Mi euforia se esfumó bruscamente y el pánico retornó de golpe haciendo que detuviera mis saltos.
Si ya no estaba sujeto a nadie y sucediera que yo me uniera con otra, cualquier otra sombra, como la de un edificio, ¿podría salir? ¿o me quedaría atascado por el resto de mi vida? La pregunta me acosó por una hora y todo el entusiasmo que pude haber sentido, se extinguió. Me entraron deseos de correr de regreso a mi dueño y unirme a él con tal de asegurar mi existencia.
Mi añoranza por la libertad me detuvo. Quería conocer a alguien a quien sí amara. Dar paseos por donde yo quisiera. Bailar sin temor a esfumarme entre cientos de otras sombras. Nadar sin miedo a que mi dueño escapara de una diminuta medusa. Eso y muchas más razones evitaron que me dirigiera de vuelta a mi prisión de por vida.
Giré a ver si la persona dueña de mí y mis tormentos seguía en el puesto de helado y una nueva onda de pánico me invadió al darme cuenta que se había ido. Busqué por todos lados, pero no había señales de él.
No veía ni su sombra...
El pensamiento me hizo reír silenciosamente.
El nuevo miedo era uno que me daba alegría al mismo tiempo y de alguna forma me liberaba. Sin saber dónde se encontraba, ya no podía retornar a él. Regresar a mi jaula estaba fuera de la cuestión. Entonces solo debía enfocarme en el problema más urgente. Me aseguré de estar en un lugar solitario en el que ninguna otra sombra me tocara y me senté a pensar. Previamente, cuando tomaba los primeros pasos de libertad, me había unido a un árbol, pero sólo mis pies habían hecho contacto, ¿qué sucedería si toda mi sombra fuera opacada por una más grande? ¿Qué pasaría cuando viniera la noche y todo fuera oscuridad? ¿Amanecería en el mismo lugar o la luz del sol me extinguiría con la demás sombra?
El sol estaba en su punto máximo, por lo que aún tenía unas cuantas horas para decidir qué hacer. Para mí, los minutos parecían instantes y mi miedo no hizo más que incrementar ante la expectativa de la venida de la noche. Sabía que debía moverme. Mis dos opciones eran encontrar un lugar que nunca dejara de estar iluminado o realizar una prueba que determinaría si en realidad dejaría de existir si me sumergía en la oscuridad. La segunda me paralizaba y no sabía dónde buscar la primera así que continué con ese estado anímico mientras transcurrían lo que yo creía eran mis últimas horas.
-Qué solitario te ves.
Supe que no se dirigían a mí así que continué contemplando a la gente, pero entonces una sombra grande envolvió a la mía. Lleno de pánico, salté y me alejé para asegurarme de que continuaba vivo. Efectivamente, podía mover mis extremidades y todo mi cuerpo seguía intacto.
Suspiré de alivio.
-No te asustes. Ten, come un poco.
Miré a quien hablaba y vi que se trataba de un pobre loco que acostumbraba a merodear por el parque y sus alrededores. La gente lo apodó como "Pedro tira piedras", un individuo de estatura baja, que siempre cargaba un enorme abrigo (su única prenda de vestir) haciéndolo ver más grande de lo que realmente era. Ganó su apodo por tirar piedras a los carros que transitaban cerca de él.
Pedro Tira Piedras lanzó en ese momento trozos de pan a mi cabeza.
-Come, come.
Las sombras no necesitamos comer, pero aprecié el gesto. Hice una reverencia exagerada como forma de agradecimiento, el cuál él respondió con otra. - Provecho, - murmuró. - Sombra solitaria.
Se alejó arrastrando los pies y me quedé en el lugar reflexionando. Había logrado salir de la sombra de Pedro sin perder mi conciencia pero nada garantizaba que lo mismo sucedería con la sombra de un objeto inanimado.
Volví a sentarme cuidadosamente. Estaba más tranquilo, mas no me atrevía aún a intentar algo más arriesgado.
Miré a mi alrededor, tal vez encontraría el amor ahí mismo. Las sombras que me rodeaban era de todos los tamaños. Debe saberse que la sombra de un romántico no presta atención al físico, pues las sombras son cambiantes. Una delgada puede ser gorda al siguiente instante y una baja puede ser alta y larguirucha con el paso del tiempo.
Tampoco tenemos gustos en cuanto al color de piel, ni la ropa, ni siquiera el sonido de la voz... Entonces... sin tener gustos particulares ni puntos de referencia... ¿Cómo lograría encontrar al amor de mi vida?