Camila
No sabía que hacer, ¿debía bajar y contarle mis sospechas? ¿o debía mentirle y negarlo todo?
Nicolás se había dormido hace rato, no había escuchado a Luciano subir, lo que quería decir que seguía esperándome.
Tome un gran respiro y decidí bajar a enfrentar lo que fuera que pasara.
— Pensé que tendría que subir por ti – dice con desdén.
— Estaba haciendo dormir a Nicolás.
— Aja, ¿por qué no te sientas? – dice sacando una silla para mi a su lado.
Hago lo que dice, me siento a su lado, él gira mi silla para quedar frente a él.
— ¿Quién es el padre de Nicolás? – pregunta de inmediato
Su mirada esta cargada de rencor, no puedo hacer esto. No puedo decirle la verdad y ¿si esto arruina nuestra relación cada vez más? ¿y si me separa de mi hijo? ¿y si se lo lleva lejos?
— No lo pienses tanto Camila, es una simple respuesta, ¿es Ethan el verdadero padre de tu hijo? ¿es otro hombre? ¿acaso soy yo?
No podía hablar, las palabras no salían de mi boca por mas que tratara de decir algo nada salía.
— ¿no vas a decir nada? – pregunta mientras yo niego con la cabeza.
— Ethan – digo por fin
Él me mira con decepción en sus ojos, una mirada de dolor cruza rápidamente su rostro.
— Tenía la esperanza que me dijeras que era yo – dice susurrando, quiero hacerlo de verdad quiero hacerlo, pero no puedo, ni yo misma se quien es el padre.
Luciano toma mis manos y se las lleva a los labios.
— Necesito decirte algo – me mira directamente a los ojos – lamento como te trate hace mucho tiempo, nunca quise hacerte daño, solo tenia miedo de que me dejaras de lado y termine alejándome de ti. Eras mi mejor amiga y hay días que extraño eso.
— Yo también lo extraño – digo por fin.
— Hubo un tiempo que pensé que estabas enamorada de mi – dice sonriendo – pero cuando te casaste con mi hermano me di cuenta que solo lo amabas a él.
— Yo… Luciano te quería, te quiero aun, pero Ethan me demostró lo que era el amor verdadero. Pero contigo fue diferente, contigo fue…
Contigo lo fue todo, contigo quería pasar el resto de mi vida…
— Solo fue un desliz, está bien decirlo. Fuimos demasiado estúpidos para cruzar la línea de la amistad.
— Lo fuimos, pero no me arrepiento de nada – digo con sinceridad.
— Yo tampoco me arrepiento de nada – dice acercándose lentamente hacia mis labios – podría repetirlo una y otra vez...
Agarra mi nuca con una de sus manos y me acerca hasta que nuestros labios se rozan.