La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE XII: LA MISIÓN DEL ALQUIMISTA - CAPÍTULO 59

—Cuéntame lo que sucedió durante tu abducción de quince días— le pidió Clarisa a Morgana.

—Abominaciones y más abominaciones— meneó la cabeza el hada, negándose a explayarse.

—Cuéntame— insistió Clarisa.

Pero Morgana volvió a negarse.

—Entonces, cuéntame lo que pasó después, dime cómo terminaste en el departamento de Nemain con la identidad de Sergio— intentó Clarisa por otras avenidas.

—¿Tú sabías que Sergio era Nemain?— inquirió Morgana, sorprendida.

—Sí, y conozco otra de sus identidades también: general Munster. Tiene una base militar a su mando. Fue usando esa identidad que mandó a sus esbirros a capturar a Augusto— explicó Clarisa.

Morgana asintió. Tenía sentido. Era obvio que Nemain se vincularía tarde o temprano con guerreros y lograría ponerse al mando para hacerlos trabajar para sus fines.

—Cuando logré sobreponerme y volver a la forma de Emilia Morgan— comenzó su relato Morgana—, sin memoria de nada de lo que había pasado, me fui a la facultad. El primero que me abordó a mi llegada fue Sergio. Algún instinto básico de supervivencia debe haberme ayudado porque aún sin saber quién era él en realidad, huí de sus supuestos cuidados. Perturbada al darme cuenta de que había perdido quince días, estuve deambulando sin rumbo fijo por varias horas. Pero Nemain no estaba dispuesta a dejarme ir tan fácilmente. Envió a unos matones a capturarme. Logré escapar, pero me hirieron en una pierna. Y cuando estaba ya al borde de la desesperación, confundida y sin poder comprender nada de lo que me estaba pasando, apareció él— sonrió el hada—. ¡Imagináoslo! ¡Conduciendo un coche vestido de caballero medieval y con esa enorme espada! La pobre Emilia no sabía cómo interpretar su presencia ni su deseo de ayudarla. No tenía idea de que estaba ante el mismísimo Lug, Señor de la Luz. Por suerte, acepté su ayuda y me fui con él.

—¿Cómo te encontró Lug? ¿Cómo sabía de ti?— inquirió Clarisa.

—Eso no lo sé con certeza. Al parecer, me había estado vigilando desde hacía tiempo, esperando a que yo tuviera un episodio de tiempo perdido para medir mis energías y descubrir si había estado en el Círculo durante mi ausencia.

—¿Pero cómo supo de ti? ¿Por qué decidió vigilarte?

—No tengo idea— se encogió de hombros Morgana—, pero por varias conversaciones que escuché, creo que él piensa que soy Nemain.

—No está del todo errado…— murmuró Clarisa para sí—. ¿Qué pasó después?

—Lug sanó mi pierna y me llevó a la casa de los padres de Augusto, quienes no estuvieron muy complacidos con mi presencia. De alguna manera, sabían que yo pondría a su hijo en peligro, que lo estaba buscando.

—¿Cómo es posible que supieran eso? Solo tú y yo conocemos el plan— manifestó Clarisa.

—No lo sé, mi querida Clarisa. Lo único que se me ocurre es que Nemain los movió a involucrarse conmigo de alguna manera. Pero como están las cosas, es más probable que Lug y su gente me traten como a una enemiga que como a alguien que desesperadamente necesita su ayuda— suspiró Morgana.

—¿Por qué?

—Lug decidió sacarme de la casa de los Cerbara y llevarme con su amigo Walter en un bosque. Acepté su propuesta, pero les pedí que me permitieran hablar con mis padres primero, hacerles saber que estaba bien, despedirme de ellos…— Morgana se detuvo por un momento, cerrando los ojos, tratando de sacar horrendas imágenes de su mente.

—Y los encontraste muertos…— murmuró Clarisa, bajando la vista al piso.

—Lug tuvo el buen tino de no dejarme ver los cuerpos— asintió el hada—, pero él no sabía que yo ya los había visto, aunque no lo recordaba. Nemain me obligó a presenciar su horrendo asesinato para forzarme a claudicar.

—Lo siento— la consoló Clarisa, tomando su mano.

—Nunca quise que salieran lastimados, nunca quise…— las lágrimas comenzaron a rodar incontenibles por las mejillas del delicado rostro del hada—. Y luego Walter…

—¿Qué pasó con Walter exactamente?— esta vez fue Augusto el que preguntó, aunque ya adivinaba la respuesta.

—Hasta ese momento, parecía que había logrado escapar de las garras de Nemain gracias a Lug, pero ahora creo que Nemain lo planeó todo cuidadosamente para empujarme a interactuar con ellos, para manipularlos y hacerlos entrar en su nefasto juego— explicó Morgana—. Walter me recibió en su bosque. Probó mi alma y la encontró pura, por lo que decidió ayudarme, pero ni él ni yo contábamos con que Nemain tomaría posesión de mí, obligándome a matarlo con mis propias manos— continuó—. Lo siento— dirigió una mirada contrita a Augusto—, en verdad lo siento. Cuando tomé mi forma original, la forma que ahora veis, tuve escasos momentos de lucidez en los que le rogué a Walter que corriera por su vida, que se alejara de mí. Pero en su inocencia, en su integridad y en su lealtad, Walter se negó a dejarme, se negó a romper la promesa de protegerme, y ese acto de honor y virtud le costó la vida.




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