Un viento peligroso se acerca, el canto de las brujas y el pasado
vienen con el
No supo cuánto tiempo durmió, pero parecía haber tenido un sueño reparador, sus ojos ya no pesaban y aunque la noche era oscura y los grillos cantaban en medio de aquel silencio, se sintió protegida.
Cuando regreso al hotel una bandada de cuervos graznaba justo en el parque, parecía poco convencional pero no menos extraño que todo lo demás.
No tardo en dormirse como la noche anterior, casi de inmediato cayó en un abismo negro que poco a poco tomo la forma de un bosque, las ramitas en el suelo crujían con sus propios pasos y el olor a jazmín de noche flotaba en el aire, tan intenso era que pronto se sintió mareada y se arqueo poniendo las manos en sus rodillas.
Este bosque era diferente al de sus otros sueños, era oscuro tambien, pero algo la hacía sentir distinta y sin temor, el repentino mareo paso tan rápido como llego, y una sensación de confort la inundo, una fuerza extraña la impulsó a seguir caminando.
Llegó a un claro, un frondoso árbol se alzaba majestuoso y bajo el, una mujer yacía inerte, Lena se acercó para verla de cerca, la mujer llevaba un vestido de seda rojas, su piel era pálida iluminada por la luna, parecía fría como las rocas que se elevaban alrededor del pequeño claro, se agacho para ver su rostro, pero en cuanto sus dedos tocaron la piel fría la mujer desapareció como la ceniza y nuevamente se quedó sola, a lo lejos voces resonaban en armonía, poco a poco el canto se acercaba y aunque parecía tétrico no tuvo la tentación de correr.
Pronto se encontró rodeada de lo que parecían sombras, no podía ver rostros, pero parecían figuras humanas, y aunque no podía ver si eran hombres o mujeres los cantos parecían pertenecer a mujeres.
Sintió una especie de deja vu, la confusión y las voces se mezclaron hasta que la oscuridad regreso y abrió los ojos en medio del cuarto de hotel cuando ya estaba amaneciendo.
Resulto que sus padres si tenían otras propiedades, una finca cerca del pueblo cruzando la quebrada de los naranjos perteneció a la familia de su madre y más tarde fue heredada a ella, le dijeron que permanecía abandonada, pero nadie en la oficina de instrumentos públicos supo decirle la razón.
Al salir de allí decidió ir a la casa cural, quería hablar con el padre, Antoine Favre, sabía que era muy allegado a su madre tal vez él podría decirle algo más.
Recordaba ir siempre tras su madre que visitaba constantemente al padre, además de asistir a misa pertenecía a otros grupos de oración, así que pasaba bastante tiempo cerca de este.
La atendió una mujer mayor, que la guio hacia la oficina del padre, la dejo parada frente a una gran puerta verde con la pintura desgastada y sin decir más desapareció. Odiaba esa mala costumbre de desaparecer sin decir más.
–pase, por favor –respondió alguien desde el interior, no le pareció familiar la voz, pero empujo la puerta y entro.
Era una pequeña oficina con solo un escritorio y un par de sillas, un cristo crucificado en la pared y una estantería alta llena de libros, en una de las sillas estaba sentado un hombre, pero definitivamente no era el padre Favre, este era joven. El hombre la miro interrogante y Lena se sintió apenada al darse cuenta que llevaba un par de minutos allí parada en silencio.
–discúlpeme, creo que me equivoque, busco al padre Favre –se dio la vuelta para salir cuando escucho la voz del hombre.
–yo soy el padre Favre o algo así, pero supongo que busca a mi tío, el padre Antonio –completo el hombre antes de que Lena pudiera pedir una explicación.
–había olvidado que lo llaman así aquí, madre siempre lo llamo por su nombre real – dijo entre dientes.
–ah, sí, no muchos por estos lados saben pronunciar su nombre de forma correcta, él se ha resignado a que lo llamen así. Pero regresando al tema ¿necesita a mi tío o puedo ayudarle?
–no quiero ser grosera, pero es un asunto personal, debo hablar con él, pero podría usted decirme dónde encontrarlo.
–hoy de madrugada se fue a caño del medio, pero debe estar de vuelta hoy mismo entrada la noche –respondió el hombre con una pequeña sonrisa de disculpa
–¿cree que pueda recibirme mañana temprano? –dijo la muchacha con desgano
–si me dice su nombre puedo darle su mensaje
–Mi nombre es Helena Arboleda, no sé si me recuerde, puede decirle que soy la hija de Alicia Cortez –él parecía pensativo
–Yo me acuerdo de usted, claro, cuando la vi entrar me dio la impresión de haberla visto antes pero no recordaba donde, eres esa chiquilla que andaba con la señora Alicia, la que se perdió en el bosque –Helena se sorprendió, ella no lo recordaba, ni siquiera recordaba que el padre tuviera un sobrino.
–Yo soy Alessandro Favre, ¿no me recuerda?, nos conocimos después de que sucedió lo del bosque, mi hermana y yo vinimos a vivir con mi tío unos días antes de que se perdiera –una sombra de tristeza paso por sus ojos.