Camila
Hace una semana no veo a Luciano, cuando vuelvo de trabajar se encierra en su habitación y no sale.
En la mañana no está cuando salgo a trabajar, pareciera que no viviese aquí, pero se que lo hace ya que todos los días juega con mi hijo cuando llega de la escuela.
— Hola, cariño – le digo a mi hijo besando su mejilla – ¿esta tío Luciano en casa?
— Sí – dice jugando con su videojuego – está en su habitación.
Le muevo el cabello con la mano y él se enoja, suelto una carcajada y me saca su pequeña lengua.
Decido subir las escaleras y preguntar si todo está bien, golpeo su puerta un par de veces y no obtengo respuesta, vuelvo a golpear y por fin decide abrirla.
— ¿Qué demonios te pasa? – me escupe enojado
— Esa pregunta debería hacértela yo a ti. ¿Qué demonios te pasa?, pensé que estábamos bien, que estábamos superando esto.
— ¿hay algo realmente que superar? Solo somos dos extraños cuidando de un niño pequeño – dice con sarcasmo.
— No somos extraños Luciano, éramos amigos.
— Exacto éramos amigos, hasta que se te ocurrió la brillante idea de meterte con mi hermano y casarte con él.
Doy un paso atrás queriendo escapar de sus duras palabras.
— ¿hay algo que me quieras decir Camila? – pregunta enojado – ¿algo que me estes ocultando?
Niego con la cabeza y corro a toda velocidad hacia mi habitación, no sé qué demonios le está pasando, pero que me pregunte si algo le estoy ocultando me preocupa.
Tomo mi teléfono y le envió un mensaje a mi mejor amiga
*Luciano está actuando de forma extraña…
Kate: ¿estas segura? Al fin y al cabo, él siempre ha sido extraño ¿Qué está pasando ahora?
*Ahora es más de lo normal Kate, no habla conmigo y me evita como si fuera la peste, ahora me pregunto si tenía algo que quisiera contarle. ¿crees que lo sabe? O que lo sospeche.
Kate: cariño, eso es jodido. Se supone que nadie lo sabe o lo sospecha.
*Desde aquel día que entro al despacho de Ethan está muy extraño.
Kate: quizás deberías entrar tú también y revisar. Es momento de hacerlo, eras su esposa.
*¿Quieres ayudarme con eso?
Kate: estaré ahí en veinte minutos.
Le preparo una merienda a Nicolás mientras Kate llega, cuando suena el timbre corro abrir la puerta. Mi amiga le da un beso a mi hijo y revisamos que Luciano no esté a la vista.
Entramos al despacho de Ethan y su olor me da un escalofrió, es como si aun estuviera aquí.
— ¿deberíamos abrir las ventanas? – pregunto mientras Kate lo hace sin pensarlo.
Revisamos en silencio la biblioteca y las cajoneras, no hay nada.
— Aquí hay un cajón con llave – dice Kate desde el escritorio – tienes alguna llave pequeña.
— No – digo acercándome hacia ella, todos los cajones están abiertos menos el último – ¿crees que podamos abrirlo de otra forma?
— Necesitamos un alambre – dice dando vueltas el resto de los cajones al suelo – eureka, esto nos ayudara.
La veo doblar el pequeño alambre e intentar meterlo, con un fuerte clic el cajón se abre.
— Sííííí – grita mi amiga – ven aquí y ayúdame.
Sacamos todas las cosas y las esparcimos en el escritorio, la voz de Luciano hablando con Nicolás nos pone en alerta.
— No va a encontrar – digo asustada
— ¿Y eso que? Es tu casa, todo esto es tuyo no de él.
— Se siente mal hacer esto – digo suspirando
Mi amiga no me presta atención y comienza a revisar uno por uno los papales
— ¿Quién es esta? – dice entregándome una foto
— Clara, la masajista. – digo mirando atentamente la fotografía.
— Al parecer eran buenos amigos – dice entregándome el resto. Hay muchas fotos de ellos dos, abrazados, sonriendo, besándose. – o más que amigos.
La puerta del despacho se abre y Luciano entra, su cara es de confusión, mira lo que sostengo en las mano y su cara se transforma en enojo puro.
— ¿Qué hacen aquí? – pregunta mientras camino a mi lado y me quita las fotografías.
— Es su casa, todo lo que está aquí es de ella – dice quitándole las fotos a Luciano.
— Entrégamelas – le dice Luciano a Kate – no son tuyas.
— Tuyas tampoco imbécil, ¿acaso lo sabias? Como no le dijiste nada a Camila, era tu amiga. Es lo mínimo que puedes hacer.
Se ponen a discutir mientras yo tomo las fotografías nuevamente, ahora entiendo todo, sus llegadas a casa tarde después de sus sesiones de masajes, esas llamadas a medianoche, sus viajes fuera de la ciudad, el que no quisiera tener sexo conmigo. Ethan me estaba engañando.
Salgo del despacho hacia la cocina, tomo una copa y me sirvo vino.
Me siento en un taburete, luego de unos minutos siento la puerta de la entrada cerrarse. El taburete de mi lado se mueve y el aroma del perfume de Luciano inunda mi espacio.
— Lo siento mucho – dice por fin – no sabía cómo decírtelo.
— ¿es por eso por lo que estas ignorándome?
— Sí – dice luego de un rato
— Debiste hablar conmigo, pensé que aun éramos amigos – digo mientras una lagrima cae por mi mejilla. – ¿debería buscarla y pedir explicaciones?
— Ya lo hice – dice mientras me vuelvo para quedar frente a él. – ella está embarazada.
Mi corazón se aprieta con sus palabras tenía otra familia, mierda. Es un desgraciado.
— Dijo que estaban enamorados, pero Ethan no quería dejarte o eso fue lo que ella dijo, que no quería lastimarte.
— ¿Ethan sabía que estaba embarazada?
— Sí, se lo conto la noche en que pensaste que era conmigo con quien hablaba, lo habían dejado hace poco ya no estaban juntos.
— ¿Ella está bien? ¿necesita algo?
— Dijo que lo estaba
— Su hijo merece tener parte del dinero que Ethan dejo.
Él asiente, miro sus ojos y veo solo rabia.