Becky me arrastra hasta los vestidores vacíos. El resto del equipo ya se ha cambiado y están calentando. Me indica mi nuevo casillero, el cual Glenda tuvo que desocupar esta mañana. También me entrega mi uniforme nuevo y mi ropa de entrenamiento. Que es lo mismo que ella tiene puesto. Una camiseta blanca con azul y el logo de la escuela, y unos shorts deportivos.
—¿Y por qué no podemos usar nuestra propia ropa deportiva? —le pregunto a Becky. Observo el uniforme para juegos. No pensé que tendría que usar uno de estos modelitos en mi vida El uniforme es azul marino con algunas rayas celestes cruzadas. Es... horrible. ¿Quién diseñó esto? Necesito tener una seria conversación. ¿Habrá presupuesto suficiente para que pueda diseñar un nuevo uniforme?
—Reglas de la escuela —me explica Becky—. Te espero afuera. Hoy es día de físico, por lo que estaremos afuera corriendo. Aunque en realidad, creo que es una excusa gigante para compartir espacio con el equipo de lacrosse. En fin. Vístete y encuentranos afuera.
Sale, dejándome sola en el vestuario. Me siento sobre una de las bancas y tomo una profunda respiración. Realmente no quiero hacer esto, pero ya me lo ha dicho medio mundo, no hay vuelta atrás. Hunter es un imbécil, sí. No voy a dejar que me vea pasandola mal, porque sé que se alimenta de mi enojo. Es su fuente de energía o algo así.
Resoplo. A partir de ahora, voy mostrarle que amo el absurdo equipo. Voy a pegarle en donde más le duele, el orgullo.
Me cambio rápidamente la ropa de entrenar. Noto que el short es demasiado ajustado y la camiseta se me levanta un poco, dejando ver un hilo de piel cada vez que me muevo demasiado.
Esto es como salir en calzones.
Suspiro pesadamente y me hago una cola de caballo. Me miro un buen rato en el espejo. Mamá siempre me dice que tengo que verle el lado bueno de las cosas. Me toma unos segundos pensarlo... Si hay algo que puedo rescatar de la situación, es que mis ojos resaltan de una manera linda por todo el azul en el uniforme.
Dejo de hacer tiempo y decido enfrentar mi futuro no decidido. Salgo de los vestidores y me sorprendo al chocarme con un cuerpo duro y me tambaleo, pero no llego a caerme.
—¿Qué mierda? —mascullo sintiendo la nariz arderme.
Elevo la mirada. Me encuentro con Tanner. Qué sorpresa. Su camiseta azul también hace resaltar sus ojos.
—Lo siento —dice. Noto que su cabello oscuro está más desordenado de lo usual. Sin embargo, le queda bien—. No te vi.
—No pasa nada, hola —murmuro. Tanner baja su mirada a mi nuevo uniforme y esboza una sonrisa.
—Te queda bien.
—Es dos talles más chico, pero bueno, gracias.
Se ríe. Noto los hoyuelos que se forman a los costados de su rostro. Nunca antes los había percatado. Hacen que su sonrisa de vuelva más linda.
—Nos vemos —dice. Me guiña un ojo y continua su camino hacia los vestidores de los chicos.
Mi piernas por poco fallan después de ese guiño. Respiro profundo, intentando que el estúpido sonrojo se vaya de mi cara. Me cuesta un poco hacerme la idea de que después de todo, tal vez estoy genuinamente atraída a Tanner.
Sacudo mi cabeza levemente. Un problema a la vez, Juliette.
Salgo hacia donde están las canchas, prácticamente arrastrando mis pies. El sol me da en la cara cuando me acerco al campo de deportes. El clima es dentro de todo soportable. Solo espero que cuando el calor del verano se acerque, no se les dé por entrenar afuera.
No me cuesta identificar al equipo de lacrosse, no tan lejos de las porristas. El entrenador está allí, dandole indicaciones a los chicos. Nunca me gustó el lacrosse, seguro que Hunter lo eligió por eso. Realmente a estas alturas no me sorprendería. No entiendo como hacen para aterrizar las pelotas en las redes de sus palos.
Me pongo incómoda cuando noto que he llamado la atención de varios de los chicos. Esto sin dudas no puede ponerse peor. Noto que Hunter se ha dado vuelta para verme llegar. Estira una sonrisa burlona. Las manos me cosquillean con la urgencia de ahorcarlo.
Llego rápido a las chicas del equipo. Me miran con aires de superioridad. Lo noto en cada uno de sus rostros, no les caigo bien. Nunca les cai bien. Ahora estoy volviendolo peor. Deben pensar que soy una intrusa que va a robarle el puesto a Glenda —sea quien sea, porque nunca pude conocerla—.
Becky y Acacia son las únicas que no me miran con mala cara. Por poco olvidaba que Acacia entró al equipo. Ahora entiendo porque ya casi no pisa la casa después de la escuela. El club de teatro y los entrenamientos deben estar consumiendo todo su tiempo. Además de Cameron, claro.
Becky me presenta con la entrenadora, una señora en sus cuarenta que luce amigable. Me dice que ha escuchado muchas cosas buenas sobre mi y gracias a Acacia, hasta vio algunos videos de mis piruetas que incorporaba a mis rutinas de baile —cualquiera, de verdad, no importa si estabamos bailando hip hop, mis profesoras siempre aprovechaban para hacerme volar por los jodidos aires—.
—Vas a ser una buena incorporación, Julie —me dice la entrenadora Adams al palmearme el hombro—. Ya verás que te vas a integrar bien al grupo.
Lo dudo.
Como Becky me lo había prometido, empezamos a correr. Todas corren de a parejas o grupitos, pero no es como si alguien me quisiera aquí. Me toca hacerlo sola. Quince minutos y muchas vueltas después, la entrenadora nos reune para que empecemos a estirar. Al parecer, si habrá piruetas el día de hoy.
Tengo mi estiramiento memorizado, así que mientras lo hago, llevo mis ojos curiosos a la práctica de los chicos, la cual está tomando lugar a unos cuantos metros de nosotras. La distancia es importante, pero aún así puedo escuchar cuando gritan.
Están haciendo flexiones de brazos. Frunzo el ceño. Me doy cuenta de que el entrenador no está cerca. Al parecer es como una competencia ya que los primitivos gritan entre ellos, contando y animandose. Ahora en el suelo hay tres chicos que conozco por ser amigos de Hunter. Uno de ellos creo que estaba hoy en el enfrenamiento del pasillo.