La Sociedad Imperfecta

Capítulo VI

Hace tres años que Inti se fue de la casa, nunca más se hizo cargo de nada, pocas veces llamó. Maine ya no era la misma, Haisha tampoco, algo se rompió. Quise juntar cada pedazo roto y pegarlo, pero no era suficiente. Como madre hice hasta lo imposible, a pesar de sus culpas y la mía, para remontar la situación. 
Haisha ya  había pasado a  primaria y su hermana a unos pocos pasos de la secundaria. Ha sido una gran lucha, a veces quería irme lejos y dejar todo, pero ellas eran mi cable a tierra. A pesar de sus berrinches, las entendía, no era fácil asumir tantas cosas. Sin embargo, mis noches eran frías aunque hiciera calor, la esperanza se dispersaba con el dolor y… la soledad…jugaba conmigo hasta lo más profundo.  
Todos los días las tres mirábamos el espacio vacío de Inti y nos preguntábamos por qué, ¿por qué te fuiste papá?. Fueron años difíciles, mucho hambre de comida y de amor, hambre de explicaciones…hambre… que no podía sacarle a mis niñas. Por el contrario, luché contra ese hambre, abastecí alguno y los otros se empacharon con la echada de culpa hacia mí. Cualquier cosa me era suficiente solo por verlas sonreír de nuevo, olvidando el dolor y siendo las niñas inocentes de siempre.  
Era el cumpleaños de Maine, un caluroso día de verano, se venían los 10 años. Iba caminando a comprar al mercado del barrio, cuando sin querer, me choco con un apuesto hombre. Él, atentamente, se disculpa. Yo…me quedé…me quedé…asombrada. Me quedo con esa sensación, compro y cuando salgo; al mirar para enfrente, estaba nuevamente posando en la pared de una casa. Me hice la disimulada y seguí caminando como si nada.  
Me perdí entre pensamientos mientras preparaba todo para el cumpleaños, siendo escoltada con mi hija llena de aire de adolescencia. Por otro lado, Haisha buscaba qué picotear y rompía varias cosas. Nada importaba, con mi buen humor podía controlar tal inestabilidad; pero a su vez, quería que terminará ese día. 
Llegan los invitados, gran cantidad de amistades más sus madres, casa espaciosa que los acobijó junto al calor y la comida. Mi hija corría con todos, estaba feliz, bañarse en la pileta era su parte preferida. Mi niña menor estaba enamorada de la fiesta, buscaba protagonismo. Pasó un rato largo cuando sonó el teléfono, era Inti, Maine como atendió colgó. Parada enfrente del mueble se le cayó una lágrima, se la secó y volvió al jardín. Nos cansamos de jugar y reír, todo se amigaba para nosotras. 
Qué lindo cuando queda comida para el otro día, la pileta y el calor, estábamos tranquilas. Se acercaban las cuatro de la tarde, nos habíamos quedado sin leche, fuimos al mercadito del barrio y…ahí estaba él. Fueron graciosas las expresiones de mis hijas al ver mi cara colorada, pero la pilotearon bien, saludándolo. Cuando volvíamos dicen a coro ¿vas a reemplazar a papá?. 
Pasaron unos meses, comenzamos a visitarnos seguido, a salir a algún lugar, nos conocimos. Me era difícil confiar, como podía pensar en volver a conformar una familia, las chicas lo vieron como reemplazo pero… acaso  ¿sentía amor? Si, como nunca antes. En ese momento me sentí obnubilada, necesitaba tiempo, supo entenderlo.  



 




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