Para Yamileth y para mí el mundo parecía haberse detenido, hablamos por horas de mil cosas diferentes, como si todo el caos se hubiera quedado fuera. Siempre me había sentido un poco culpable por salir con ella, sentía que de alguna manera la ataba, pero ahora las cosas eran diferentes, podríamos hacer una verdadera vida juntos.
No tenía planeado salir de esa casa, pero tuve que hacerlo cuando mi madre llamo, tenía poco tiempo para regresar antes del toque de queda. Salí corriendo a toda prisa, después de todo, la situación de la ciudad a estas horas suele ser aún más crítica, pues los saqueos y robos se han vuelto cada vez más comunes y el ejército ha comenzado a patrullar las calles, o eso he estado escuchando en las noticias.
Estoy bastante cerca de casa, solo debo doblar a la izquierda en la siguiente intersección, justo ahí se encuentra estacionada una camioneta, hay algunas personas paradas junto a ella, no le doy mucha importancia, seguramente ni siquiera me voltearan a ver; no podría haber estado más equivocado.
En cuanto pase junto a uno de los hombres este extendió su brazo y tiró con fuerza del mío haciéndome caer, antes de que me pusiera de pie ya estaba rodeado por cinco sujetos.
—Tienes diez segundos para darnos todo lo que tengas —dijo uno de ellos, el cual tenía un mechón de cabello verde.
Me puse de pie lentamente sin quitarle los ojos de encima a los sujetos.
—¡No escuchaste imbécil! —grita otro tipo a la vez que saca una navaja
—No tengo un centavo encima —digo a la vez que alzo las manos.
Los hombres parecían muy molestos al escuchar mi respuesta, pero era uno de ellos el que me preocupaba más, su mirada estaba inyectada de sangre, se veía sumamente pálido, desnutrido y la mano con la que sostenía el cuchillo no paraba de temblar.
—No te lo pediré dos veces imbécil —dijo el tipo del mechón verde.
—Hablo en serio, no tengo nada conmigo.
Uno de los hombres, un tipo alto con la cara golpeada se acercó a mí y bruscamente reviso cada uno de mis bolsillos.
—El miserable no mentía —dijo este.
—¿Ahora qué? —le preguntó uno de los sujetos al hombre del mechón verde.
—Que se largue — respondió en voz baja.
—¿Planeas dejarlo ir como si nada? —dijo el hombre de la navaja.
—Tranquilizante, no tiene nada más que su vida.
—Pues que nos la entregue.
—Tranquilos por favor, finjamos que esto no pasó y yo regresó por donde vine— dije asustado.
—¡Calla! —grito el sujeto de la navaja a la vez que salía disparado hacia mí.
Por un momento sentí que el tiempo a mi alrededor se aletargaba, podía observar perfectamente como aquel hombre se acercaba a mí a la vez que uno de ellos trataba de alcanzarlo, incluso veo como la navaja se acerca lentamente buscando penetrar mi carne. Cuando el arma estaba a punto de atravesarme tomé el brazo del sujeto desviando el ataque, mientras que con mi otra mano sujete su hombro y lo lance contra el muro que tenía detrás. Un instante después todo a mi alrededor regreso a la normalidad.
Los compañeros del hombre se vean sumamente confundidos, pero a la vez furiosos, seguramente porque lastime a su compañero.
—¡Infeliz! —gritó el sujeto del mechón verde a la vez que se lanzaba contra mí.
Levante mi guardia como alguna vez lo había visto en televisión y me prepare para pelear, pero esta vez el golpe de aquel hombre llegó a mi antes de que siquiera pudiera reaccionar a la agresión.
Caí al piso como piedra, me faltaba el aire y mi vista estaba ligeramente borrosa. Traté de ponerme de pie, pero en ese momento una pata en el costado me derribó una vez más, el resto no tardaron en unirse, me pateaban, golpeaban e insultaban, mientras que lo único que yo podía hacer era cubrir mi cabeza y esperar a que se aburrieran.
No me sentía asustado en lo absoluto, lo que sentía era ira, quería ponerme de pie y arrancarles las extremidades a esos malditos, era una sensación nueva para mí, pero era sumamente embriagante, solo necesitaba una oportunidad, una sola y los mataría, uno a uno.
—¡Que pasa ahí! —gritaron a lo lejos.
Un grupo de personas se acercaba rápidamente, escuché algunos gritos y disparos, uno de los sujetos cayó al suelo mientras que los demás comenzaron a correr a excepción del tipo de la navaja, quien al ver a los agresores se lanzó directo hacia ellos a la vez que gritaba lleno de furia y locura. Los soldados no tardaron en reaccionar, con una ronda de disparos neutralizaron al hombre.
—Te encuentras bien muchacho —dijo uno de los soldados.
Me puse de pie con algo de dificultad, me dolía todo el cuerpo y sentía como la sangre escurría humedecido mi ropa.
—Eso creo.
—Mira que caminar a estas horas solo, no eres muy listo.
—¿Quieres que te llevemos a casa muchacho? —preguntó cortésmente una soldado.
—No, estoy bien —mi casa queda justo al dar la vuelta.
—Entonces vete y que te traten esos golpes —respondió ella.