La Última Pandemia

Capítulo 3. Marckova.

Scarleth dormía en su cama matrimonial, en frente de ella la luz del sol entraba a través de las rendijas que la cortina mal cerrada dejaba ver. Elijah, su marido, yacía en el primer piso del inmueble, caminando hacia la estufa con la intención de tomar el hervidor entre sus manos y llevarlo hasta la taza.

El hombre ceñido con un pantalón ligero de color plomo y una camiseta sin mangas de color negro, sostuvo en sus brazos la bandeja para llevar el desayuno hasta Scarleth, quién aun dormía en el piso superior.

El hombre ingresó con la bandeja, en ella; dos tazas, panecillos integrales untados con mantequilla. Era buena costumbre empezar el día con un poco de azúcar, por eso no podía faltar el trozo de enrollado con mermelada de frambuesa.

—Amor, he llegado, traje el desayuno. —El hombre viró por el borde de la cama, se sentó sobre esta luego que Scarleth despertara desorientada como siempre. Sin embargo tardó solo unos segundos en procesar lo dicho por su marido, se sentó en la cama de forma cómoda y sonrió al ver la comida.

—Gracias Bebé —pronunció Scarleth, llevándose la comida a la boca con satisfacción, Elijah le miraba enamorado. Fue entonces que recordó algo que tenía que compartir con su mujer.

—Amor, tu hermano llegó en la madrugada, estabas algo cansada como para decírtelo, pero lo escuché llegar y estaba borracho, no podía enviarlo a su casa.

—Dios mío. —Scarleth llevó sus manos a la cara en señal de frustración, siguió masticando pero la sola idea de que su hermano continuase viviendo en excesos le desgastaba.

—Quizás no debí comentar nada.

—¡Claro que sí! Esta es mi casa, nuestra casa y no es solo eso, lo más importante es que anda conduciendo borracho sabiendo que la policía o la federación estarán pendientes y deseosos de llevarlo nuevamente a la carcel —comentó la mujer, indignada con su hermano.

—Hablaré con él —afirmó Elijah, tratando de tranquilizar a su esposa.

—No bebé, lo haré yo, es mi deber como hermana mayor —afirmó la mujer.

Con el paso de los minutos el desayuno concluyó y llegó la hora de retomar la vida cotidiana, como día viernes el trabajo y los quehaceres mundanos exigían estar a la altura.

Elijah se dedicó a recoger el periódico y saludar a su vecino llamado Homero, quién era un hombre mayor, administrador del condominio, el cual se había casado con una mujer morena de cabello claro, una inmigrante Dandeliana que hablaba poco Adrusso.

—¡Buen día Homero! —saludó Elijah, recogiendo el periódico y levantando su mano en señal de cortesía.

—Buenos días, Elijah ¿ya te sientes mejor? —preguntó el hombre.

—Sí, me alivié bastante rápido de la gripe, creo que solo era cosa de descansar hasta que mi organismo se acostumbrara a la vacuna.

—Bueno, todas las vacunas tienen ese efecto, porque contienen el virus en dosis pequeñas que sean fáciles de vencer por tu sistema inmunológico —declaró Homero, hablando con propiedad y pasión acerca de la gripe que estaba rondando hace una semana, producto de la vacuna.

—Claro. —Elijah asintió. No es que no le importara el tema, pero no era de su devoción.

—Bien, te dejo, debo llevar a mi hijo a su escuela —anunció con cordialidad el hombre de edad. Elijah en tanto asintió sonriente dando a entender que no existía problema alguno.

 

En el interior del hogar, Scarleth hizo ingreso a la habitación donde su hermano Chris dormía plácidamente con una mujer de cabello teñido rojo.

—¡Dios mío —exclamó Scarleth, despertando a su hermano y a su acompañante.

—Hermanita, es de mala educación entrar a una habitación sin tocar —afirmó Chris, sonriendo ocultando su molestia y de paso a la mujer de cabello rojizo debajo de las cubiertas de la cama.

—¡Vístete! Te espero en el comedor para hablar —ordenó la mujer, haciendo que Chris torciera sus ojos.

 

Una vez que Scarleth salió de la habitación se sentó molesta en el comedor a esperar a su hermano, Elijah quién le observó frustrada, se sentó a su lado para hablar, cuando iba a comenzar a pronunciar sus palabras, recibió una llamada de teléfono que le obligó a desertar.

Se trataba de Edmond, un socio de Elijah que tenía unos inconvenientes con una destilería de petróleo ubicada en Tauronov. Elijah le explicó que estaba recién recuperándose de su estado de debilidad, producto de la vacuna. Sin embargo el hombre insistió con el argumento de otorgar una cuantiosa suma de dinero con tal de que Elijah fuese a solucionar su problema.

Elijah aceptó la oferta de mala gana, pero lo hizo.

—Tengo que ir, Edmond me necesita en Tauronov antes de las tres de la tarde, así que volveré mañana o pasado.

—¿De verdad tienes que irte? —preguntó Scarleth, con la frustración en su rostro.

—Sí, pero volveré, tú también tienes cosas que resolver en el hotel, no puedes dejar a cargo en todo a Luisa.



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En el texto hay: suspenso, pandemia, universo distopico

Editado: 23.05.2021

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