—Bienvenida a tu nueva residencia. —me dijo el chico tras el mostrador, muy alegre.
Yo aún seguía aturdida por todo lo que acababa de pasar, así que solo pude dedicarle media sonrisa.
—Malory.
—Mucho gusto Mal, yo soy Chase. Soy el encargado del edificio, me encuentras al final del pasillo, la primera puerta a la derecha. Aunque solo háblame si tienes una emergencia. En serio, solo una emergencia, ¿qué consideras tú que es una emergencia?
—Uhm... que... el edificio está... ¿en llamas? —él bufó.
—Vaya, una que por fin lo entiende.
—¿Te hacen muchas bromas?
—Algunos, pero otros me llaman para que destape sus escusados. —me pareció divertido el tono en que lo decía.
—Bueno... —me le quedé mirando, pero él se fijó mucho más en una chica que venía cruzando las puertas transparentes. Tenía el cabello rizado, la piel morena y unas piernas larguísimas. Era bonita, muy bonita. Estaba sudada, pero eso no impedía que se viera bien.
Y es que esa ropa de deporte le sentaba estupendo, había que admitirlo. Entonces me di cuenta de que no era el único que la miraba, esta era una residencia de chicas, pero los pocos chicos que había la miraban embobados.
Tú incluida.
Y, señoras y señores, les presento a mi queridísima conciencia. Es molesta a veces.
Pero siempre tengo la razón. Y el sarcasmo no viene al caso.
Estaba tan concentrada en la plática que tenía conmigo misma que apenas reaccioné cuando la chica se paró junto a mí, frente al mostrador.
—Hola Jess. —la saludó Chase, ella sonrió exageradamente.
—Chasyyy basyyy. —el chico puso los ojos en blanco.
—Y así es como empezamos un nuevo año escolar. —la chica lo miró, divertida. Y pude ver que me miraba de reojo, para al final girarse hacia mí.
—¿Y tú quién eres? —me preguntó. Levanté una ceja en su dirección.
—Hola, mucho gusto, ¿interrumpo algo? ¿cómo te llamas? Hola, un pacer, no, adelante, me llamo Malory. —ella sonrió.
—La nueva me cae bien.
—La nueva puede oírte. —de acuerdo, tal vez había sonado un poquito más irritante que de costumbre, y tal vez ella no lo merecía, pero, repito, estaba afectada por todo lo que había pasado.
—¿Ves? Por eso me caes bien. Soy Jessa, dime Jess.
—Está bien... eh... —me giré hacia Chase que estaba viendo algo en su teléfono. —¿Cuál es mi cuarto?
—¿Está mi hermana? —Chase levantó la vista cuando hablamos al mismo tiempo.
—Sí, —me señaló, luego a la chica. —y no.
Comenzó a buscar algo en el monitor de la computadora después de que me pidiera mi nombre completo.
—¿No está? —dijo Jess.
—No, salió hace como media hora. ¿Para qué la necesitas? —ella levantó una caja que hasta ahora no me había dado cuenta de que traía.
—Voy a dejarle un paquete de mamá. Siempre las entrega en mi casa y dice que se equivoca, pero yo sé que solo lo hace para nos veamos. ¡Si la he visto veinte años de mi vida!
—¿No tienen diecinueve?
—¿Los nueve meses de embarazo no cuentan o qué?
Chase y yo teníamos una mueca divertida. Sí, a mí también me caía bien esta chica. Cuando terminó de hacer lo que estuviera haciendo en la computadora me extendió unos papeles y me entregó una llave plateada.
—Si la pierdes tendrás que pagar por recuperarla, y una pequeña multa. —Chase sonrió con inocencia. —Ahora firma.
—Y, ¿no tendrás una llave de repuesto? —preguntó Jess.
—Mira, que suerte tienes, esta chica es la nueva compañera de tu hermana. —ella me miró e hice lo mismo.
—Bueno, pues te deseo suerte. —y me dio dos palmaditas en el hombro.
—No la espantes. —advirtió Chase al ver que ponía cara de horror.
—Si de eso ya se va a encargar Jenn. —la sonrisita traviesa que esbozó no me gustó para nada. —Como sea, ¿me prestas tu llave?
—Eh...
—Sí, sí, pero tienes que firmar antes. Anda. —cuando lo hice Jess me pidió que la siguiera, pues ya sabía dónde estaba el cuarto.
Abrí y la dejé que pasara. Dejó la caja en la cama de la derecha, que ya tenía muchas cosas encima.
La habitación consistía en dos camas, cada una pegada a la pared, a los pies de estas una cajonera con un espejo encima y con un pequeño armario. A un lado estaba un lavabo y una puertita debajo de este.
En la cabecera había un escritorio y un librero pequeño, los dos pegados a la pared de la cama y en la pared que quedaba había ventanas horizontales por las que entraba mucha luz.
Dejé mi maleta en la cama y antes de desempacar me senté en ella.
Ugh, qué incómoda.