Transilvania; había oído hablar de ese lugar en muchas ocasiones. Las historias que se contaban eran escalofriantes, vampiros o como mi hermana pequeña los llamaba, chupa sangre. Pero hace unos años, había oído otra historia de ese lugar, algo distinto de lo que había escuchado antes. Mi madre me contaba que ella vivió allí, pero jamás me contó sobre su infancia. Es por lo que siempre temo que las pesadillas de ese lugar se hagan presentes. Pero esto no es mi historia, es la de ellas y ellos, le contaba la historia a mi hermana pequeña.
Había llegado un nuevo carro de mudanzas al poblado de Transilvania. Una familia, quienes formaban una hermosa familia West Brixton, llegó al lugar. Estaba formada por cinco hermanas muy unidas y sus padres, dos agradables personas.
—Listas— se escuchó mencionar; era la voz de su madre.
Cuando estaban paradas frente al que sería su nuevo hogar, bajaron del auto adentrándose en las instalaciones de aquel curioso lugar. Como si el tiempo se detuviera, caminaron por las calles de aquel lugar, sintiendo varias miradas de los habitantes del lugar sobre ellas. Todas tenían un aspecto peculiar, una mirada tan penetrante. Ignorando lo que pasaba, continuaron su camino. Después, escucharon murmullos. Era bastante extraño; una chica perfectamente vestida se les acercó.
—Ustedes deben ser las nuevas vecinas. Deberían tener cuidado, los chicos de aquí no son nada amables—les dijo en tono de advertencia y cuidado, bastante nerviosa.
—Sí, pero eso no es un problema. ¿Qué tan malo puede ser? —contestó
La señorita sorprendida de su contestación. En su mente pensaba: "Estas chicas parecen demasiado valientes. ¿De verdad no saben a qué se enfrentan?"
—¿Viste su cara? — mencionó Hana.
—Sí, lo supiera—contestó Edna.
—Pero recuerden, nadie, absolutamente nadie— les dijo Annette.
—De acuerdo— mencionaron las cuatro.
Después de esa charla, se dirigieron a su casa. Hana y Edna caminaron juntas, ya que habían elegido la misma habitación con dos camas individuales. Eran muy parecidas en personalidad y compartían gustos en común. Suelen planear cosas entre ellas, la mayoría del tiempo. Decidieron salir un rato a caminar por aquel lugar que les resultaba curioso, y sin mencionar lo curiosas que eran.
—¡Hola! Ustedes deben ser nuevas aquí—se les acercó un chico.
—¿No es obvio? Acabamos de llegar—respondieron las chicas.
—Pues bienvenidas, me llamo Alan Mark—se presentó el chico.
—Un gusto, Alan. Yo soy Hana Brixton, y mi hermana Edna West—dijo Hana.
—¿Es tu hermana? — preguntó extrañado.
—Sí, lo supuse. No nos presentarás a tu amigo— dijo Hana dirigiéndose al chico que lo acompañaba.
—Me llamo Axel O’Connor—fue el chico castaño quien contestó.
—Lindo nombre—habló Edna.
—Odio ser aguafiestas, chicos— un chico de cabello negro interrumpió —Me acaban de informar de la llegada de cinco nuevas chicas, y si no me equivoco, ustedes deben ser Hana y Edna, las hermanas West.
—Así es—contestaron ambas.
—Bien—asintieron. "Inteligentes, tenían que ser", pensaron ambos chicos. Voltearon como si hubieran escuchado lo que ellas pensaron. Las chicas bajaron la mirada inmediatamente y continuaron su camino.
—Una cosa, ¿Cómo sabes nuestros nombres? —se giraron de nuevo hacia donde estaban esos chicos, esperando respuesta del chico.
—¿Que no es obvio? Soy un Preston, lo sé todo—dijo el chico con una sonrisa.
Annette caminaba, tratando de ordenar sus pensamientos. Se había alejado un poco y solo se escuchaban murmullos y risas. Era lógico que se burlaban de cómo iba vestida; nadie le quitaba la mirada de encima, especialmente ese chico de aspecto de galán, quien la miraba como si quisiera averiguar algo, pero sin encontrar nada. Ella trató de ignorar esas miradas y burlas, pero por dentro, sus lágrimas querían salir. Se contuvo, ya que era lógico que jamás se acostumbraba a ese tipo de cosas; siempre fue débil ante esto. En cambio, sus hermanas eran diferentes; tenían seguridad y confianza. Ella, en cambio, siempre se sentía insegura. Suspiró y comenzó a caminar de nuevo.
—A dónde crees que vas, señorita West—Un chico que ni siquiera conocía la detuvo.
—A fuera y seguir caminando. Como sabes, mi apellido acabamos de mudarnos, no me conoces.
—Lo sé, porque soy un Preston; todo lo sé, pero tu dime James
—Si, curioso. ¿Acaso todos los Preston lo saben?
—No solo yo, y el estúpido de mi primo. Mi tía nunca se entera de nada, y mucho menos la hermana de Jasón.
Ráchele estaba en una tienda tratando de que el chico la atendiera, pero él ni le prestaba atención. Solo se la pasaba contando chistes malísimos y de pésimo gusto para ella. Como no había nadie más, el chico se hacía el gracioso, pero ella lo ignoraba. Ráchele se estaba enojando. Si no se controlaba, esto tendría consecuencias. Salió de aquella tienda, tomando sus cosas y azotando la puerta.
Allisson era la chica más sociable, un poco más alegre. No se le dificultaba hacer amigos y ganarse el respeto y admiración de los chicos. Era un poco más rebelde y siempre inspiraba confianza. Pero había un chico que solo la miraba cuando sus miradas se cruzaron, él la evadió y continuó en lo suyo. Ella sonrió.
Annette caminaba por aquel lugar, ahora vacío, con la mirada agachada viendo el suelo. Cuando escuchó la voz de su hermana Ráchele:
—Annette, ¿Qué haces afuera?
—Ráchele, lo mismo pregunto.
—Yo pregunté primero —vio detenidamente a su hermana— ¿Estuviste llorando, cierto?
—No, claro que no —negó varias veces con la cabeza.
—Annette, no mientas. Tú no sabes mentir. Cuéntame qué pasó.
—Sí, pero promete que no te molestarás.
—Está bien, ahora cuéntame. —Annette le contó a su hermana lo sucedido, quien la escuchó y consoló.
—Nada de peros. No quiero volverte a ver llorar, ¿de acuerdo?
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Editado: 28.07.2023