La tumba del otoño

3

     Neeve se alejó del joven tan rápido como pudo. Podía verlo entre toda la oscuridad del bosque. 
     Neeve jamás había visto un bosque tan más feo y descuidado, las hojas crujían debajo de sus pies y a cada movimiento caían más de los árboles, sus troncos estaban secos y opacos. Parecía que ni el sol ni la luna tocaban ese terreno de bosque. Todo estaba muerto.
     El chico revolvió sus cabellos y miró a Neeve, ella sólo retrocedió más lista para salir corriendo en cualquier momento y buscar una vía de escape entre la maraña de ramas muertas. 
     —¿Qué quieres? ¿Y cómo has hecho eso? —preguntó Neeve tratando de controlar sus nervios, pero su voz la delató. 
     —Soy Emory —dijo mirándola y a Neeve se le cayó el alma a los pies—. Soy tu hermano.
     No lo había dicho ni con una pizca de burla, estaba serio esperando a una respuesta. Neeve sintió una punzada de odio, su hermano había muerto, a su hermano se lo habían llevado, su hermano estaba en el infierno. 
     —¡Mientes! ¡Mi hermano está muerto!
     —¡Tu hermano está delante de ti! Niña tonta —dijo Emory sin gracia—. ¿Acaso pensaban que Emory Crowley se iba a morir tan fácilmente? Pues no. Me fui de Minos porque me cansé de convivir con gente de visión borrosa que se niega a creer en otros seres y la magia. Les hice pensar a todos que me había ofrecido en sacrificio, pero en realidad crucé el puente... Por cierto, ¿cómo llegaste aquí?
     —Igual que tú, crucé el puente.
     Ninguno de los dos dijo nada. Muy cerca se escuchó el ulular de un gran búho. Emory pareció sobresaltarse al escucharlo y miró atento hacia todas las copas de los árboles completamente secos y sin hojas, ahí no había ningún búho, pero sin duda estaba cerca. Neeve buscó inútilmente en las copas, pero solo consiguió ver ramas secas a punto de romperse y una enorme luna llena rodeada de un halo de estrellas de diferentes tamaños y colores; azules, blancas y rojas. Neeve no las había visto, ni siquiera estando en la neblina.
     —Tenemos que irnos, ahora —dijo Emory extendiendo su brazo para tocar a Neeve y ella retrocedió al instante. 
     —No creo que de verdad seas mi hermano y aunque lo seas no...
     Emory se lanzó a ella, extendió sus brazos como un murciélago y la apresó en ellos con fuerza. Ella gritó y se retorció. Una nube negra cubrió el cuerpo de los dos y el bosque se desvaneció, ahora estaban en un recibidor con paredes de madera. Neeve empujaba a su hermano tratando de quitárselo de encima, pero Emory era muy fuerte y no se apartó hasta que Neeve dejó de golpearle. 
     —Eres muy tozuda, ¿sabes?
     —Y tú un salvaje —dijo y empezó a mirar a su alrededor. Era una habitación enorme con una escalera de caracol tapizada de alfombra que llevaba a un pasillo lleno de puertas, todas las paredes eran de caoba nueva con papel victoriano y no había ni un solo rasguño a la vista—. ¿Dónde estamos? ¿Cómo hiciste eso?
     —Estamos en mi casa, la mansión Crowley, como suelen decirle —dijo Emory quitándose la capa negra y colgándola en un perchero, debajo llevaba puesto un traje negro con botones dobles, su saco terminaba en dos puntas dándole un aire elegante y aristocrático—. No podíamos quedarnos en el bosque, había un mensajero rondando.
     —¿Un mensajero?
     —Son lechuzas, son búhos, son chismosos y no confíes en ellos —dijo Emory restándole importancia, le hizo una señal a Neeve de que lo siguiera y ambos entraron en la sala donde había sillones de piel y una chimenea alta hecha de ladrillos oscuros—. Supongo que ahora también es tu casa.
     Ambos se miraron, Neeve no tenía manera de saber si de verdad era su hermano, ella no lograba recordarlo porque él se había ido cuando ella nació, si los llegó a visitar solo recuerda una mancha borrosa que identifica como hermano. 
     —¿Qué? ¿Dije algo malo?
     —¿Cómo puedo saber que eres mi hermano?
     A lado de la chimenea había tres grandes atizadores picudos y recién afilados, solo debía cruzar la sala y aproximarse a ellos por si el chico intentaba atacarla.
     —Con una simple y sencilla frase de nuestra señora madre: no te juntes con los lobos o...
     —Podrían desollarte —completó Neeve de inmediato y Emory sonrió.
     —Esa señora era una desquiciada, yo siempre le decía que las ovejas...
     —Eran ellos —interrumpió Neeve para sorpresa de Emory—. Y que los lobos desuellan a las ovejas primero.
     —¡Una semana encerrado! —exclamó Emory emocionado.
     —En el horrible sótano —murmuró Neeve.
     Ya no era necesario caminar hasta la chimenea, Neeve sabía que era su hermano porque su madre no dejaba de repetir la misma frase a sus hijos antes salir aunque fuese a la iglesia, nadie más podía saberlo, ni siquiera su padre. Y ambos estaban muertos. 
     —¿También te encerró en el sótano? —preguntó Emory sonriendo, como si se tratara de comparar regalos—. No me sorprende que a Mary no le hiciera nada, así que dime, ¿qué hace ella? ¿Se casó con un buen cristiano y tuvieron un adorable hijo que sería guiado en el camino del bien? ¿Por qué te fuiste? Ahora soy yo quien hace preguntas.
     —No, ella se embarazó a los dieciséis del pastor, él lo negó y la corrieron de la casa y la iglesia, después abortó y regresó arrepentida cuatro años después —dijo Neeve con nostalgia, Mary no había convivido mucho con ella porque se llevaban nueve años, pero sentía pena y lástima al ver que su familia no la apoyó por hacer las cosas como ellos querían, al fin y al cabo era su vida—. Creo que se iba a casar. 
     —Vaya vida, no me sorprende nada, nuestros padres querían que ustedes se casaran con un buen hombre sirviente a la iglesia. Patético. Hablando de ellos, ¿qué hacen ahora?
     —Están muertos.
     Emory miró atento a su hermana sin poder creerlo, ¿sus padres estaban muertos? La cara de su hermana parecía comprobarlo, los señores Crowley estaban bien muertos, la cuestión era saber cómo habían fallecido. Emory no sabía si sentirse compadeciente o alegrarse de dicha noticia, no quería parecer el loco que era delante de su hermana hasta ganarse su confianza, había mucha gente chismosa haya afuera que podría decirle cosas de Emory a Neeve. Así que bajó la mirada, actuando como si le doliera, pero era Emory Crowley y solo él podía ser capaz de sonreír con malicia y hacer malos comentarios en una situación sensible.
     —¿Cómo los mataste?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.