Había una vez, un hermoso gorrión que volaba por los aires, en un momento este vio como a su vecina la Pitanguá era apedreada por unos aldeanos, ya que no les gustaba porque a alguien se le ocurrió decir que su canto y traían mala suerte. La pobre pajarita terminó mal herida en el suelo, al ver la escena, al gorrión le dio pena, pero no podía hacer nada, siguió su camino ya que en su nido lo esperaba su esposa y su pichoncito recién nacido.
Ya por llegar al nido el corazón del gorrión comenzó a latir rápidamente, al ver a su pareja sola llorando desconsoladamente, al ver tal escena lo supo de inmediato, su pichón había caído. Ambos se abrazaron y lloraron juntos.
De repente un pequeño grito se escuchó, el gorrión curioso se alejó de su nido, dejándose guiar por el sonido.
No muy lejos de su nido se encontró con un recién nacido, solo, sin su madre, era el pichón de la Pitanguá. Al verlo solito volvió a su nido.
_No es momento de llorar amor. Hay que ir a cuidar a nuestro pichón.
_ ¿De qué hablas? _preguntó entre lágrimas.
_Ven, sígueme _ambos volaron hacia un nuevo nido.
_Nosotros perdimos a nuestro pichón, y este pichón perdió a su madre.
_ ¿Cómo sabes eso, amor? _dijo desconcertada.
_Lo vi cuando venía de camino. Ya sabes lo mal que son tratados los Pitanguá _respondió tristemente.
_Pobre pequeño, debes de tener frío y hambre _dijo mientras se acercaba al pequeño_ me quedare a abrigarlo, ve a buscarle comida amor _le pidió mientras cobijaba al pequeños con sus alas.
Fue así como esta pareja de gorriones, adoptaron al Pitanguá, el cual creció maravillosamente, salvo por el hecho de que se sentía distinto y discriminado cada vez que salía con sus padres, los cuales siempre se ponían alrededor de él para que los aldeanos no intentarán lastimarlo, ya que ellos eran símbolo de que algo positivo se avecinaba y que buenas noticias estaban por venir.
Como todas las mañanas la familia salió a buscar comida.
_ ¿Por qué me odian tanto padre? _preguntó tristemente el pequeño Pitanguá.
_Ya te lo explique hijo, no tienes que prestarles atención, tu solo concéntrate en mantenerte lejos _al escuchar esto el pequeño Pitanguá se fue volando rápidamente, dejando a su padre solo, pero como esto ya se había vuelto habitual, el gorrión no se preocupó mucho.
Como todos los días el pequeño Pitanguá iba de visitas a escondidas de su padres a una mujer, la cual siempre se ponía a cantar mientras tendía la ropa, esa mujer siempre le sonreía de lejos, ya que el pequeño nunca se acercó de más, hasta ese día.
_Hola pequeño Pitanguá, por fin te acercaste a saludarme, aunque es entendible, los demás dicen que traes mala suerte, no entiendo cómo pueden tenerle miedo a un pequeño tan lindo. La próxima vez que nos veamos espero que me cantes, así le podré decir a todos que no traes mala suerte _le dijo mientras entraba a la casa.
Al escuchar eso el pequeño se puso contento.
_Mis padres no me dejan cantar, entiendo que tienen miedo, pero yo les quiero mostrar a esa gente de que no traigo mala suerte _se decía a sí mismo_ ¡y se los voy a demostrar!, pero primero tengo que aprender a cantar, según he escuchado, la mayoría de Pitanguá se fueron lejos de la aldea, hacia las colinas, si voy seguro encontraré a alguien que me enseñe a cantar.
Fue así que el pequeño aleteó y aleteó hasta llegar a un árbol, en el que se encontró al Caburé.
_Disculpe, señor caburé.
_ ¡Oh!, qué quieres niño, ¿nos ves que estoy durmiendo? _dijo con gran enojo.
_Perdón señor Caburé, lo que pasa es que estoy buscando a otros Pitanguá para que me enseñen a cantar _dijo entusiasmado el pequeño, al escuchar esto, el Caburé abrió bien los ojos y giró su cabeza a 180°.
_Ja, ja, ja. Eres muy gracioso pequeño, hasta me has hecho se me vaya el sueño.
_No, entiendo porque se ríe, lo digo muy enserio _dijo haciendo puchero.
_Muy bien, muy bien, no te enojes, yo solo pienso que no es buena idea, ya debes saber lo que dicen de tu canto.
_Sí, y les mostrare a todos que no es cierto _dijo inflando el pecho valientemente.
_Bien si sigues por aquel camino te encontrarás con una familia de Pitanguá_ le respondió levantando su ala hacia la dirección que debía de seguir.
El pequeño siguió su indicación hasta encontrar a la familia de Pitanguá.
_Hola a todos, yo soy como ustedes_ dijo entusiasmado.
_Hola pequeño, ¿qué te trae por aquí? _pregunto la pajarita Pitanguá.
_Vengo a que me enseñen a cantar.
_Escuchaste eso hijo y tú qué le tienes miedo a nuestro canto.
_Pero papá si llego a cantar me van a querer matar_ exclamo con miedo el joven.
_Eso no importa, nuestro canto es hermoso, sagrado y único, no escucharás a nadie que cante igual que nosotros_ contaba orgulloso el pájaro con gran esplendor, lo cual al escucharlo al pequeño se le iluminan los ojos.