La Sed de los Vampiros

Capítulo 10

Una hora antes

Alba

Sentía unos gritos a lo lejos que me impedía dormir. No sabía de dónde venían, pero algo me decía que debía ir a investigar. Me levanté de la cama y en silencio salí de la habitación. Caminé por el pasillo oscuro lo más sigilosamente posible que pude. Desconocía la casa, era la primera vez que salía de esa habitación y no sabía si sería una buena idea. Todo estaba en completo silencio. Me detuve cerca de las escaleras, ya no escuchaba nada. ¿Habrán sido ideas mías?

Otro alarido de dolor se escuchó en el primer piso y con el corazón a mil bajé, porque podía estar muerta de miedo pero la curiosidad podía conmigo. Así fui hasta llegar a otro pasillo que me llevó hacia otras escaleras. Los gritos de dolor no se detenían y también pude escuchar una risa. ¿Estarán torturando a alguien? ¿Por qué no podía dejarlo todo y solo subir a la habitación?

Debía saber a que me enfrentaba, si era lista no me iban a ver. Vi una puerta de metal que se hallaba entreabierta y suavemente pasé mi delgado cuerpo hacia el interior de la habitación. Pude notar un asqueroso olor a humedad y sangre. El estómago se me revolvió, pero no lo suficiente como para vomitar.

Me introduje más a la habitación solo para toparme con algo que me dejó atónita y muy perturbada. Un señor mayor estaba en el piso y tenía alguna especie de estaca incrustada en una pierna que se hallaba encerrada en alguna especie de caja triangular. La sangre salía de esta por montones y se acumulaba bajo los pies del sujeto que pronto pude reconoce. Era Dacian. Él, había echo esto. Nunca me había topado con semejante imagen. El pelinegro se percató de mí presencia y giró su cuerpo para observarme. Mi mirada se fijó en él por un momento y luego volvió al hombre que se hallaba en el suelo.

—Hola Alba—, habló el muy cínico— ¿Qué haces aquí?

Las palabras se escuchaban lejanas. No podía creer lo que estaban mirando mis ojos. Caminé un poco hacia el frente sin saber exactamente qué hacía. Mi mirada viajó por toda la habitación hasta toparme con algo que me heló la piel. Había una cabeza tirada en el suelo, una cabeza sin cuerpo.

—¿Lo reconoces?— me habló el chico detrás de mí. Su cuerpo estaba rozando al mío y podía sentir el olor a sangre invadiendo mis fosas nasales. Era repugnante. En cualquier momento iba a vomitar, tenía que salir de aquí.

Di pasos hacia atrás tratando de salir, pero Dacian me lo impidió y comenzó a empujarme hacia eso que yacía en el suelo. No tenía suficiente fuerza para irme de ahí, así que para él no fue difícil llevarme hacia el pedazo de cadáver que estaba en el suelo.

— Míralo y dime a quién se te parece—. Habló con diversión, pero yo aún no podía escuchar con claridad lo que decía.

Me empujó y yo caí al suelo raspándome las rodillas y las manos. Temblando miré la cabeza sin cuerpo que ahora estaba más cerca de mí y pude reconocer un rostro familiar. Me tapé la boca con la mano al ver a un chico que siempre había sido como un hermano para mí. Recordé todas esas veces en las que me ayudó con mis tareas, las veces en que juntos nos fugamos del orfanato para ir a ver las estrellas. Lucas era más que un amigo, era mi familia, el hermano que nunca tuve. Cada vez que sentía ese vacío desconocido, él lo llenaba con sus locuras y su forma tan extrovertida de ser. Ahora estaba aquí, muerto. Su rostro destruido y su cuerpo en Dios sabrá donde. No pude evitar llorar al verle así, con su mirada, o lo que quedaba de ella tan destruida.

— ¡Lucas!— solté en un llanto incontrolable que me oprimió el pecho. ¿Por qué le había echo esto? ¿Qué culpa tenía él de algo, si era el ser más puro que podía existir?

El asqueroso hedor, la masacre, la muerte. Todo lo que se hallaba en esa habitación me daba demasiado asco y no pude evitarlo más. Cómo pude me desplacé hacia una esquina y comencé a vomitar todo lo que estaba en mi estómago, que no era mucho. En cierto punto pensé que se me iban a salir las entrañas. La habitación estaba completamente cerrada; una pequeña ventana era lo único que permitía la ventilación del cuarto, eso explicaba el tan mal olor. Cuando sentí que ya no tenía más nada que sacar de mi interior, traté de levantarme y me limpié la boca con la manga de mí suéter. Tenía que irme de allí.

—¿Adónde vas?— obviamente Dacian no me iba a dejar salir tan fácilmente.

— Me voy—. Dije sin importarme si me mataba o si me hacía lo mismo que al pobre señor que ahora se encontraba en el suelo.

— No te irás a ningún lado Alba—, se acercó a mí y me tomó del brazo para terminar de levantarme— el juego acaba de empezar.

Me arrastró fuera de la habitación y mi estómago lo agradeció, tenía que alejarme de ese olor a muerte. Me guío por un pasillo hacia lo que parecía una cocina. Trataba de forcejear, pero era imposible debido a lo débil que me encontraba después de vomitar tanto. Seguimos caminando y vi una puerta que nos llevó hacia el exterior. Solo hizo abrir la puerta para yo sentir el frío recorrerme todo el cuerpo. Nevaba bastante y mis piernas desnudas no paraban de temblar. La blanca nieve era lo único que se notaba en el exterior que pintado de negro daba una vista tenebrosa. No quería salir, tenía mucho miedo.

—Afuera no, por favor—rogué al chico que me llevaba a rastras hacia afuera— hace frío y está muy oscuro.

— ¿Hace frío?— se detuvo y preguntó casual— yo siento que el clima es perfecto, para jugar.

De un empujón caí al suelo que me recibió cubierto de nieve. Mis dientes chirriaban, el suéter que traía puesto no era suficiente grueso para protegerme del frío y el short que traía tampoco ayudaba mucho. Mis rodillas rasgadas ardían al igual que mis manos. Dacian parecía un ser completamente diferente al que me había tratado tiempo atrás en la habitación. Ese chico caballeroso y preocupado había sido reemplazado por el chico del bosque. Debía ser un maldito bipolar. ¿Tenía doble personalidad?




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