La sombra de Lilkam

Capítulo 10

Momentos después de saltar al acantilado en Ehyjum, Lena pensó que hacía lo correcto, nunca puso en duda la decisión que tomó. Aquella sombra le había contado una historia demasiado convincente para ignorarla, y ahora se daba cuenta que tenía sentido; la muerte de su prometido, la terrible avalancha de la que todos le habían hablado y los extraños sonidos que venían de más allá de las montañas nevadas. Al cambiar de forma podría averiguarlo, y si no, tendría la anhelada muerte que había estado esperando, todas las alternativas le resultaban satisfactorias.

Una brisa caliente la envolvió antes de caer y sintió un desgarrador dolor en todo su cuerpo, para acto siguiente no sentir nada más y encontrarse flotando en el oscuro acantilado. No entendió más de lo que aquella sombra le había explicado, de cualquier modo, toda la angustia que experimentó antes había desaparecido.

Al principio le costó entender cómo funcionaba esta nueva forma. Se encontraba suspendida en el aire y pudo darse cuenta que oía perfecto. También podía ver con claridad en la oscuridad, eso le llamo la atención e intentó observar su cuerpo, pero solo vio una bruma espesa y oscura.

En la profundidad de ese acantilado advirtió una figura familiar y se aproximó rápido sin controlar muy bien la velocidad, y se dio cuenta que era ella misma con su cuerpo mortal, tendido entre las piedras. Intentó tocarlo y apenas pudo sentir la suavidad de su piel y su cabello.

No tenía idea de cómo sacarla de ahí porque no podía controlar su forma y no era capaz de sostenerlo. Recordó lo que le había dicho Lilkam minutos antes sobre volver al volcán para no levantar sospechas y que ahí se le acercarían Basmoj amigos para ayudarla. Debía llegar ahí antes del amanecer para poder ocultarse y pedir ayuda.

Se elevó y vio a lo lejos a Mjitëk, se sorprendió de lo rápido de sus movimientos y confió que sería capaz de llegar pronto allí, así que se encaminó.

No le costó llegar en línea recta aprovechando la oscuridad que la ocultaba. No sabía lo silenciosa que podría ser o si alguien sería capaz de verla, solo pensaba en su cuerpo mortal abandonado y en cómo ayudarlo.

Cuando por fin se encontró en el volcán, entró con cautela por donde le indicó Lilkam y esperó. No se atrevió a explorar porque necesitaba ayuda y seguiría las instrucciones. Aun así se dio muchas vueltas en círculos, impaciente e insegura, hasta que en la oscuridad advirtió sombras que aumentaron de tamaño y comenzaron a iluminar el lugar.

Inmóvil permaneció esperando que se acercaran sin decir nada, y aunque hubiese querido no estaba segura de poder hacerlo.

—Tu llegada nos advierte que ella lo ha logrado —dijeron al unísono.

Lena extendió su manto como si fuera un brazo y preguntó.

—Lo ha logrado pero hay un problema, no despertó y yace en el fondo del acantilado en Ehyjum. Soy muy débil para sacarla de allí.

—Debes llevarnos, no puede arriesgarse a morir, porque tú y ella están conectadas y si una muere lo harán las dos.

—Esto es nuevo para mí, y yo no sé cómo ayudarla, por eso vine aquí.

—Hiciste lo correcto. Ahora llévanos, debemos ser rápidos.

Siguieron a la nueva sombra, veloz por la oscuridad sin ser advertidos en esas horas de la noche;  y ellas mucho más silenciosas que Lena, podían llevar luz para el camino.

Se internaron en el fiordo y la encontraron boca abajo mientras el agua amenazaba con cubrirla. Ambas sombras provocaron una brisa cálida, y de alguna forma que Lena no entendió, fue alzada por los aires. Una de ellas la envolvió con su oscuridad para hacerla menos visible, y extinguieron la luz que traían consigo por las calles de Ehyjum. Y con la ayuda del nuevo Basmoj,  introdujeron el cuerpo en la habitación de Lena para dejarla dormida y segura.

Tendría que arreglárselas sola cuando despertara, porque el tiempo antes del amanecer no les permitió llevarla hasta el pueblo Atrapafuegos. Ya se habían demorado y el sol estaba por salir, debían partir y dejar allí a Lilkam. Tampoco Lena podía quedarse porque con su poca experiencia seria blanco fácil de ojos curiosos. Así que los siguió desde atrás. Cuándo Lena llegó al volcán intentó no levantar sospechas. Debería ser cautelosa, y vagar con prudencia hasta el día que Lilkam la buscara.

Cuando Lilkam y Lena se vieron, otra vez se pusieron de acuerdo para encontrase en Arekim días después, y llevar el importante mensaje. Hasta que eso pasara, tenía libertad para vagar, explorar el mundo, y sobre todo lo que más deseaba, volar hacia las montañas nevadas y descubrir que es lo que había ocurrido realmente con su prometido.

Aprovechó el tiempo y viajó tan rápido como el viento pudo llevarla. Se internó en la guardia de las fronteras sin ser vista mientras todos los hombres agobiados y con un aire de misterioso se reunían en la noche helada. Tenía que investigar, había muchos hombres acuartelados en la misma instalación y no precisamente por gusto.




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