Aiker
Dejé que la bruja me guiara hacia una pequeña cabaña que levitaba sobre el lago gracias a varias flores, cuyo nombre desconozco, que flotando en las aguas liberaban pequeñas partículas de este líquido manteniendo la casa en suspensión.
— ¿Te gusta?— me preguntó y yo solo seguí caminando.
— Dime de una vez para que me invitaste—. Solté de una vez encarando a la morena.
— Eres tan lindo—, habló la chica acercándose a la puerta de la cabaña y entrando por esta— no te quedes afuera. Te invito a pasar—. Concluyó dándome así el permiso para entrar en su vivienda ya que sin ella no lo iba a lograr.
Entré en la casita y vi que todo tenía un aire muy tropical. Varias coronas de flores colgaban de las paredes y había una salida hasta el exterior, era un balcón. En el mismo habían unas cortinas blancas que se movían al ritmo del viento, al igual que una hamaca del mismo color.
— Alisha—, le llamé demandante— la paciencia se me está agotando.
La muchacha rodó los ojos y se acercó a mí mirándome como si fuera insoportable, cuando la insoportable era ella. Yo no tenía todo el día para estar revoloteando entre plantas y flores de todos los colores, jugando con ardillas y aves, cantando alrededor de una fogata o preparando conjuros y cosas así. Mi vida se basaba en muerte, en demostrar que yo era el depredador y que todos debían temerme. No podía bajar la guardia ni perder el tiempo. No podía tomarme la libertad de disfrutar de una bonita vista, ni de una sexy chica con un cuerpo divino que merodeaba a mi alrededor como una fiera en celo.
— Aiker—, habló la morena cortando nuestra distancia— ¿Quién es esa chica?
—¿De qué hablas?— pregunté sin entender a que se refería.
— Hay una chica que no deja tu cabeza. Esa chica te tiene alerta, como si fuera peligrosa—. trató de posar su mano en mi rostro, pero yo la detuve en el acto y esta me miró sería antes de dar un paso atrás— Varias de mis chicas han desaparecido últimamente. No estoy segura, pero creo que los cazadores tienen algo que ver al respecto.
— Entonces te quieres unir, aunque no tengas tus sospechas aseguradas—. Concluí por ella.
— No es solo por esas desapariciones—, se acercó a mí, pero esta vez a mantuvo una distancia aceptable— es por todas esas muertes innecesarias de años atrás.
— Deberías alegrarte que de que ya no las persiguen—, dije sin entender porque querría volver a una lucha que ya había para su especie— deberías aprender a soltar Alsiha.
—Me estás pidiendo que olvide todas las veces que mataron a mis hermanas frente a mí y eso es algo que no puedo hacer—. Respondió con rabia en su voz— Madres, hermanas, primas, abuelas. Miles de seres que sólo querían vivir armoniosamente en la naturaleza, pero que no pudieron ya que esas personas con complejo de conquistadores decidieron arrebatarnos todos y hacer de nosotros nada. Casi desaparecemos por completo, Aiker—, siguió hablando— somos todo lo que le queda al bosque. Ya no hay ninfas, ni sirenas. Ni siquiera hemos visto un hada en los últimos seis años. Ya los árboles no tienen fuerza para comunicarse con nosotros—. En su voz se notaba el sufrimiento— Debemos detener a los humanos antes de que extingan lo poco que queda de nosotros. Déjame unirme a tí y acabaremos más rápido con todo esto.
Tomé el rostro de la chica con mis manos. De alguna forma sus palabras me hicieron entender porque hacía eso. Ella también había perdido una parte de su vida y ahora tendría que vivir con ello. Todo esto había sido mi culpa. Si no hubiera entregado estás tierras a los humanos, todos estaríamos a salvo. Este bosque, no; este pedazo de bosque fue una vez un paraíso lleno de vida. Ahora no era más que ruinas cayendo poco a poco y convirtiéndose en escombros de los que una vez fue el hogar de miles de seres mitológicos.
— Lo siento mucho—, la miré a los ojos, avergonzado por haber destruido su vida y la de todos a su alrededor— prometo arreglar esto.
La chica no entendió del todo mis palabras, seguramente porque no sabía que yo había vendido estás tierras a los humanos.
— No quiero que te disculpes—, apartó mis manos de su rostro— ¿Me dejarás vengarme de esos perros impostores o no?— preguntó y yo sonreí.
— Como tú quieras muñeca—. Le respondí y la vuelta sonreír.
— Acabemos con ellos entonces—. concluyó.
Dasher
— Es necesario que todo llegué a más tardar el viernes—. Hablé al jefe de los hombres lobo.
— No te preocupes, — respondió el joven— sabemos lo que tenemos que hacer.
Mi recorrido había llegado a su fin y ahora me encontraba hablando con Jarek, el alfa de esta manada. Desde pequeños nos habíamos llevado bien y nuestra amistad había continuado, aunque ya no era uno de ellos. Recuerdo cuando nos volvimos a ver luego de tanto tiempo y este al instante entendió que algo en mi había cambiado, pero en vez de alejarse me dio su apoyo y decidió seguir en contacto conmigo y así ayudarnos.
—Un híbrido es más fuerte—. Fue lo que me dijo en ese entonces al comprender que odiaba mi nueva vida. El simple hecho de haber sobrevivido a la transformación me había demostrado que yo podía con ello, pero hasta que Jarek me lo explicó, yo no lo entendí.
— Gracias por todo—. Agradecí una vez más y este me sonrió.
— Para eso estamos los amigos—, respondió y me tomó la mano para apretarla— ve con cuidado. A más tardar el jueves llegamos con todo lo pedido.
Me despedí del resto de la manada, a quienes había conocido en cautiverio, y luego emprendí mi viaje de regreso a casa.
No había llegado en auto ya que quería estirar las patas y correr un poco en mi estado animal. Ahora debería regresar igual, pero primero daría un pequeño paseo sobre mis dos piernas.
El día comenzaba a oscurecer y la noche hacía su aparición. El cielo tomaba un tono naranja y las estrellas aparecían y desaparecían como fantasmas en el cielo. La luna llena se hacía cada vez más visible y en mi interior comenzaba a sentir esa calidez que solo en estas noches podía sentir. La luna era como una diosa para los hombres lobos y al salir en la noche nos brindaba ese calor materno que nos llenaba de fortaleza y ferocidad. No sabría explicar lo bien que nos hacía sentir. Era como si nos regalara un poco de su fuerza.