La Tríada - Libro 6 de la Saga de Lug

PARTE II: HADAS Y MONSTRUOS - CAPÍTULO 10

Emilia abrió los ojos y observó en derredor. Estaba en el automóvil de Lug. Al mirar por la ventanilla, vio que el coche estaba estacionado al costado de un camino de tierra, en medio de un bosque. Lug estaba parado a unos diez metros, con la espalda apoyada en un enorme eucalipto, llevaba su espada envainada sobre su cadera izquierda, y observaba atentamente los árboles.

Con un rápido vistazo al puesto del conductor, Emilia comprobó que la llave de ignición no estaba por ningún lado. Maldijo entre dientes y se bajó del auto, caminando hacia Lug:

—Llévame de vuelta a la casa de mis padres— le exigió con firmeza.

—No— dijo él con total calma.

—Me dijiste que podía irme cuando quisiera— le recordó ella—. Quiero irme. Llévame a la ciudad.

—No— volvió a repetir Lug con el mismo tono de voz.

—¡Eres un maldito!— le gritó ella—. ¡Eres un maldito y un mentiroso! Me prometiste que nunca me forzarías a nada, pero me desmayaste y me secuestraste, y esta es la segunda vez que lo haces.

—Te prometí que te protegería y haré lo que tenga que hacer para cumplir con esa promesa— le dijo Lug sin enojarse.

—Por favor…— rogó ella con la voz quebrada—. Quiero verlos.

Lug suspiró:

—He pasado por horrores inimaginables en mi vida— comenzó con el rostro grave—. He visto la muerte en muchas formas, muchas crueles e inhumanas, y por eso sé que ver a tus padres en el estado en el que los encontré solo destruiría tu mente y tu alma, Emilia. Y como ya te dije, prometí protegerte.

Emilia cayó de rodillas y se largó a llorar. Lug se acuclilló junto a ella y la abrazó con compasión por un largo rato, hasta que ella logró calmarse.

—¿Por qué me pasa todo esto?— sollozó ella.

—No lo sé, querida, pero créeme que no pararé hasta averiguarlo.

—Tal vez deberíamos llamar a la policía.

—Ya te dije que ellos no pueden ayudarte.

—¿Por qué?

—Porque los perpetradores tienen acceso a cosas que no son de este mundo.

—¿Cosas que no son de este mundo? ¿A qué te refieres? ¿Esas entidades no humanas de las que hablaste antes? ¿Qué son?

—Son seres no físicos. Se manejan en niveles que a los humanos les resultan invisibles. Ellos han nublado la percepción humana, han programado sus mentes para limitarlos y esconder el verdadero poder humano.

—¿Por qué?

—Para poder usarlos y depredarlos. Como te dije antes, nuestro cometido es liberar a los seres humanos de estos seres, lo cual no les ha caído muy bien a estas entidades. Por eso están buscando la forma de coartarnos.

—¿Mis padres fueron asesinados por esas entidades?

—No directamente. Tus padres fueron atacados por una criatura física, un animal abominable, originario de un mundo paralelo llamado el Círculo.

—El Círculo…— murmuró ella, recordando que había oído ese nombre en la conversación entre Juliana y Lug—. ¿Tú vienes de allí?

—Sí— le confirmó Lug.

—¿Y allá eres una especie de rey o algo así? ¿Una autoridad importante?

—Algo así.

—¿Por qué estás aquí? ¿Por qué me buscaste específicamente a mí?

—Porque creo que de alguna manera estás conectada con el Círculo, aunque todavía no sé cómo ni por qué.

—Todo esto es una locura— meneó Emilia la cabeza.

—Lo sé— admitió Lug—. Me hubiese gustado acercarme a ti de otra manera, menos brusca, y así poder explicarte las cosas con más tiempo, pero el ataque que sufriste anoche precipitó las cosas, y luego lo de tus padres…

—¿Qué vamos a hacer ahora?

—Te llevaré con un amigo en este bosque. Estarás a salvo con él por unos días.

—De acuerdo— consintió Emilia.

Lug volvió a ponerse de pie y se ubicó en su posición anterior, apoyado en el eucalipto, escrutando el bosque. Emilia se acercó a él:

—¿Qué estamos esperando?— preguntó.

—Que el bosque nos de permiso para entrar— respondió Lug.

—¿Qué?

—Mi amigo es el dueño de este bosque. No— se corrigió—, es parte de este bosque. Ambos están íntimamente conectados y viven en simbiosis. Nada ocurre en el bosque sin que mi amigo lo sepa. El bosque lo sustenta y lo protege, y a su vez, él sustenta y protege este bosque. Nada puede entrar ni salir de él sin el permiso de ambos. Por eso nada podrá dañarte aquí.

—¿Cómo sabremos cuando el bosque nos admita?— preguntó ella.

—Lo sabremos, no te preocupes— le aseguró él.

Emilia se paró junto a Lug, observando el bosque también, esperando una señal.




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