Ariadme se encontraba sentada en su silla de frente a la gran vista que le daba la maravillosa ciudad de Los Ángeles, estaba en espera de su padre el poderoso magnate y temido mafioso Aramis Alvamart, hombre temido en ambos ámbitos –legal e ilegal- conocido por no dar segundas oportunidades. El no perdonaba ningún tipo de fallas por más pequeña e insignificante que esta fuera. El no daba segundas oportunidades. Pero como todo ser humano tenía una debilidad, su adorada hija Ariadme.
Ariadme era inteligente y tenaz, un as para los negocios, por lo que su padre se retiró de los negocios cediéndole el mando de las Empresas EnTec dedicada a la tecnología.
Su padre siempre quiso que aprendiera su oficio y desde niña le enseño a disparar, combate cuerpo a cuerpo, manejar armas blancas y demás.
Aramis confiaba en que algún día ella decidiera también hacerse cargo del negocio ilícito.
Ariadme giro en su silla con una gran sonrisa en el rostro al escuchar que la puerta de su oficina era abierta, sabía perfectamente quien era, pues era la única persona que entraba sin ser anunciada por su asistente.
La junta duro más de dos horas debido a que Ariadme encontró un desfalco en una de las sedes de la empresa en Londres.
Su padre decidido a tomar el asunto en sus manos eliminando a los culpables, pero la bondad de Ariadme salió a relucir. Ella se ofreció a ir hasta Londres de incógnita a descubrir al o los culpables.
La joven no tuvo más remedio que aceptar las condiciones de su padre, ella sabía de más que si su padre tomaba el asunto en sus manos derramaría sangre.
La madre de Ariadme murió al dar a luz y le hizo prometer a Aramis que la cuidaría con su vida. El trato de mantenerla alejada de su mundo, pero eso para un poderoso mafioso como el, con tantos enemigos, era difícil por no decir imposible.
Su padre veía en ella todo lo que él no tenía, bondad, ternura, optimismo, perdón. Él estaba orgulloso de su princesita y daría la vida por ella de ser necesario. Ariadme a pesar de ser hija de uno de los hombres más ricos y poderosos de todo el mundo era humilde, sencilla aunque siempre estaba elegantemente vestida.
Ariadme era el tipo de mujer que provocaba la admiración de los hombres y la envidia de las mujeres. Pero estaba centrada en su trabajo, a pesar de sus 25 años no había tenido una relación formal, ya que volcaba su vida a su padre y su trabajo.
Su padre era un hombre que a sus 48 años estaba muy bien conservado, con 1.90 de estatura, ojos verdes, pelo negro casi azul, musculoso sin llegar a la exageración, le gusta la buena vida y los lujos. Su hija se parecía a él en algunos aspectos físicos como el color de los ojos, el cabello de la joven era rojo como el de su madre, media 1.75, y aunque le gustaba bastante la comida siempre mantenía su figura intacta.
Ariadme fue a su lujoso y espacioso departamento. Porque aunque no le gustaba ser ostentosa en su forma de vestir su casa tenían ese toque de niña rica y mimada. Tenía que preparar su viaje a Londres lo antes posible.
Ariadme partió a Londres y luego de un viaje de 11 horas llego al hotel en el que se hospedaría. El plan de la joven era llegar a ser la nueva secretaria del contador de la empresa Peter Murdock, ya que era el principal sospechoso debido a que todo lo concerniente a las cuentas y pagos pasaba por sus manos para ser revisados y luego firmados.
El lunes se presentó en recepción donde una rubia enfrascada en su teléfono la recibió sin prestarle la más minina atención.