La Tristeza De Sus Ojos

Capítulo 6

Emma

—Te doy mi número ahora porque después sé que me voy a olvidar —Maddie le tendió un pedazo de papel doblado a Aiden y él lo agarró manteniendo una sonrisa en la cara. 

Sentí como si fuera el mal tercio en ese momento, y también entendí lo que se sentía tener ganas de empujar a mi compañera para que se alejara del chico que me atraía. Me sentía realmente tonta sintiéndome así por alguien con el que hablé apenas el viernes. Definitivamente Kendall se había equivocado, no todos despreciaban a Aiden, porque Maddie no lo trataba con disgusto por que él fuese pobre. 

Aiden le agradeció y Maddie me miró con amabilidad, como si no le molestara que yo estuviese cerca del chico que parecía gustarle. No pude evitar pensar que ella pensaba que yo no era una competencia, y eso me puso de malhumor, pese a que solo era un pensamiento que me llenaba la cabeza y me hacía sentir mal. Mi compañero repetidor le agradeció y los celos me inundaron otra vez, por lo que me dispuse a apartar la mirada cuando Maddie se puso en puntitas de pie y alcanzó la mejilla de Aiden con sus labios. 

¿No le podía haber dado el beso y el número después de la clase? A la excusa de que sino después se podía olvidar no me la tragaba para nada, porque al final de todo era más que claro que solo era eso; una simple excusa. 

¿A Aiden le gustaba? No estaba segura y eso me hacía sentir mejor, pero a la vez también me disgustaba porque quería enterarme de la respuesta. 

—¿Nos ponemos en posición? —preguntó, rompiendo mi burbuja de sumisión con esa voz ronca que tenía. Mis ojos volaron a él y me desilusioné cuando vi que tenía la mirada puesta en Maddie, la cual estaba dirigiéndose con su compañero. 

—Sí —contesté y me alejé de él cuando se concentró en mi persona.

Nos posicionamos y Aiden agarró la pelota para después lanzarla.

No sabía qué me ponía más nerviosa, el hecho de que Aiden estuviera jugando conmigo o el hecho de tener que recibir la pelota que debía ser lanzada por un compañero con el cual no quería quedar malparada. 

—¿Lista? —preguntó. 

—Sí. 

Era mentira. No estaba nada lista y sabía que fallaría el golpe. Podía llegar a golpear la bola, pero eso no quería decir que fuese a ser un tiro derecho. 

De reojo vi a Madison y me pregunté si ese acercamiento que había visto en ellos era reciente o si ya tenían algo entre ambos desde antes. Nunca los había visto juntos antes; bueno, tampoco es que llegué a observar mucho a Aiden, pero... 

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —se apresuró a decir Aiden y se acercó a mí en el momento en que el golpe producido por su lanzamiento empezaba a hacerme arder la cara y a dolerme—. Oye, de veras lo siento un montón —se agachó y sus manos hicieron contacto con mi cuerpo, causándome esas sensaciones que no quería sentir. Ni siquiera estuve consciente de que había caído al suelo y ambos profesores se acercaban a mí para ver qué tan grave fue el golpe. 

No me iba a morir, pero sí que empezaba a molestarme el dolor en la cabeza.

Me sobé la parte afectada y me percaté de que algunos de mis compañeros se estaban riendo. Opté por ignorarlos y me puse de pie en cuanto Aiden me ayudó a levantarme. 

—¿Estás bien? —me preguntó el profesor de los chicos. 

Asentí un poco aturdida. 

—Sí, no ha sido para tanto. 

—¿Segura que no? —habló mi compañero—. La lancé un poco fuerte. ¿Qué pasó que no respondiste al juego? En serio, perdóname.

Aiden parecía de verdad apenado por lo que en parte había causado, y no pude evitar pensar que era bonito que se preocupara por mí. 

—No es nada, fue culpa mía; no presté la suficiente atención —respondí y alcé los ojos a los de Aiden. Era demasiado alto para lo que yo era, y me apenaba pensar que tenía que bajar demasiado la mirada para verme. 

A veces podía ser muy dura conmigo misma, pero sabía que no era solo algo que me pasaba a mí, que había mucha más gente que pensaba así de su persona; eso no me hacía sentir mejor, no tenía por qué, pero sabía que muchas personas podían llegar a comprender las inseguridades que yo tenía. En mi caso, después de tantas veces que me comparaban con la altura de mi hermano menor y cómo me llamaban «enana» en el colegio, me hicieron pensar mucho en eso y se convirtió en algo que a veces me hacía sentir mal. 

—¿Te duele la cabeza? —preguntaron. 

—Un poco —confesé y miré de reojo a los que se burlaban de mí. 

—Aiden, acompáñala a la enfermería —ordenaron los profesores. 

—Puedo acompañarla yo —se ofreció Kendall cuando se acercó. 

—No, Aiden lo hará, tú quédate a observar la clase y descansa ese tobillo. 

Kendall me miró y luego observó al causante de mi golpe. Sus intercambios de miradas no duraron mucho, pero noté que mi prima lo observó mal por lo ocurrido. Aiden solo la miró y luego regresó sus ojos a mí.

—¿Vas a estar bien? 

Le dije a Kendall que sí, que no era nada grave y que le vería luego. Caminé junto a Aiden y de reojo noté cómo Maddie nos miraba. La muchacha era superhermosa, alta y con buen cuerpo, no tenía por qué preocuparse de que Aiden estuviese conmigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.