La sombra ya no se sintió prisionera, ni volvió a pensar que todo era un castigo, porque podía vagar entre los mundos con total libertad. Lo hizo por días que luego se convirtieron en meses. Errante y solitaria, sin limitarse solo a visitar a su querido Milej, sino que a todos los que amó.
Vagó mucho más allá de los límites de Arekim, hasta donde la noche se lo permitiera, porque ahora era libre de las reglas mundanas y solo obedecía a su propia voluntad. Descubrió que los Basmoj eran consientes de su propio ser y solo debían respetar sus propias obligaciones; y ella que ya había estudiado en profundidad su tarea en el volcán, sabía a la perfección en qué momento podía volar hacia la libertad.
Tan lejos fue, donde el espíritu del volcán ya no podía abrazar a nadie, y en ningún momento sintió miedo. Había oído historias sobre este lugar cuando aún vivía y ahora estaba aquí para comprobarlas. Quería saber si era cierto que quienes la oyeran podrían responderle con crueldad.
Era la vigésima vez que huía del volcán, y viajaba más allá de las montañas nevadas. Se detuvo, y por primera vez escuchó la voz inconfundible del hielo en este lugar, donde reinaba la oscuridad y el frío eterno. Oculta en la sombra, avanzó despacio para encontrar el origen de lo que había oído y al llegar donde se establecía la conversación, se mantuvo quieta para que no notaran su presencia, y a su modo tembló, sin imaginar qué clase de criaturas moraban en la brisa helada.
Trato de asomarse sin que la vieran y vio a un grupo de rocas de hielo azuladas, rodear a un remolino de viento frío. Pudo oír el temblor de la tierra bajo ella y pudo sentir la vibración de sus voces en su mente, mientras planeaban terribles atrocidades en contra de su pueblo y de Ehyjum de los Fiordos. Supo como cierta brisa, logró traspasar el muro de Arekim para llegar al volcán, y supo también, como una sombra antigua la recibió en un oscuro pasaje, donde el calor del volcán no la transformaría. Grande fue su sorpresa y su decepción cuando también se enteró que no había sido el único Basmoj en acudir a tan nefasta reunión, y pudo ver allí entre las criaturas de hielo a algunos de los suyos trazando un plan para burlar las barreras que el fuego le ponía al viento helado.
Sufrió al pensar en las consecuencias de la traición, en cómo se vería afectado su pueblo con el paso del hielo, sin lograr comprender del todo, cómo los Basmoj pactaron la destrucción con los demonios que debían derrotar, cuando su misión y su condena era protegernos. Ahora, se volvían en contra de su pueblo.
Pensaba en como una sombra nueva como ella, podría detener a una raza completa de su avance hacia el volcán, y como lo harían ellos para evadir el calor. Lilkam se horrorizaba al pensar en ello, y en como dejarían todo congelado a su paso, cada pueblo y cada ser, sin que nadie pudiera advertirlos.
No podía permitir que la descubrieran, pues se encontraba en medio de una reunión secreta, y tampoco quiso marcharse, porque debía identificar a los Basmoj traidores e intentar adivinar si quedaba alguno de ellos en quien confiar. Quedaría en la incertidumbre si habían sido todas corrompidas, y si en algún momento también acudirían a ella para unirla al plan, al fin y al cabo, ella custodiaba la primera entrada al alma de Mjitëk.
Escondida entre la roca y el viento helado se acercó lo que más pudo para oír mejor, sin ser vista. Su visita aquí y esta reunión eran una coincidencia afortunada y no pensaba desaprovechar la oportunidad. Y en una lengua extraña que de algún modo pudo interpretar, oyó y entendió la conversación.
—¿Ya todos saben? —gruñó la roca helada
—Solo las más antiguas, ellas son las importantes —susurró aquel Basmoj que se encontraba más cerca de la roca.
—¿Y que pasa con los demás? —Silbó el viento frío.
—No son un peligro, porque no saben dominar el fuego todavía.
—Entonces estamos cerca de la victoria —gritó el remolino, en medio de todos allí para luego rugir con más fuerza y desatar una tormenta que a Lilkam casi la sacó de su escondite.
Ya sabía suficiente y era momento de salir de ahí y encontrar una solución como fuera.
Se alejó lento y con fuerza para no ser arrastrada por la tempestad que se había desatado, y en la misma oscuridad en que llegó, se alejó con la velocidad que su forma le permitía, antes que se desencadenara ese terrible acontecimiento.
Volvió al volcán y tomó su puesto de vigilante, inquieta y sin confiar en nadie. Pensó en el momento en que esas sombras se habían escurrido dentro, y creyó que fue mientras no estaba en su puesto, o bien había otra salida que ella desconocía.
Era mucha información y debía buscar ayuda en los Basmoj que la aconsejaron alguna vez. No podía quedarse sin hacer nada, a la espera que el mundo sucumbiera al frío otra vez. Además, ella tenía a su familia mortal y no estaba dispuesta a perderla por no actuar rápido.