EPÍLOGO (Fin)

«Sustancia que pierde y gana en ánima honorable y vencida.

Las fuerzas inesperadas se hallan en conjunción para el destino.

El poder único será definido cuando su alma se haya perdido.»

Un país diezmado, un reino tiranizado y un instinto de supervivencia tan fuerte como el de la más salvaje y poderosa bestia que es acechada en toda dirección.

Un irrompible lazo que se estrecha hasta quedar unido por toda la eternidad y una tensión tal, que del impulso arremeterá contra lo que a su paso encuentre; perdiéndose en la lejanía y olvidando la luz que durante su vida le envolvió para someterse al obscuro y sufriente origen.

La traición, la confianza; la experiencia y el miedo; el sueño y la pesadilla. La realidad te golpea de lleno al quitar la venda de tus brillantes ojos, que se apagan poco a poco, ante la aceptación y la resignación de que esa idea de felicidad, de futuro –aunque incierto– deseado, no es más que la pobre ilusión de una esperanza marchita y sin retorno.

No quieres. Te resistes porque sabes lo que te espera y te horroriza, pero tienes que hacerlo. Sabes que no tienes otra opción que enfrentarte a todo.

Tienes que hacerlo.

Tienes que despertar.