Capítulo 19

Le llega una llamada al celular: es desconocido. Ella contesta inmediatamente.

—Hola, ¿qué pasa? —contesta en tono desesperado.

—Hola, somos del Servicio Médico Legal y necesitamos que vaya a reconocer un cuerpo... —dice un hombre. No se espera nada bueno.

—¿Cómo un cuerpo? —pregunta ella, alterada. Ya se espera lo peor.

—Uno que encontramos en la cuesta cerca del restaurante "El gran platino". Es de un hombre de unos 20 años. Sospechamos que es Rodrigo Gutiérrez. Por eso la llamamos

Las lágrimas caen furiosas. No logra seguir hablando, la tristeza es demasiada. Le iba a pedir matrimonio, para eso hizo algo tan hermoso y especial. Se imagina una vida juntos, con los hijos, todos parecidos a él. El fruto de su amor. Pero nada de eso pasará, ya no puede pasar.

—¿Hola? ¿hay alguien ahí? —pregunta el hombre.

Ella vuelve al mundo real, el que ahora le parece el peor.

—Aquí estoy —dice con el dolor marcado en su voz.

—Debe ir al servicio médico legal mañana para verificar su identidad y luego retirarlo en una funeraria —dice el hombre. La enfurece la frialdad con la que habla.

—¡Se ha muerto mi esposo! ¡No se da cuenta maldita sea! ¡Haga algo para que viva, lo que sea! —grita ella con una rabia que a la vez hace que llore más. La gente en el restaurante ya la está mirando, aunque eso ya no le importa.

¿Le dijo esposo? Ojalá lo fuera.

—No puedo hacer nada, disculpe —dice el hombre con el mismo tono frío y corta la llamada.

Deja el celular sobre la mesa. Se agarra la cabeza y deja salir todas las lágrimas, junto a su llanto lleno de un dolor desgarrador.

Sigue observando el anillo, el que les uniría para siempre, el que estuvo en ese champagne para nada. Lo toma y se lo pone. Lo contempla con detenimiento, apreciándolo. Es de oro, delgado con un diamante en su centro. No sabe si el diamante es real, aunque eso no le importa. Lleva pequeños pedacitos de diamante incrustados en el oro, lo que le da más elegancia y belleza.

—Hubiera sido una buena esposa —susurra ella al anillo, como si así Rodrigo pudiera escuchar a través de él.

Se levanta de la mesa, llevándose el anillo consigo y dejando el champagne. Se siente tan sola, en un mundo dónde no está él, en el que nada tiene sentido.

El viento corre fuerte, y el frío se hace sentir más intenso por llevar sólo un vestido. A pesar de lo mucho que tirita, no se abriga, sólo aguanta.

Entra al auto y se sienta en el asiento del piloto. Cierra la puerta y comienza a llorar, gritando y golpeando la puerta, el parabrisas y lo que encuentra.

Decide llamar a Emilia. Marca el número y espera. Le contesta a los 3 tonos.

—¿Hola? —contesta su hermana.

—Hola —dice en tono lloroso.

—Romina ¿qué pasó? —suena preocupada.

—Parece que Rodrigo... murió —dice ella, y vuelve a soltar unas lágrimas. Esto no es real, no debe serlo, no debía ser así.

—¿Cómo? ¿En serio? —pregunta ella con mucho asombro. De verdad no se lo esperaba.

—Te lo cuento allá —dice ella y corta sin esperar su respuesta.

Maneja hasta su casa. Se le hace difícil en el estado en que está, pero no está dispuesta a llamar a un taxi y que luego la vea así.

Entra a su casa lo más rápido que puede, tratando de evitar que algún vecino la vea, sabiendo que ellos son muy chismosos.

Ve a Emilia delante de la puerta, con expresión muy seria.

—Quiero que me cuentes todo —le pide Emilia.

Le deja espacio para que se siente sobre la cama. Ella lo hace, y no evita volver a llorar.

Su hermana la abraza, también soltando algunas lágrimas. Rodrigo fue el hombre que hizo más feliz a su hermana. Por eso su partida es algo demasiado importante.

—Llevaba una hora esperando. Creí que me había dejado plantada hasta que un camarero me entregó esto —dice mostrando el anillo—. Luego me llamaron del Servicio Médico Legal diciendo que debo ir mañana a identificar un cuerpo que podría ser él

—Quizás no sea él, aún hay esperanzas

—Si no es él ¿por qué encontraron el cuerpo cerca del restaurante y sospechan que es él?