La Teoría De La Resiliencia

Villa Arcana

~Todos los días son días de nueva siembra y naturalmente también de cosecha~
 


 

—Gotas de Sabiduría; Swami 
Paramadvaiti
 


 

—Gael por favor, es la primera vez que no estás con nosotros por mucho tiempo, déjame preocuparme un poco.

La voz de mi madre sonaba más angustiada por el celular, y tenía algo de razón, luego de 16 años de vida estando juntos: mi padre, mi madre y yo viviendo en el extranjero, ahora había regresado a mi tierra de origen en Venezuela, para culminar mis últimos años escolares en la academia del pueblo donde pasé la mayor parte de mi infancia.
Tal vez me esté adelantando mucho, quizá sea mejor acomodarlo todo.


Mi nombre es Gael, aunque eso ya lo sabías, me diagnosticaron una enfermedad cardíaca a mis 15 años de edad cuándo tuve un infarto y unas señoras me llevaron al hospital. Los primeros en aparecerse fueron mis padres, de ahí los pocos amigos de mi escuela y mi ahora ex novia, si me concentro bien, puedo recordar la cara de culpable que tenía cuando me vió conectado a una máquina para no desmayarme hasta la muerte.

En esos instantes mis pensamientos daban vueltas en los recuerdos que fui forjando desde que mi familia y yo nos fuimos de nuestro país. Recuerdos que derivan entre mi primer día de clases, cuando entré al equipo de fútbol, mi primera salida con amigos, mi primer beso, mi primera novia, y mi primera ruptura. Muchos otros más que con el tiempo iban perdiendo importancia, y ahora en la actualidad no son más que simples cosas que suceden todos los días. Ya nadie le da mucha importancia cuando un chico da su primer beso a una chica, o no le dan importancia cuando un muchacho que no es un famoso jugador da su primer gol, al fin y al cabo, para muchos es solo uno más al ganado. Me fui dando cuenta de eso dentro de ese sitio, medio desmayado y viendo las imágenes que se sobreponían en mi cabeza, también me di cuenta que era demasiado jóven como para que mi vida terminara aquí, no sé si fue por la idea de estar a punto de morir, pero sentí una fuerte necesidad de volver a despertar para ver un día más. Claro que no parecía que eso iba a pasar, al cerrar los ojos tiré todas mis esperanzas al oscuro vacío que se formaba a medida que mis sentidos se apagaban.
 


 

No habría historia si dijera que no volví a despertar, lo primero que ví fue a mi mamá acostada junto a mí en la camilla, abrazándome mientras sostenía mi mano y mi cara. Tenía una cosa pegada a mi boca, no podía hablar, tuve que mover con una poca de fuerza mi cabeza para despertarla, lo que me costó un serio dolor en mi pecho, pero logré ver otra grande sonrisa de mi mamá y mi papá.
 


 

A pesar de eso, puedo decir que lo peor fue el año que pasé en el hospital, montones de operaciones, montones de tratamientos, revisadas, y muchos mensajitos de "Recupérate pronto" de mis compañeros de clase, aunque con el tiempo dejaron de aparecerse y lo único que me quedaba eran los mensajes de texto de mis familiares preocupados en otros países. Incluso mis "mejores amigos" dejaron de visitarme a las 3 semanas desde que me internaron, y ni hablemos de mi ex novia.
Las miradas de las enfermeras, los doctores y los de mis padres fueron un factor para mí leve depresión en ese antro de mala muerte, al menos en ese hospital al que fui internado eran de los peores en Oregon, ni siquiera aire acondicionado, o una buena comida... Ah, ahora recuerdo, era una clínica de 3 estrellas, la más barata, no era un hospital. Pero al menos le aumenté una estrella por haberme salvado el corazoncito.
 


 

En los tiempos que no estuve encadenado a la máquina, caminaba por los pasillos con esa bata extraña que te deja el trasero al aire, fue incómodo al principio, pero con eso descubrí la poca vergüenza que tengo de mí mismo, es decir, no me importaba lo que otros pensaran de mi cuerpo, por extraño que pueda sonar para alguien de mi edad, al igual que descubrí mi pasión por el arte, el dibujo, y el como puedo crear diversos mundos con una paleta de colores y una brocha o un lápiz.
También le pedía a mi mamá que me trajera libros de autoayuda para mi bienestar emocional (recomendada por mi psicólogo), he de decir que al principio me aburrían, pero con el tiempo empecé a aceptarlo, no como algo obligatorio, sino como algo necesario, divertido e interesante.
 


 

Empecé a leer libros de Anthony Robbins, Swami Paramadvaiti, Napoleón Hill, Robin Sharma, David Schwartz, y muchos otros más. Con eso descubrí el mundo espiritual, y el crecimiento personal, ahí logré forjar un optimismo más alto del promedio, o eso creo. 
Al menos le saqué algo bueno, de todas formas, a veces algo como la Arritmia no suele ser tan buen factor para comenzar algo brillante en tu vida. Por eso fue que el día que me dieron de alta, le dije a mi mamá que postularía para estudiar en la academia de mi lugar de origen en Venezuela, aunque fue difícil, mi propósito fue lo que la convenció a ella y a mi papá de dejarme trabajar un poco en su tienda para ahorrar el dinero para el viaje, obviamente con los cuidados médicos y bla, bla, bla. Postulé en línea, y conseguí pagar una matrícula, al igual que un vuelo y un taxi para que me trajera hasta acá, al pueblo donde nací y crecí, la muy aclamada Villa Arcana.
 


 

-Mami es solo un año -dije con una sonrisa-. Volveré para pasar navidad con ustedes, y les contaré muchas historias. Lo prometo.
 


 

-Sé que pasaste por muchas cosas duras en el hospital, pero todo será diferente de ahora en adelante.
 


 

-Lo sé mami, por eso estoy aquí, quiero aprovechar al máximo este viaje para cumplir el propósito que te dije.
 


 

-Ay mijito, mírate, todo un muchacho hecho y derecho, haciendo sus viajes solo y volviendo a su tierra de origen. Estamos muy orgullosos de ti Pedrito.
 




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