La sombra de la lujuria

Capítulo III. Operación rescate

Otro día en el paraíso. Tras una noche larga que no escatimó en rondas de tequila, pretendientes furtivos incapaces de aceptar un no como respuesta, y bailes eróticos en una tarima lindante al Dj que amenizaba la función, Delfina por fin despertó de su sueño profundo en el sofá de su salón, justo a tiempo para enfrentar a los fantasmas del olvido que desafiaban sus amnesias temporales y su sentido de la responsabilidad cada vez más devaluado.

—¿Dónde estoy? —preguntó entre bostezos.

—Eso mismo me pregunto todos los días.

—¿Mariano? —inquirió con un dejo sincero de preocupación—, ¿qué te sucedió en el ojo?

—¿Por qué no lo adivinas? —retrucó mientras aplicaba hielo sobre su pómulo izquierdo.

—¿Acaso tuviste una pelea?

—Y apuesto a que no tienes la menor idea de quién fue la responsable del altercado.

—¿Lo dices en serio? —se exaltó al advertir la indirecta.

—Pero supongo que no puedo culparte, siempre supe que más temprano que tarde terminaría pagando los platos rotos de tu desenfreno.

—Lo lamento.

—Mentira.

—Lo juro —dijo mientras se acercaba para inspeccionar de cerca la herida—, ¿te duele mucho?

—Pronto pasará.

—¿Puedo preguntar qué sucedió?

—Estoy seguro de que tu imaginación puede responder al interrogante —sonrió antes de recordar que cualquier mueca enervaba más su aflicción.

—Te juro que no recuerdo nada de lo que sucedió anoche.

—¿Y eso no te parece una señal? —cuestionó frunciendo el ceño.

—¿Una señal de qué?

—Si no lo sabes, entonces no tiene ningún sentido que te lo diga.

—Creo que estás exagerando.

—¿Perdón?

—De seguro haces una novela de una cosa pequeña con el propósito de hacerme sentir mal y así librarte de tus responsabilidades.

—Prefiero no contestar tus provocaciones.

—¿Puedes darme agua y una aspirina? —solicitó mientras se masajeaba la sien—. Se me parte la cabeza.

—Anoche cruzaste todos los límites.

—Siempre dices lo mismo.

—No sé qué fue lo que conversaste con tu novio y si eso tuvo que ver en tu accionar en el bar, pero déjame decirte que no sucederá de nuevo —sentenció fulminándola con la mirada, haciéndole saber que hablaba en serio.

—En primer lugar, ese sujeto despreciable no es mi novio y, en segundo lugar, a ti no te pago para que juzgues mi vida, sino para que me protejas cual guardaespaldas —replicó.

—Entonces procura mantener baja tu falda porque de lo contrario haces mi trabajo muy complicado.

—¿De qué hablas? —preguntó desviando la mirada, tratando de esconder el rubor en su rostro.

—¿En serio quieres saberlo? —retrucó saliéndose de la vaina por recordarle las peripecias de una noche agitada.

—Por favor, estoy muriendo de curiosidad —contestó sarcástica.

—Estabas en la barra, ibas por tu decimo tequila, ya ni siquiera eras capaz de coordinar una sonrisa cuando, de repente, te levantaste y bamboleándote te perdiste entre la multitud —recordó—. Te perdí de vista. Me desesperé. No podía encontrarte por ninguna parte. Te busqué en la pista, en los baños, en la oficina del dueño; incluso salí a la puerta para cerciorarme que no hubieras huido por alguna puerta trasera.

—¿Y  dónde estaba? —indagó cruzada de brazos, en franca pose altanera.

—Esa es la parte más interesante.

—Vamos, habla, te mueres por decirlo.

—Pagando los tragos.

—¿Disculpa?

—Digamos que te disponías a abonar tu consumición —asintió esbozando una mueca socarrona.

—¡Ves! —exclamó—. Soy una mujer hecha y derecha que salda sus deudas; no entiendo por qué armaste tanto escándalo por esa nimiedad.

—Es una forma de verlo, sí.

—¿Por qué te ríes? —le reprochó abriendo enormes sus ojos.

—Lo lamento, soy algo pudoroso.

—No comprendo.

—Digamos que no pretendías pagar con efectivo —carraspeó.

—Siempre llevo mis tarjetas conmigo —retrucó.

—Más bien el pago iba a realizarse en especias, ¿entiendes lo que digo? —replicó guiñándole un ojo

—Mentira —contestó tragando saliva, petrificada.

—Verdad.

—Yo sería incapaz.

—Te sorprendería hasta dónde son capaces de llegar los ebrios con tal de una ronda más.

—No quiero oírte —reviró exaltada—, no voy a permitir que me calumnies de este modo tan humillante, ni mancilles de modo alguno mi intachable reputación.

—Aún no cuento la mejor parte.



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En el texto hay: abogados, amor desamor, pasion venganza lujuria

Editado: 19.07.2022

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