a buscarte, ¿Vale?—dijo mamá mientras me tapaba con una colcha vieja que apestaba a algo muerto.
—¿Qué pasa, mamá?— pregunté y pude ver que en su mirada había tristeza y frustración.
— No pasa nada—, forzó una sonrisa y me abrazó como si no hubiera mañana— ahora quédate aquí y no salgas. Si se hace de día y aún no he regresado por ti, corre lo más que puedas hacia el pueblo y entra a la primera casa que veas—.Se fue y yo me quedé en medio de toda esa oscuridad.
El tiempo pasó, pero nadie vino a recogerme, así que decidí salir e ir a buscar a mis padres. Seguro se habían olvidado de mí. Caminé hacia la cabaña y decidí entrar por la parte trasera, pero lo que me esperaba era algo aterrador. Descubrí que lo rojo no era pintura y ahora estaba por montones en el patio. La sangre me guío hacia una persona que reconocí al instante.
— ¿Papá?— me acerqué a mí padre y pude ver como le salía sangre del pecho. Su mirada estaba puesta hacia el frente al igual que su brazo se extendía hacia unos arbustos.
Caminé hacia esa dirección para ver a una señora que traía su cabello revuelto tirado hacia adelante. Saqué los mechones de su rostro y vi una mirada perdida con el terror plasmado en cada esquina de su rostro. Su cuello estaba destrozado y de sus manos solo quedaban tres dedos. ¿Qué le había pasado? No sabía. El terror se apoderó de mí ser y grité tan fuerte que las aves que se encontraba dormidas despertaron y comenzaron a revolotear por todos los alrededores.
—¿Mamá? ¡Mamá! — gimoteando me levanté y fui otra vez donde papá — Papito, por favor ayuda a mamá—. Ninguno me escuchaba. Ninguno pertenecía ya a este mundo. Alguien les había arrebatado la existencia.
Unos pasos detrás de mí me hicieron girarme. Pude ver a un joven que desde su altura me observaba. Tenía su ropa rasgada y una cicatriz en su pecho. De sus labios salía el mismo líquido que adornaba todo el patio y parte del jardín. Me miraba neutral con esos ojos grises que brillaban al la luz de la luna llena. Yo lo conocía, él era mi amigo. Él no había hecho eso.
— Mi mamá—, dije llorando—mi papá.
—Ya sé lo que ha pasado pequeña—, dijo posando una mano en mi hombro manchando el abrigo que cubría mi regalo de cumpleaños— ¿Quieres que te lleve con ellos?— pude notar una sonrisa en sus labios.
—Tú...—mi voz se perdió en mi interior. Él lo había echo. Recordé lo que dijo mamá y luego de dar varios pasos hacia atrás comencé a correr por el sendero que me llevaría al pueblo. No sentí sus pasos detrás de mí. Tal vez había logrado escapar de él.
Qué tonta había sido. Él nunca me dejó escapar. Siempre estuvo ahí atormentándome sin yo saberlo. Él me había estado vigilando todos estos años y yo no lo había notado.
En la actualidad
Desperté en la misma habitación con las mismas cadenas y la misma ropa del día anterior. Mi cuerpo estaba débil y mi cabeza daba vueltas. Me sentía como una alcohólica con anemia. Logré mover mis brazos y girar mi cuerpo hasta quedar boca abajo. Cuando trate de levantarme pude ver debajo de mí una gran mancha de sangre. No podía creer que estaba en la casa del mismo ser del que había escapado años atrás.
Nunca habías escapado de él.
Nunca.
Él siempre me estuvo vigilando y ahora me tenía bajo su poder. Comencé a llorar. Ya no tenía fuerzas para luchar. No iba a lograr escapar. El demonio que me atormentaba todas las noches en mis sueños ahora estaba justo aquí, en alguna parte de la casa y yo estaba sola. Un día como hoy, pero hace nueve años atrás mis padres habían perdido la vida. Desde entonces en vez de celebrar mi cumpleaños iba al cementerio y me pasaba todo el día con ellos.
En estos momentos me encantaría estar allí, junto a ellos.
—Despertaste—. Dijo una voz femenina que reconocí al instante. Me giré y pude contemplar a Rose. Estaba de pie junto a mi cama con una bandeja en la mano que contenía algo de comida y un jugo.
—¿Rose?— apenas podía levantarme. En verdad estaba débil—Rose, ¿Eres tú?
—Soy yo Alba—, al escuchar esas palabras comencé a llorar con más fuerzas que antes. Al final sí existía, no habían sido ideas mías.
—Todos me decían que estaba loca—dije sollozando— que tú no existías y que habías sido parte del trauma del accidente.
Al ver como lloraba se acercó a la cama y se sentó antes de abrazarme. Su abrazo fue firme, mostrando que era real. Rose estaba allí conmigo y me abrazaba como una madre abrazaba a su bebé después de una pesadilla. Me hubiera gustado ser solo una niña que tenía pesadillas, así cuando mi madre abriera la puerta para mostrarme que no había nada del otro lado podría seguir durmiendo y al otro día despertaría como una niña normal, de esas que desconoce el oscuro secreto que se esconde en las sombras esperando su momento de atacar. Por desgracia la vida me había elegido como sacrificio para esos seres que se alimentaban del terror de las personas. Había sido sacrificada para que millones de personas pudieran tener una vida perfecta junto a sus seres queridos. Esas mismas personas que no se daban cuenta de que tenían una vida de ensueño con sus familiares, su trabajo, sus problemas. Si tan solo aprendieran a valorar esos pequeños detalles...