La última oportunidad

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Lía

Creo que en toda mi vida jamás había estado fuera de mi hogar, hasta el día de hoy y ciertamente era una sensación de alivio,  por primera vez sentí mi libertad, me sentía como una chiquilla que había hecho una travesura.

Mire la casa frente a mí, nada que ver con la de aquel joven, esta era grande, hermosa, lujosa, pero fría. Siempre estaba sola, claro que había personal de limpieza y estaba Martha mi ama de llaves y de cierta manera una madre para mí.

Estaba segura de que muchas mujeres quisieran vivir de esta manera, claro quien no lo haría, yo al inicio lo amaba, me sentía una reina, una princesa, la protagonista de un cuento de hadas, pero conforme paso el tiempo me di cuenta de que no era así, estaba sola, a tal grado que estaba abandonada hasta por sus propios padres, cuando ellos habían sido la causa principal de esto. Sin en cambio, ahora que más daba, solo tenia que sentarme a disfrutar de esos grandes privilegios y hacer mi trabajo.

Tomé mi llave y abrí la puerta, la expresión de Tom era muy clara.

-Buenas tardes, Señora- Menciono, mientras me miraba de pies a cabeza -

-Buenas tardes, Tom- Sonreí- ¿Sabes si mi esposo está en casa?

- No Señora, pero me imagino que no ha de estar, no vi su auto- Comento y asentí, era claro que a esta hora él no estaría aquí.

-Gracias, continua con tu trabajo- Mencione y camine hacia la entrada, necesitaba darme un buen baño y terminar mis pendientes.

Aunque, en cuanto abrí la puerta, Martha no tardo en abrazarme fuertemente.

- ¡LIA! - Menciono mientras me inspeccionaba - ¿Dónde diablos estabas niña? Sabes estuve a casi nada de llamar a la policía si no llegabas.

- Martha - Solté una risita - No soy una niña chiquita que se va a perder, así que tranquila

- Pero niña, es la primera vez que no llegas a dormir y lo peor es que no contestaste tu celular.

- Lo siento, me quede dormida - Comente y fue ahí donde ella se percato de aquella inusual ropa.

- ¿Esa ropa de quien es? ¿En dónde dormiste? ¿Qué paso ayer? - Pregunto.

- Lo mismo de todos los años, no llego y bueno yo tuve un pequeño incidente, del cual no tienes que preocuparte - Le sonreí - Así que mejor ayúdame a preparar el baño, que debo terminar algunas cosas y tengo una cita a las 6

- Mi niña - Me acaricio- ¿Estas bien? Sabes que el Señor suel...

- Estoy bien, no tienes que consolarme, ambas sabíamos que él no llegaría - Mi sonrisa no era una real y ella era la única que lo sabía.

- ¿Rosas o Jazmines? -

- ¿Enserio Martha? - La mire fijamente - Todavía me preguntas esto

- Solo bromeaba cariño, en seguida estará tu baño, de igual forma te preparare tu comida favorita ¿Quieres algo de vino o prefieres jugo de manzana?

- Esta vez jugo, de igual forma avísale a Tom que saldremos en una hora y media, que aliste todo

- Claro niña - Comento y subí hacia mi habitación, era aquí cuando agradecía que durmiéramos en habitaciones separadas.

Me recosté en mi cama, la sonrisa y el trato tan amable de Daniel, fue lo primero que se me vino a la mente, aquellas palabras me reconfortaron bastante. Me pregunto que hubiera sido de mí, si el no hubiera aparecido, ¿En dónde habría terminado?

{...}

El delicioso aroma de la comida hacia que todas mis molestias se alejaran, la comida de Martha era una cura para el alma.

- ¿Te gusta mi niña? -

- Claro, no sabes lo feliz que me hace tu comida - La mire, cuanto no daria por que ella fuera mi madre.

- Me alegro y ahora me dirás que fue lo que paso - Sus ojos se entrecerraban, como tratando de buscar en lo más profundo de mi ser.

- Bueno ayer, tuve un pequeño incidente - Me gire y alce mi pantalón, mostrando mi tobillo vendado -

- ¡DIOS MIO! ¿Qué te paso? - Solté una risita al ver aquella expresión.

- Nada grave, solo es un esguince, con un poco ungüento y algo de descanso estaré bien, pero bueno cambiando un poco, un joven me ayudo y debido a que camine bajo la lluvia, pues me desmaye - Solté dando un bocado a mi comida, sin mirar a Martha, aunque ya sentía esa mirada amenazadora y de pronto un golpe en mi brazo.

- ¡ESTAS LOCA! - Y un golpe más - ¡SABES QUE TIENES LAS DEFENSAS BAJAS Y QUE TE ENFERMAS POR CUALQUIER COSA! - Grito y hablo tan rápido que cualquiera que la escuchara pensaría que esta rapeando o hablando en otro idioma, porque apenas si se le entiende, además de que un golpe venia después de otro.

- Martha - Mencione, mientras me sobaba mi brazo e intentaba detenerla- No fue mi intención, pero el que me golpees no hará que sane

- Es que tú no entiendes - Suspiro - No recuerdas que hace dos años te dio una gripe tan fuerte, que casi te me mueres

- No es para tanto, no exageres -

- ¡¿QUE NO EXAGERE?! - Me miro y ya estaba lista para otra tanda de goles- ¡ESTUVISTE UN MES EN CAMA!

- Ya, ya entendí, no volverá a pasar-

- Eso siempre me dices y te enfermas, si esta vez ocurre lo mismo a ver quien te cuida, recuerda que la otra semana no estaré aquí-

- ¡Ah! No te vayas Martha, sabes que no puedo estar sin ti - La abrace-

- Solo iré una semana, sabes que mi hija me necesita -

- Lo sé - Suspire - Ojalá que también hubieras sido mi madre y no la señora que me toco

- No hables así niña, la Señora Ruiz te quiere -

- Si lo hiciera, no me habría vendido al mejor postor - Sonreí - Bueno no hablemos más de esto, ya sabes que será su bebe

- Si, será una preciosa niña - Sonrió

- Me da mucho gusto, si yo tuviera un bebe me gustaría un niño - Sonreí - Espero que todo salga bien, te daré unos regalos para tu nieta

- No es necesario niña-

- Nada, lo aceptas, además Celia y yo éramos amigas cuando éramos unas niñas - Tome su mano - Aunque ya no nos hemos visto, estoy contenta por ella, tiene una vida hermosa, una madre y esposo que la aman y ahora la bendición de una hija.




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