La Semilla del ogro y el precio del poder

Prólogo

En lo profundo del bosque, cuando la luna apenas asoma entre las copas de los árboles y las ramas parecen cobrar vida propia. Nadie sabe de dónde vienen sus sonidos, pero aquellos que se adentran demasiado en la espesura sienten como si el aire mismo lleva consigo secretos que no deben ser descubiertos. Las hojas secas bajo los pies de los que se atreven a entrar, crujen con un eco que resuena mucho más allá de lo natural, como si cada paso es observado desde las sombras que proyectan las copas.

El bosque, en sí es un antiguo y despiadado ente que vive y respira en la memoria de lo que sus ojos han visto. Era un guardián que guarda con recelo una historia que jamás alguien se atrevió a contar. custodio de las voces que una vez llenaron sus rincones, pero que pronto se apagaron. Algunas noches, cuando la niebla cubre el suelo y las estrellas se ocultan tras las densas nubes, las figuras de antaño parecen emerger entre la penumbra, para recordar a Los atrevidos que cruzan que cruzan su umbral, que el tiempo allí no corre como en el mundo exterior.

Los animales se muven en silencio, y sus ojos brillan bajo la tenue luz lunar, sabedores de que en aquellos parajes el ruido puede despertar a aquello que debe permanecer dormido. Cada rama rota, cada hoja desplazada, es una señal, una advertencia de que el bosque no olvida ni perdona a los intrusos. A veces, los cantos de las aves nocturnas se deteníen de repente, como si el propio sonido fuese tragado por la oscuridad. En ese momento, hasta el más valiente de los exploradores entende que debe detenerse.

Una vez dentro no hay mapa que pueda guiar a alguien hacia afuera. Las sendas se tuecen, se desdibujan, y lo que una vez fue un claro y abierto se convierte en un laberinto. Muchos aseguran que el bosque cambia, moldeandose al deseo de los curiosos, jugando con las mentes de los que lo cruzan. Otros dicen que es solo una ilusión creada por el miedo, pero ninguno puede negar que, de alguna forma, aquellos que entran nunca regresan de la misma manera.

Con los primeros rayos del alba, el silencio se rompe. Los ruidos se desvanecen en el aire como si nunca hubieran existido, y el bosque, cubierto por la luz del día, parece menos amenazante, casi acogedor. Pero los más sabios saben que esa paz es efímera, es un espejismo que oculta la verdad. Porque cuando el sol se esconda de nuevo, el viento volverá a traer consigo las voces, y el bosque, siempre vigilante, aguardará a los próximos que se atrevan a desafiar su naturaleza para decorarlos, y así el ciclo de la vida continuará.



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En el texto hay: aventura, relaciones prohibidas

Editado: 10.10.2024

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