Neeve sintió que su garganta se ponía seca. ¿Había escuchado bien? ¿Crowley asesinó a su madre? No conocía de la existencia de otro Crowley en Dryden y dada la reacción del chico debía suponer que se trataba de su hermano. Iba a ser difícil estar en un pueblo que odiaba a Emory y al mismo tiempo que quería cortar la cabeza de Neeve. Ella sintió la necesidad de regresar a casa, aunque ya no la tuviera en Minos, quería escapar de la magia, de Dryden, de su hermano, de su mitad no humana. Si no había puente entonces buscaría la manera de llegar, no importaba si fuera con lianas casi eternas con tal de llegar a los escombros del puente, si era necesario construiría uno, había muchos recursos ya muertos.
—¿Te sientes bien? —preguntó Nehemias ladeando la cabeza.
Neeve no se sentía capaz de formular palabra. Quería largarse de Dryden en ese momento. Sus padres tenían razón, Emory era raro, era malo. Emory era un asesino.
Nehemias puso sus manos sobre los hombros de Neeve y la miró con preocupación. Ella parpadeo reaccionando al contacto.
—Lo siento —murmuró.
—Descuida, murió hace una década cuando tenía ocho años.
Neeve no se había disculpado por la madre de Nehemias sino por su comportamiento. Se horrorizó con tales pensamientos indiferentes e inhumanos, ¿acaso era por no ser completamente humana? No conocía nada sobre los otros seres que se hacían llamar vindicus, ¿su comportamiento sería igual al de los humanos o solo aparentaban ser iguales?
—¡Aléjate de él!
Neeve escuchó un potente grito muy cerca de ella y fue lo único capaz de sacarla de su trance. Después sintió que algo la tomaba por la cintura y hacía que se doblará hacia la izquierda. Sintió un gran peso aterrizar sobre ella y un golpe en su cabeza al igual que su hombro izquierdo. Tenía a alguien encima que la había golpeado con tal brutalidad que la visión de Neeve se nubló por unos segundos.
—¡Laod! —exclamó Nehemias.
El peso que tenía encima desapareció, pero su hombro se había compactado con el golpe y sentía que el hueso estaba más dentro de lo normal en su articulación. Se incorporó lentamente sintiendo su cabeza palpitar. Miró que Nehemias nuevamente le extendía su mano, esta vez para ayudarla a ponerse de pie, pero ella no aceptó y lo hizo sin ayuda. Quien la había arrojado era una chica delgada un poco más alta que ella, de cabello oscuro y la tez blanca como la nieve. El rostro de la chica era ovalado y sin mucho relieve salvo unas mejillas hundidas y una nariz respingada y picuda. Ambas se miraron con intensidad a sabiendas de que si se conocían no se llevarían para nada bien.
—Ella es Laodamia D'Agos...
Nehemias se interrumpió cuando el puño de Neeve voló con toda fuerza y se estampó en la cara de Laodamia, la última retrocedió aturdida, pero no perdió el equilibrio. Era la primera vez que Neeve golpeaba a alguien y para ser la primera vez no estaba mal, para nada mal, la nariz de Laodamia parecía haber adoptado una curvatura y sangraba... No era una sangre común y Neeve lo sabía. Todo el mundo conoce la sangre, es carmesí y algo espesa, pero Laodamia sangraba un líquido rosáceo y muy poco viscoso. Se quedó solemne admirando aquel color tan raro de sangre que no reaccionó cuando Laodamia volvió a lanzarse sobre ella, sólo que esta vez Nehemias se interpuso.
—Es suficiente —dijo con voz firme.
Laodamia enseñó los dientes de lado y se limpió la sangre con la manga de su blusa. Ella vestía un conjunto en negro y verde, usaba un chaleco de cuero escotado y una blusa color esmeralda, traía unos pantalones negros que se ceñían a sus piernas delgadas y unas botas caseras de cuero. Lo que más le llamó la atención a Neeve —además de la sangre color rosa— era un pendiente que colgaba de su cuello en forma de bicho con ocho patas y una piedra verde y reluciente como caparazón.
—¿Por qué hiciste eso? —cuestionó Nehemias a Laodamia.
—¡Ella es la humana! —exclamó señalando a Neeve—. ¡Su cara está en todas partes! ¡Es una asesina prófuga y ofrecen más de trescientas estrellas por ella!
Neeve sólo entendió esto: humana asesina prófuga. De momento sintió que estaba ante una de sus compañeras del orfanato que la culpaba de haber asesinado a sus padres.
—¿La entregarías con tal de recibir estrellas? —cuestionó Nehemias.
—¡Por supuesto! ¡Trescientas estrellas! —exclamó Laodamia emocionada—. ¡Imagina lo que haríamos con esa cantidad! ¡Compraríamos materiales y comida para un mes!
—No importa —dijo Nehemias dejando a Laodamia muda de sorpresa—. No la vamos a entregar. Va a ayudarnos porque aceptó la kannó.
Ambos chicos estaban muy metidos en su asunto, era la oportunidad de escapar corriendo, pero en lugar de eso Neeve sintió más curiosidad por lo que hablaban y quería abrir el pequeño paquete que le había dado Nehemias.
—¿Esto es la kannó? —preguntó Neeve poniendo el paquete en alto para analizarlo y Nehemias asintió—. ¿Qué es?
Tanto Neeve como Laodamia miraron al chico en busca de una respuesta; ninguna tenía la menor idea de lo que era el paquete, pero sin duda era algo importante.
—Es el corazón de una noia, una planta, envuelta en hojas de plátano —explicó y ninguna pareció entender a lo que se refería, ¿qué era un plátano?—. Tiene usos mágicos. Se usa contra los enemigos; si tu adversario la toma estará aceptando nunca asesinarte y si lo hace el daño será para él. Dejó de usarse cuando se instaló la barrera de neblina.
—Yo no quiero matarte —dijo Neeve negando, claramente el chico se la había entregado porque pensó que ella lo mataría, como Emory a su madre—. Ni a ti ni a nadie.
—Entonces no hay más de qué hablar. Conserva la kannó o destrúyela, será igual de efectiva.
—¡¿La vas a dejar ir?! —exclamó Laodamia, Neeve supo que era de esas chicas que disfrutan montar escándalos.
—Necesitamos ayuda.
—¡NO!
—¿Ayuda para qué? —preguntó Neeve.
Nehemias introdujo su mano en su bolsillo y revolvió su contenido para sacar lo que parecía ser el hueso de una fruta.
—Vamos a devolverle el sol a Dryden, de otra manera moriremos al terminar el día.
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Editado: 16.05.2019